Málaga

El Clínico detectó 24 casos sospechosos de sumisión química el año pasado

  • Forenses estiman que en casi un 90% de las situaciones, su uso está vinculado a delitos sexuales

  • Pero también se emplea en robos y estafas

El Clínico detectó 24 casos sospechosos de sumisión química el año pasado

El Clínico detectó 24 casos sospechosos de sumisión química el año pasado / ROSELL

No es una leyenda urbana; la sumisión química existe. Sólo el Hospital Clínico detectó el año pasado un total de 24 casos en los que los profesionales sospecharon de su uso. De estos, en cinco de ellos presuntamente se había producido una agresión sexual. En los restantes 19 no se constató una agresión sexual manifiesta. Pese a estos datos, los forenses estiman que la sumisión química está asociada en casi el 90% de los casos a delitos sexuales.

Pero no es fácil demostrarlo. Porque después de unas horas las sustancias desaparecen del organismo, porque la víctima no recuerda lo sucedido y porque al tener anulada su voluntad no suele haber señales de violencia. Aunque la agresión sexual es el delito más frecuente cuando la víctima está bajo sumisión química, ésta también tiene otros fines delictivos, como el robo o la estafa.

Esperanza López, médico forense del Instituto de Medicina Legal (IML) y autora de una guía de prevención de esta práctica, sostiene que hasta hace muy poco tiempo se le había restado importancia porque debido a que las sustancias utilizadas desaparecen después de un rato, su uso “es difícil de demostrar” . Por ello, son situaciones delictivas que han estado “en un limbo entre la realidad y la fantasía”.

Pero finalmente la realidad se impuso. Las fuerzas de seguridad y la Administración de Justicia plantearon a la Delegación de Salud la necesidad de establecer un protocolo de actuación para que la asistencia en centros sanitarios tuviera valor de prueba judicial. Fue así como recientemente comenzaron a recogerse datos y afloró una actividad delictiva en la que la amplia mayoría de las víctimas son mujeres –de unos 25 años– y los agresores, varones.

La jefa de Enfermería de Urgencias del Clínico, Carmen Ramos, detalla que en el hospital se registraron el año pasado 19 casos sospechosos de sumisión química sin agresión sexual manifiesta y 19 de agresión sexual. De estos últimos, en cinco hubo sospechas de sumisión química y los 14 restantes estaban mayoritariamente relacionados con violencia de género. “No siempre la finalidad de la sumisión química es la agresión sexual. A veces la víctima es una abuelita a la que le roban”, aclara Ramos. Pero admite que el delito sexual es el móvil más habitual.

Son situaciones difíciles de demostrar. Por eso han estado en un limbo entre realidad y fantasía”

Los sanitarios hacen análisis de sangre, orina o pelo. Este último se estudia cuando han pasado más días, ya que las sustancias tardan más tiempo en desaparecer del cabello. Además, tienen que hacer una custodia rigurosa de las muestras para que tengan valor de prueba en un futuro juicio. Si la víctima decide denunciar, se abre un atestado en las mismas Urgencias del hospital. Si opta por no hacerlo, los profesionales notifican de oficio la situación a la Fiscalía.

Entran también en juego los forenses, el IML y el Instituto de Toxicología. López explica que las sustancias tienen un tiempo muy dispar para desaparecer del organismo. Depende de la droga utilizada, de la vía por la que ha sido administrada e incluso de las características de la víctima. Ramos añade que en sangre y orina la desaparición de las sustancias puede ser rápida, pero que en el pelo puede demorarse hasta casi un mes.

La sumisión química ocurre cuando una persona administra a otra una sustancia sin su consentimiento para modificar su estado de conciencia y manipular su voluntad. Se trata de drogas insípidas, incoloras e inodoras pero que dejan a la víctima indefensa.

López advierte que incluso sólo una cantidad alta de alcohol puede tener estos efectos. En el 75% de los casos sospechosos de sumisión química, los forenses sólo comprueban la presencia de alcohol. Aunque quizás porque la otra sustancia ya ha desaparecido del organismo. López añade que quienes padecen esta práctica sufren una doble victimización ya que además de ser víctimas de un delito, son vistas como “fantasiosas y embusteras” y juzgadas por conductas “poco correctas o morales” lo que las frena a la hora de denunciar.

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