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Combatir el sedentarismo desde la educación infantil en Málaga

  • Un estudio de la UMA se aproxima a las mejores metodologías para combatir los malos hábitos relacionados con el ejercicio entre los 3 y los 5 años

Niños juegan en el patio de un colegio.

Niños juegan en el patio de un colegio. / M. H. (Málaga)

Los niños han dejado de jugar al volver del colegio. Ahora pasan el tiempo en el sofá o en la silla gaming delante de las pantallas. Desde que en las plazas han dejado de verse balones y bicicletas ha aumentado el sobrepeso infantil y eso preocupa a la OMS, que viene alertando de que los niños ya no cubren el tiempo recomendado al día de ejercicio moderado o vigoroso. Por eso Adriana Nielsen y Ramón Romance, dos investigadores de Didáctica de la Expresión de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga han realizado un estudio para aproximarse a las metodologías educativas que más desarrollen la motricidad de los pequeños mediante el ejercicio físico.

La primera infancia –entre los 3 y los 5 años– es una etapa crucial en el desarrollo físico, afectivo, psíquico y social de los niños, “en el que se debe enfatizar en el desarrollo de las habilidades motrices básicas”, destaca Nielsen. Porque aquello de mens sana in corpore sano toma aún más relevancia en la infancia, “el ejercicio físico no sólo es beneficioso a nivel externo, sino que también está relacionada con un mejor rendimiento académico y tiene beneficios a nivel cognitivo en los niños”, asegura la investigadora.

Hasta ahora la mayoría de investigaciones en este ámbito relacionaban únicamente la actividad física con una buena forma física y un peso saludable, quedando relegados los estudios que la relacionan con el rendimiento cognitivo y académico, de ahí la importancia de este estudio realizado en la Universidad de Málaga. “Las funciones cerebrales y los procesos mentales dependen de un componente motor existente en todo acto cognitivo que es imprescindible para su correcto desarrollo desde una edad temprana”, subrayan los investigadores. Este impacto de la actividad física se da a través de diferentes mecanismos y procesos.

En primer lugar, durante la realización del ejercicio aumenta el flujo sanguíneo cerebral, lo que conlleva un incremento de la oxigenación y del suministro de glucosa a ciertas áreas neuronales “muy relacionadas con el procesamiento de origen superior y el razonamiento”, además de consolidar la memoria.

Alertan los investigadores de la Universidad de Málaga que no todo el ejercicio físico es carne magra, “no todas las formas de ejercicio benefician por igual a la función ejecutiva, siendo el ejercicio que requiere de un mayor compromiso cognitivo el que parece tener un efecto más fuerte en la misma”.

La actividad física en la infancia también se relaciona con un mejor rendimiento académico

Por ejemplo, la resolución de problemas que se produce durante el juego motor puede promover el funcionamiento ejecutivo, una habilidad de nivel superior que integra la atención-inhibición, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva o capacidad para cambiar entre tareas adaptándose a nuevos parámetros, además de otras funciones cognitivas como la planificación, la organización, la secuenciación y la toma de decisiones.

Por otra parte, la práctica de actividad física se ha demostrado que es uno de los posibles medios con los que podemos combatir la pandemia de la obesidad. “El incremento de la obesidad infantil es alarmante”, denuncian los investigadores. Según estudios realizados por países de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de obesidad infantil y juvenil en España (14,2%) es de las más altas de Europa, solo por detrás de la que registra Grecia (18%) y la de Italia (15,2%). Por sexos, el 39,2% de los chicos de entre 3 y 24 años presenta sobrepeso u obesidad frente al 28,4% de las chicas de esa misma edad.

Esto es especialmente preocupante porque los hábitos que se adquieren durante la primera infancia son fácilmente reproducibles durante el resto de la vida adulta, siendo especialmente difícil modificar los comportamientos una vez pasadas las edades tempranas.

La obesidad infantil en España es de un 14%, siendo una de las más altas de Europa

Por estos motivos, Nielsen y Romance centraron su investigación en qué metodologías educativas son más efectivas para cubrir lo máximo posible, el tiempo de ejercicio vigoroso que recomienda la OMS, “para que los niños cubran en el colegio la mayor parte del ejercicio diario, sabiendo que en casa son cada vez menos los que salen a la calle a jugar”, destaca Romance.

Para ello estudiaron la metodología de los colegios Maruja Mallo en Alhaurín de la Torre, Virgen Inmaculada Santa María de la Victoria (Gamarra), El Divino Pastor en Málaga y María Zambrano en Mijas; quedando finalmente compuesta la muestra por un total de 156 niños (73 niñas y 83 niños) de entre 4 y 6 años. Eligieron estos colegios y no otros porque muestran una especial preocupación por la realización del ejercicio físico e implantan metodologías educativas que difieren de la clásica en este sentido.

De ahí destacan que “una estrategia para aumentar la actividad física durante la jornada escolar consiste en la inclusión de programas de integración del movimiento. Éstos programas se basan en la introducción de actividad física de cualquier nivel de intensidad durante el tiempo de clase o a modo de descansos activos”.

Una de las metodologías que más han convencido a los investigadores para aumentar la actividad física es la de ambientes, que consiste en en la posibilidad de compartir los espacios (aulas, patio, huerto, biblioteca, etc.), que previamente han sido preparados por el profesorado para favorecer diferentes experiencias de enseñanza y aprendizaje. “Así los niños se van moviendo por los distintos ambientes y relacionándose con ellos y es durante esta interacción cuando desarrollan las actividades físicas”, destaca Nielsen.

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