Disfrutar cabeza abajo
3dosis de adrenalina
Más de un centenar de carricoches entretienen a todas las edades
Neones luminosos con multitud de colores arbitrarios, música que atrae e invita a quedarse y las voces de los feriantes, que con soltura canturrean alguna de sus típicas frases para animar el ambiente. Así se presenta la otra parte de la Feria, la del parque temático del Real Cortijo de Torres. Los puestos de tómbolas, tiros al plato y más de cien atracciones se disponen ordenadas en la gran explanada para divertir a los más pequeños, retar a los más jóvenes y ayudar a los mayores a evocar tiempos pasados. Todos tienen cabida para divertirse sin límites en la Feria. Niños, adolescentes y padres, no importa la edad cuando se trata de pasarlo bien.
Se puede subir al cielo en la noria, disfrutar del tirachinas o del látigo, reír en el tren de la bruja, evitar (o no) al resto de usuarios de los coches de choque. Un lugar donde encontrar un sinfín de opciones para pasar un buen rato. Los precios, como en los últimos años, oscilan entre los tres y cinco euros. Como tradición, el domingo 21 de agosto, se celebrará el día del niño, en el que los carricoches serán más económicos. "Aprovechamos siempre esos días para que las niñas disfruten de más atracciones", explicaba Alberto junto a su mujer mientras vigilaban a sus hijas montadas en los caballos blancos y rosas del tiovivo.
Unos pasos más abajo, Elena, con móvil en mano, saludaba y grababa a alguien en el Sapo Loco. "Yo no puedo montarme ahí, me mareo solo de verlo", comentaba un tanto nerviosa. Desde abajo esperaba angustiada a que su marido y su hija disfrutaran del paseo. "Le vuelven loca estos cacharros, lo habrá sacado de su padre porque de mí seguro que no", afirmaba jocosa.
Atracciones hay para todos los gustos y todas las edades, para los más tranquilos y para los más atrevidos. En algunas el requisito mínimo es que tengas más 8 años y en otras que midas más de 1,40 centímetros. Para los pequeños de la casa están Aladin, el Gusano Loco, las camas elásticas o las piscinas de bolas. Si hablamos de castillos hinchables, los hay de todos los colores y de muchos personajes: Bob Esponja, Disney y los superhéroes nunca fallan. Entre las familiares arrasan las que cuentan con el plusdel agua. Las Cataratas o los Rápidos son las más tradicionales.
Los más osados hacían largas colas para subir al Extrem, Aladelta o la Barca vikinga, atracciones que aumentan el ritmo cardíaco y quitan el aliento por unos segundos. Unas de las más concurridas esGigantXXL. Los que se suben se agarran las manos entre ellos, sonríen nerviosos y suspiran con los ojos cerrados, mientras la adrenalina se prepara ansiosa en la línea de partida esperando el pistoletazo de salida. En cuestión de segundos la atracción se pone en marcha y una gran barra metálica se eleva a 53 metros del suelo girando en el sentido de las agujas del reloj, el viaje cesa pasados dos minutos. Tampoco faltan los populares pasajes del terror, para aquellos que le gustan pasar miedo. De algún que otro salía del interior una melodía en la que un coro de voces inocentes recitaba de forma siniestra una cantinela que ponía en vello de punta. "El siervo de la oscuridad controla todas las entradas, salidas y pasadizos secretos del recinto", así rezaba el cartel de El Templo del Mal.
Para los que tienen buena puntería y precisión siempre pueden pasarse por algunos de los salones de juegos, en los que pinchar más de un globo o meter algún que otro gol puede tener peludos premios. "Toma inténtalo tú", pedía un niña a su compañera mientras le entregada un dardo, esperando que la otra tuviera más suerte que ella. Una pareja de hermanos celebraban el gol victorioso que les entregaba la serpiente de peluche que tanto habían esperado.
Con los amigos, con la familia o en pareja. Muchos disfrutan lo que algunos llaman "la otra feria", la que entre sus luces de colores, bullicio de gente y sonidos del claxon, recoge la esencia de la Feria de verdad, la de toda la vida.
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