Descalzos Viejos ultima la venta de sus vinos en Estados Unidos

La bodega rondeña, ubicada en un convento trinitario del siglo XVI, se ha hecho un hueco en Europa gracias a las visitas turísticas

Francisco Retamero, uno de los dos propietarios de la empresa, posa en el interior de la bodega para este diario.
Francisco Retamero, uno de los dos propietarios de la empresa, posa en el interior de la bodega para este diario.
Ángel Recio Málaga

18 de octubre 2015 - 01:00

La bodega rondeña Descalzos Viejos empieza a apostar fuerte por la internacionalización. Hasta ahora ha exportado sus caldos a varios países europeos, pero de forma personalizada y directa, es decir, a personas concretas que conocían sus tintos y blancos y que han creado clubes de vino, vinotecas o simplemente querían compartirlo con los amigos en sus países de origen. No obstante, la empresa se ha tomado más en serio la salida al exterior y, a través de una agencia de exportación, está en contacto con distribuidores de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica o Taiwán. El siguiente reto es entrar en el difícil mercado de Estados Unidos. "Ya hemos mandado algunas botellas y hay empresas distribuidoras interesadas", explica Francisco Retamero, propietario de la empresa.

La exportación es importante porque les permite comercializar sus vinos de mayor calidad, ya que en España, según explica el bodeguero, "vendemos los más económicos". Descalzos Viejos elabora siete tipo de vinos con precios que oscilan entre los 9 y los 35 euros y en Europa adquieren los de mayor coste. "En estos países son baratos en comparación con otros y valoran que hagamos agricultura ecológica, que todo esté muy cuidado y sea artesanal", prosigue.

La historia de esta empresa es más que curiosa. De hecho, sus dos propietarios -Francisco Retamero y Flavio Salesi- son arquitectos y lo compaginan con la labor de bodegueros casi de casualidad. En 1998 le compraron un convento trinitario, datado en 1505 y ubicado junto al Tajo de Ronda, al concertista colombiano Rafael Puyana. "Queríamos rehabilitarlo, pero vimos que además del convento había 16 hectáreas de tierra abandonada. Había olivar, pero estaba viejo y mal, con muchos árboles no productivos. En el año 2000 se hablaba de la denominación de origen Sierras de Málaga para tintos y blancos, estudiamos la historia del lugar y vimos que en el siglo XIX había viñas, por lo que decidimos recuperar no solo el edificio sino también el cultivo. Lo hicimos de forma casi temeraria y sin pensarlo muy bien", recuerda entre risas.

Tuvieron que formarse, hacer cursos de enología, ir a muchas ferias especializadas y ponerse en manos de un enólogo. Empezaron en 2000 con dos hectáreas y obtuvieron su primera producción en 2004. Pero el primer gran salto lo dieron en 2010. Se presentaron al Mundial de Bruselas y ganaron la medalla de oro con uno de sus caldos. En 2011 volvieron y, en esta ocasión, obtuvieron la gran medalla de oro entre más de 7.000 participantes. A eso hay que añadirle que en 2012 un sumiller de El Bulli, David Seijas, publicó un libro recomendando 113 vinos de todo el mundo para degustar en 2013 e incluyó el de esta bodega rondeña. "Era un viñedo joven pero llamó la atención. Sin proponérnoslo íbamos adquiriendo prestigio y cuando acudíamos a las ferias internacionales cada vez había más bodegueros que nos conocían y que querían probar lo que estábamos haciendo", relata Retamero.

El boca a boca ha sido fundamental. Pero también la idea de abrir el convento al turismo e, incluso, realizar todo tipo de actividades culturales en él. Reciben 3.000 visitas al año y el 65% son de extranjeros. Les enseñan el convento, los jardines, los huertos... El visitante sale encantado con la experiencia y, de paso, se suele llevar alguna botella. A muchos de estos extranjeros les encantó y se pusieron en contacto con la bodega para que les enviaran más a sus respectivos domicilios.

Descalzos Viejos, que debe su nombre a que en el siglo XVII fueron los trinitarios ancianos los que se hicieron cargo del convento tras numerosas catástrofes, tiene 10 hectáreas de viñedo en las que produce entre 30.000 y 40.000 botellas anuales. Son vinos especiales, de corta tirada, que no se pueden encontrar en los supermercados porque, según explica Retamero, "no tenemos volumen para eso". Facturan en torno a 150.000 euros al año y tienen en mente dejar la iglesia para la barrica y sala de conciertos y trasladar los depósitos a un nuevo edificio. Supone una inversión de 400.000 euros, pero no lo pueden hacer hasta que no se apruebe el PGOU de Ronda. "Llevamos diez años de tramitación", dice Retamero con la resignación propia de alguno de los monjes que vivieron en esta joya arquitectónica hace siglos.

stats