Daños colaterales
Discapacidad
El ser humano siempre tiene tendencia a buscar cualquier excusa que no le haga sentir mal, consiguiendo así el necesitado consuelo que nos haga mejorar nuestra autoestima
ASUMIMOS con demasiada tranquilidad el daño colateral que puede producirse ante cualquier situación de entidad superior. Muestra una vez más la relatividad con la que percibimos las cosas. Y es que uno es más o menos inteligente, solvente o guapo, en función de con quien se compare. Aunque realmente los conceptos que usamos como ejemplo tienen definición propia y uno es, o no es por definición, aunque el grado sí sea relativo. Sin embargo, el ser humano tiene tendencia a buscar cualquier excusa que no le haga sentir mal, siempre podremos compararnos con alguien que padezca, viva o sufra una situación aparentemente peor que la nuestra, consiguiendo así el necesitado consuelo que nos haga mejorar nuestra autoestima.
Cada fin de semana oímos, por ejemplo, el número de fallecidos en accidente de trafico, y rara vez, nos informan de la cifra de víctimas en estado grave. Probablemente, muchas de ellas salven su vida y con más o menos secuelas podrán continuarlas, que siempre es mejor que cualquier otra situación, pero pasamos desapercibidos por el hecho traumático de un mal mayor, aquellos que la pierden.
Algo parecido ocurre con los accidentes laborales, donde hasta el día de hoy, cientos de personas han perdido la vida y junto a ellos, otros han visto cómo éstas daban un giro de 180 grados, al sufrir graves secuelas, y donde podemos ver desde amputaciones a lesiones medulares, pasando por perdidas auditivas o visuales que han sido portada de algún informativo que otro, pero no por la discapacidad originada, sino por la denuncia de ilegalidad de la víctima, de la relación laboral que le unía al empresario, o por cualquier otra anormalidad, que sumamos al daño personal.
Como éstos, podemos encontrar más ejemplos de personas que han padecido secuelas de cualquier tipo por acciones más violentas y que han conseguido salvar sus vidas, aunque hayan tenido que aprender a vivir con algunas diferencias, y de las que siempre queda la sensación de mal menor, de salvación, de al menos, estar vivos.
Y es cierto, estamos vivos, cada vez más vivos, porque las condiciones de seguridad, las acciones de prevención de accidentes, los adelantos médicos, etcétera permiten que disminuyan las cifras de fallecidos, aunque lamentablemente no ocurra lo mismo con las víctimas graves. No hace muchos días hablábamos sobre las condiciones de accesibilidad de EEUU y relatábamos la normalización social que allí existe en este sentido. Claro que muchas personas con discapacidad en los 70 fueron daños colaterales de guerras injustificadas, y fueron recibidos como héroes por defender a su país, y era totalmente impensable no proporcionarles las condiciones de igualdad que necesitaban.
Fueron consecuencia, de seguramente acciones injustificadas, pero la mentalidad de unidad y de empatía hace que hoy en día sean ejemplo de normalización.
A este lado del Atlántico, somos también víctimas de situaciones injustas y, sin embargo, somos ejemplo de derechos sin desarrollar, de normalizaciones futuras, pero algún día, sin necesidad de guerra, nos quitarán la mano que nos protege de ese mundo exterior del que estamos deseando formar parte, aunque muchos seamos para otros, sólo daños colaterales.
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