Comienza la vacunación infantil en Málaga: “¿Duele mucho, Eric? No, no, nada”

Se espera inocular a 55.000 niños entre 9 y 11 años en centros de salud y puntos externos

Un niño se pone la vacuna contra el Covid.
Un niño se pone la vacuna contra el Covid. / Javier Albiñana

A las 17:30 la cola junto al punto de vacunación de El Palo ya era extensa. A las 18 horas empezaban a pasar los primeros niños de entre 9 y 11 a vacunarse. Mientras el segundo niño en inocularse bajaba las escaleras ya le acosaban las preguntas de sus compañeros y amigos: “¿Pero duele mucho, Eric? ¿Cómo estás? A ver, pellízcame cuánto duele”, a la curiosidad se le unía la gallardía incipiente y Eric levantando la cabeza e inflando el pecho negaba y volvía a negar: “No, no duele nada. Mira así, no más”, mientras movía la cabeza de lado a lado para apoyar su posición.

Venía Eric a compensar los clamores y blasfemias de la chica que bajó primero: “esto duele muchísimo, mamá, muchísimo”, se quejaba entre improperio e improperio. “Nada, hija, si eso no es nada”, trataba de calmarla madre.

Este miércoles ha comenzado la vacunación de niños nacidos entre 2010 y 2012 –también la de aquellos nacidos en 2009 que no hubiesen cumplido 12 años en el momento de la vacunación y los mayores de cinco con enfermedades crónicas– en Andalucía. Para ello la Junta ha recibido una primera remesa de 266.000 vacunas Pfizer pediátricas, que se caracterizan por tener un 30% menos de carga. De ellos, 55.000 se espera que sean malagueños.

Apuntaban los enfermeros que la vacunación en niños tiene algo más de dificultad al tener estos poca masa muscular, pero que “no es ningún inconveniente con experiencia”.

En la cola esperando a la vacunación se veían niños jugando con globos medio deshinchados, muchos uniformes escolares y algún berrinche puntual, que nada tenía que ver con la vacuna. Los padres, además estaban bastante seguros, Patricia incluso consultaba si podía vacunar también a su hija mediana “que sólo le quedan tres semanas para cumplir la edad”, a lo que la enfermera ha tenido que negarse.

Estaba completamente segura Patricia a la hora de vacunar a sus hijos y por eso estaba de las primeras haciendo cola antes de que se abriera el horario de vacunación, “en casa todos nos hemos vacunado en cuanto hemos podido y en cuanto nos han dejado hemos venido a vacunar a los niños también, es el camino”.

Esther, por su parte acompañaba a su hijo de diez años, que aseguraba “no tener miedo al pinchazo”, ella, por su parte, tampoco ha dudado, “si los científicos y los médicos han dicho que es bueno, ¿quiénes somos para decir lo contrario?”.

La Asociación Española de Pediatría pidió que “todos los niños se vacunasen” en noviembre después de que la Agencia Europea del Medicamento aprobase la inoculación para niños de entre 5 y 11 años.

Las vacunas pediátricas se diferencian de las normales por el color naranja.
Las vacunas pediátricas se diferencian de las normales por el color naranja. / Javier Albiñana

Desde la asociación dan varios motivos que refuerzan su posición, el primero de ellos es “el derecho del niño a su protección individual” frente al Covid, porque recuerdan que aunque “en general a estas edades es leve puede complicarse en ocasiones”. El segundo de estos motivos tiene que ver con el interés público, es decir, para “lograr la inmunidad de grupo o rebaño y reducir la circulación del SARS-COV-2 y la aparición de nuevas variantes”.

Además, abogan porque esta inoculación en niños de entre 5 y 11 años es una forma de “conseguir y mantener espacios educativos seguros, que permitan la normalización de la escolarización y las relaciones interpersonales de los niños, con el consiguiente bienestar psicoemocional”.

Los niños no dejan de ser niños, cosa que se apreciaba en la cola junto al punto de vacunación, algunos intentaba hacer d cualquier cosa esférica un balón que patear junto a sus compañeros, otros se reunían en corrillos y dejaban que sus padres guardaran el sitio hasta ser llamados, los últimos preguntaban y volvían a preguntar a sus padres: “¿Duele mucho?”. Respondía Eric: “No, no duele”.

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