Colectivos gays reivindican otros modelos familiares
Las jornadas reúnen a medio centenar de participantes de los cinco continentes
Carlos González tiene 41 años. Salió del armario a los 32, aunque ya sabía que no era heterosexual apenas entró en la adolescencia. Pasó 18 años de su vida ocultando lo que sentía. Ni su familia lo sabía. "Ocultas una parte de tu vida por el miedo al rechazo". Hoy está casado con Miguel Barrero, con quien ha adoptado un niño. El pequeño tiene 22 meses y dice que luchar contra la discriminación de la sociedad es "mucho más difícil que cambiar pañales".
Miguel y Carlos ya han superado muchos miedos. El único que mantienen y comparten es que su hijo sea tratado diferente por tener dos padres. Esta mañana han participado en unas jornadas organizadas por la asociación Familias por la Diversidad. El objetivo del encuentro ha sido visualizar otros modelos familiares y advertir que aunque se han hecho avances hacia la igualdad, todavía sigue habiendo discriminación.
Carlos y Miguel han admitido que los avances legales y sociales de la última década en España han sido claves para normalizar la homosexualidad y ayudarles a salir del armario. "El avance legal hace que te sientas más seguro", explicaba Miguel, que tiene 33 años y dio a conocer su homosexualidad a los 24.
Ambos resaltan la importancia de que la ley permita no solo la unión de parejas homosexuales, sino que se llame matrimonio para que los cónyuges gays tengan los mismos derechos que los heterosexuales, entre ellos, la adopción.
La inauguración de la jornada ha estado cargada de discursos ideológicos. "Prefiero tener un hijo homosexual que homófobo", ha dicho la presidenta de Familias por la Diversidad, Isabel Martínez, quien ha admitido el sufrimiento de las madres ante las situaciones a las que se enfrentan sus hijos. Martínez ha reconocido que "en España las cosas han mejorado mucho", pero ha insistido en que aún queda mucho para lograr la normalización; para que los adolescentes no tengan que esconderse ni mentir. "Las familias no pueden presuponer que todos sus hijos serán heterosexuales", ha aclarado y ha recordado que un 10% "serán homosexuales". Ha detallado que una de cada seis o siete familias tiene entre algunos de sus miembros alguna persona homosexual, bisexual o transexual. Y ha aclarado que la homosexualidad "no es una enfermedad, no es una opción y no se puede cambiar".
El acto ha contado con la presencia de representantes del Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía, organismos que han querido así plasmar su apoyo a la no discriminación del colectivo. El delegado de Salud y Bienestar Social, Daniel Pérez, ha hecho la intervención más ideológica en favor de la igualdad. Ha defendido que cada uno viva "con quien quiera y como quiera" y que la unión "se llame matrimonio para que no haya matrimonios de primera y de segunda". Pérez (PSOE) ha hecho hincapié en que recortar el derecho al aborto, la atención sanitaria a los inmigrantes sin papeles y no llamar matrimonio a las uniones entre homosexuales "no es culpa de la crisis", en una clara alusión a la política del Partido Popular. El alcalde (PP), Francisco de la Torre, no ha querido entrar en "temas de política interna" ante un auditorio procedente de los cinco continentes. El primer edil ha resaltado que hoy "España es muy diferente", aunque todavía hay situaciones de rechazo; por lo que ha defendido la necesidad de "hacer más por la normalización" para que los homosexuales "sean felices y se sientan integrados".
Entre el auditorio estaba Concepción Sanromá, casada con una mujer. Conchi ha relatado que tiene una hija de 23 años, que tuvo con donación de esperma, cuando dos lesbianas no podían casarse: "Yo nunca salí del armario porque nunca entré. Me he encontrado obstáculos y no ha sido fácil. No he ido con la banderita de lo que soy. Pero no soy rara ni extraña. Simplemente es mi vida y la manejo como yo quiero".
Entre los participantes en la jornada también había homosexuales de países en los que esa condición se penaliza con la muerte. "Llegué aquí porque quiero vivir, no morir. Aquí a veces te miran mal, pero no pueden matarte". Así ha relatado Alí la razón por la que pidió y consiguió asilo en España hace ya seis años. En su país, Irán, la homosexualidad está castigada hasta con la muerte.
Al emigrar, Alí perdió su trabajo, su familia y su cultura, pero ganó la libertad y la posibilidad de expresar "lo que tu corazón quiere". Tiene 40 años. Huyó de Irán hace seis. "He vivido 34 años con miedo. Ahora puedo andar por la calle con libertad", cuenta.
Alí era funcionario del INEM iraní. Aquí hace pizzas. Pero se le ve feliz. "Yo no vine aquí de vacaciones", aclara cuando enumera todo lo que tuvo que dejar en su país, desde su empleo y su madre hasta sus costumbres. Por eso eleva la voz cuando pide que las embajadas extranjeras en Irán arbitren mecanismos para la salida de homosexuales amenazados. Él dice que tuvo que pagar unos 8.000 euros a la mafia local para poder escapar de una condena que quizás habría acabado con su vida.
La historia de Hassan Abdella no es muy diferente. Este joven egipcio contaba que su familia lo rechazaba por su homosexualidad y hasta lo llevó a un psicólogo. "El psicólogo me aconsejaba que me masturbara viendo películas de lesbianas. Para mí las mujeres son hermanas, amigas, pero nunca amantes".
Harto de la intolerancia de su familia y su entorno, se fue a Arabia Saudí. Allí, la homosexualidad también se castiga con la muerte. Ha contado que muchas veces lo insultaron y que en una ocasión le dieron una paliza entre 10 hombres. Como vio que tampoco en Arabia había tolerancia, finalmente recaló en España donde ha solicitado la condición de refugiado. Aún no ha obtenido respuesta.
Hassan tiene 32 años. Dice que se dio cuenta que era gay con siete u ocho años. Que ya de pequeño le encantaba vestirse con los zapatos y la ropa de su madre. Pero que llevó su condición de homosexual en silencio durante muchos años. "Simulando, siempre simulando" ser lo que no era. Esta mañana proclamaba, con nombre y apellido, su condición de gay para denunciar que todavía hay países que castigan la homosexualidad con la pena de muerte.
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