La Casa de Guardia cumple 175 años

La taberna de la familia Garijo es la empresa más longeva de Málaga y símbolo atemporal de la ciudad Los dueños renovarán su contrato de alquiler con el objetivo de llegar a los dos siglos

El vino se sigue sirviendo y vendiendo a granel en esta taberna.
El vino se sigue sirviendo y vendiendo a granel en esta taberna.
Pablo Serrano Málaga

15 de agosto 2015 - 01:00

El motorizado ruido de los coches, acompañado por el coro de toques de bocina de aquellos más airados; las obras aledañas y las frenéticas idas y venidas de los viandantes que atestan la Alameda Principal por la noche y por el día. Una banda sonora apocopada dentro del último reducto malagueño de una época pretérita que mantenía sus placeres en otros más naturales que los actuales: una charla con un amigo impregnada de un buen vino.

La Antigua Casa de Guardia, la taberna más longeva de Málaga, cumplió el pasado junio 175 años. Taberna, pero también plató y museo. La bodega es un símbolo de la ciudad. Sus 21 botas se han convertido en una atracción para turistas y malagueños nostálgicos, objetivo de las cámaras de medio mundo y habituales en los vídeos promocionales de la Costa del Sol o España Directo, entre otros.

"Hace poco estuvo grabando aquí un programa de cocina de una televisión japonesa", narra entusiasmado Alejandro Garijo, el último eslabón de una cadena que se remonta seis generaciones atrás. Desde la caseta, Antonio Garijo, su padre, observa cómo Alejandro coloca farolillos y banderas por todo el techo. Se acerca la Feria. Por la edad y los problemas de salud ha dejado a sus hijos dar un paso adelante. Son ellos los que llevan el peso del local, pero él nunca pierde la oportunidad de ayudar o, simplemente, de estar ahí. "Aunque yo ya no me encuentro como antes; me encanta estar aquí, saludar a los viejos amigos que siguen viniendo u observar cómo los nuevos visitantes disfrutan con nuestro vino y se asombran del espacio que les rodea". Tal es la magnitud de este establecimiento que las etiquetas de sus toneles inspiraron el diseño de los carteles que anuncian el nombre de las calles del centro de Málaga. Con la característica primera letra en rojo y el resto en negro.

¿Por qué la Antigua Casa de Guardia es un museo? Los más modernos dirían que es interactivo porque en él la historia se puede ver, oler, tocar... Y saborear. La taberna lleva en su emplazamiento actual desde 1899. Más de un centenario sirviendo su propio vino. A granel. Como antaño, del tonel al chato o a la botella. Cuando te cobran apuntan lo consumido con tiza en la encimera. Y cuando te vas, un borrón blanquecino permanece. Testigo de tu disfrute. El caldo de uva espera al sediento en los mismos toneles que sirvieron el vino a los abuelos de los clientes de hoy. Acompañado de algo de tapeo: aceitunas, mejillones, conchas finas... Pero nada que distraiga al visitante del protagonista de la taberna: el vino.

En 1900, un año después de adquirir la Casa de guardia, los tíos abuelos de Antonio trasladaron la bodega a la calle Peinado. Dejando en el local de la Alameda únicamente la taberna. Configurando en ese momento la actual distribución de la contemporánea Antigua Casa de Guardia. 115 años en los que no se ha cambiado nada del atrezo que rodea al buen vino.

El tiempo se contrae en el interior de la tasca. El olor a uva fermentada invade todos los sentidos del visitante. La atmósfera casi se puede paladear. "Si cambio algo del bar, me matan", bromea Antonio. La esencia de la taberna es su entereza contra las innovaciones. Confiando en un modelo que, visto lo visto, ha funcionado y funcionará generación tras generación. "El buen trato, el buen ambiente y el buen vino", enumera un hombre que, a pesar de los problemas de salud que ha resistido -un accidente cardiovascular, una neumonía y dos trombosis-, mantiene una sonrisa perenne en la boca y una risa ronca pero constante en la garganta.

La taberna, igual que sus dueños, afrontaron las penurias con entereza. El bar vivió sus peores días cuando encarcelaron a José Garijo, padre de Antonio, por motivos políticos tras acabar la Guerra Civil española. Mientras estuvo preso, el bar fue regentado por un administrador externo que sumió el local en una crisis económica y de identidad.

Antonio narra la biografía de la taberna casi de memoria. El caballero don José de la Guardia, experto vinicultor y licorero de Málaga, abrió la destilería de su bodega en 1840 en la calle Ollerías. 25 años después fue nombrado gobernador de Segovia por la Reina Isabel II, por lo que vendió sus propiedades al empresario don Enrique Navarro. Este mantuvo el nombre de Casa de Guardia y trasladó la taberna a un bajo de la calle Atarazanas en 1899. Un año después, siendo ya anciano y careciendo de herederos, legó el local a sus trabajadores, los hermanos Ruiz Luque. Ellos decidieron completar el nombre del local. Bautizándolo como se le conoce actualmente: Antigua Casa de Guardia. El padre de Antonio, José, recibió el local cuando uno de sus tíos falleció en 1930. José había trabajado durante su juventud en el bar y el otro hermano vivo confió en él.

Acertó. Una vez que José Garijo salió de la cárcel a mediados de la década de 1940, usó los conocimientos y contactos adquiridos durante el tiempo que ejerció la abogacía. Revolucionó el negocio: compró viñedos cerca del barrio de Olías y abrió otra sucursal en la calle Méndez Núñez. Desde la más absoluta ruina, la bodega Antigua Casa de Guardia vivió sus mejores años durante esa época, reviviendo un negocio que llega hasta nuestros días. Capearon el temporal de la crisis económica sin prescindir de personal. "No podría echar a ninguno de mis empleados. ¡Algunos llevan más tiempo trabajando en la taberna que yo!", admite Antonio casi con un tono de confesión.

Antonio perpetuó el modelo de sus antepasados, igual que lo hacen ahora sus hijos. Ellos han introducido el uso de las redes sociales, crearon una página web e incluso abrieron las puertas del histórico local a las cámaras de Google Street View. Alejandro Garijo, uno de los hijos, admite que leer el pasado del negocio le crea vértigo y genera dentro de sí un desasosiego por tener entre sus manos "no sólo la historia de mi familia, sino la historia de todos los malagueños".

Por el momento, el buque más antiguo de la hostelería malagueña navega con seguridad con un objetivo muy cercano. Alcanzar los dos siglos de vida. Meta que no podrán conseguir muchos negocios que en estos tiempos han tenido que echar el cierre. El fin de la renta antigua ha terminado por doblegar establecimientos que conferían a Málaga matices tradicionales y vetustos. Tan admirados por visitantes y anhelados por malagueños.

No obstante, la familia Garijo asegura que renovará su contrato para continuar siendo la guarida del tiempo y el último reducto del vino. La guardia nunca abandonará su puesto.

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