Málaga

Cirujanos plásticos de Málaga alertan del riesgo del low cost y los viajes a Turquía para operaciones estéticas

Implantes de mama.

Implantes de mama. / M. H.

Clínicas low cost en la Costa del Sol, pack de hotel y tres operaciones en una en Turquía, intervenciones de bajo coste en Colombia o un lifting facial seis veces más barato en Bélgica que en Málaga. Son ofertas tentadoras, pero frente a las que cirujanos plásticos lanzan la advertencia de que al final lo más probable es que se paguen con salud. Las redes sociales están llenas de jóvenes que denuncian complicaciones graves tras haberse sometido a intervenciones estéticas.

Cuatro cirujanos plásticos, estéticos y reparadores con una larga trayectoria en la provincia coinciden en la alerta y en que a la hora de una operación de este tipo debe buscarse un profesional titulado y con experiencia.

Uno de estos especialistas, Jesús Torres, cuenta que en el Hospital Regional ya han tenido que quitar media docena de implantes de mama a pacientes con complicaciones graves operadas en clínicas low cost de Málaga. Relata también que una joven que se sometió a un aumento de glúteos en Turquía, un par de semanas después acabó ingresada en este centro sanitario malagueño. Estuvo casi dos meses con un drenaje, echando pus debido a la infección. Muchas pacientes de estas clínicas de bajo coste de aquí o del extranjero “acaban con secuelas irreparables”, advierte.

Insiste en que las claves del éxito de estas operaciones son tres: “Un buen diagnóstico, un buen tratamiento hecho por manos expertas y un adecuado seguimiento”. Pero acota: “Si falla una o varias de estas patas, ya hay un problema”.

Pero al calor de un negocio rentable, proliferan centros en los que estas condiciones muchas veces no se cumplen. Clínicas en las que el primer contacto de la paciente suele ser con un comercial. “La Medicina sirve para vivir, pero no es un negocio puro y duro. Algunos cirujanos se encuentran a la paciente en quirófano y eso es una barbaridad” apunta otro cirujano plástico, José Ramón Moreno.

“Hay que huir del low cost porque entraña gato encerrado. O la operación la hacen manos no tituladas o con poca experiencia, o los medios no son los adecuados o no se hace el seguimiento correcto”, afirma Torres. Especialistas indican que para ahorrar quirófanos, algunos centros operan en una camilla en la trastienda. También para reducir costes y aumentar el margen de beneficios, hay clínicas que no garantizan el adecuado seguimiento de las pacientes. “El cirujano que la operó puede estar en Madrid o en Venezuela”, ejemplifica Torres.

Los cirujanos insisten en que siempre debe elegirse un profesional titulado –Cirugía Plástica, Reparadora y Estética es la única especialidad con título oficial– y que esté geográficamente cerca para el seguimiento postoperatorio y por si surge alguna complicación.

Francisco Giraldo, otro de los cirujanos plásticos consultados sostiene: “La reducción de costos implica una merma de calidad en todo. El low cost no hay que focalizarlo en un país concreto [en alusión a Turquía], sino ver los riesgos en garantía de resultados, en seguridad del paciente y en complicaciones”. Por ejemplo, explica que un aumento simple de mamas, como poco, cuesta 4.500 euros. Sin embargo, hay clínicas que lo ofrecen a unos 2.000. Solo los dos implantes mamarios necesarios para la intervención, si son de una calidad razonable, cuestan unos 900 euros. Así que para abaratar gastos estos centros utilizan unos más baratos y no siempre autorizados en la Unión Europea. Por eso, indica, a veces surgen complicaciones derivadas de implantes no adecuados. Advierte también que a veces puede ocurrir que el cirujano tenga la titulación habilitante, pero la clínica le imponga un tipo de prótesis de menor coste –y por lo tanto de calidad– para poder ofrecer precios más baratos.

Leopoldo Cagigal, otro cirujano plástico con muchos años de ejercicio en Málaga, apunta que el intrusismo “siempre estuvo y siempre estará”, pero añade que “al calor del dinero surgen muchas cliniquillas que hacen cosas raras, como operar en la trastienda para ahorrarse unos duros”.

O tres intervenciones en una, como en Turquía: aumento de pecho, liposucción y algún otro retoque. “La cirugía estética no es un producto de consumo; es una actuación médica. Cuerpo tenemos uno y no hay que aventurarse porque hay casos en los que quedan destrozadas de por vida”, asegura Cagigal. Por eso insiste en un consejo en el que coincide con sus colegas: quien quiera someterse a una operación para mejorar su apariencia física debe acudir a “un centro homologado, con profesionales titulados y con experiencia y que estén cerca por si surge alguna complicación”.

Siempre los especialistas hacen hincapié en el mensaje que someterse a una cirugía estética no es como ir a la peluquería. Cagigal recuerda que incluso “una mala inyección puede arruinar la cara”. Los profesionales insisten en que hay que rehuir de precios sospechosamente bajos porque entrañan un recorte de gastos en el material, los cirujanos, las condiciones de las instalaciones o el seguimiento posquirúrgico. Giraldo pone como ejemplo que en Bélgica, que es un país europeo, hay clínicas low cost que por poco más de 2.000 euros hacen rejuvenecimiento de cuello y cara cuando el precio en España supera los 10.000. En su opinión, la diferencia entre ambas cifras es “una barbaridad”. Porque un coste tan bajo implica una merma de calidad y puede suponer una mala praxis.

Moreno apunta que algunas clínicas incluso “ni siquiera son tan low cost; sino simplemente son un poco más baratas. Son de apariencia muy bonitas, pero en el trasfondo no tienen tanta calidad”. También, como otros colegas, relata un caso para tener en cuenta. El de una joven que se fue a Colombia. Allí se puso pechos y se quitó abdomen. A las dos semanas, ya en España, aparecieron las complicaciones. Por eso, insiste: “Siempre es preferible ir a un cirujano plástico con nombre y apellido que a una entidad. Hay pacientes que no saben ni quién las va a operar”. Y concluye que más que atender al relumbrón de un centro, hay que fijarse en el nombre y la trayectoria del cirujano que opera.

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