Málaga

Duelo por los vecinos del Centro

  • La Asociación Centro Antiguo escenifica un entierro para denunciar la proliferación de viviendas turísticas

  • Más de la mitad son ilegales y superan las plazas hoteleras, según denuncian

Escenificación para denunciar las viviendas turísticas del Centro.

Escenificación para denunciar las viviendas turísticas del Centro. / L. G.

Un puñado de lloronas de riguroso negro y algo cotillas lamentaban este viernes la muerte de la última vecina del Centro. La Plaza de Uncibay fue el improvisado tanatorio. En una de las coronas puestas a los pies del ataúd podía leerse:“Airbnb agradece tu salida”.

La escenificación fue promovida por la Asociación de Vecinos del Centro Antiguo para denunciar el problema que generan las viviendas turísticas. Una iniciativa llamativa que causó sorpresa entre muchos lugareños y, como no, extranjeros que paseaban por el lugar.

Una de las dolientes repartía esquelas para que se supieran las causas de la muerte: “El alcalde, socios de gobierno, Corporación municipal, fondos buitres, franquicias y Airbnb”. Muchos de los escritos estaban en inglés. “Total, aquí sólo hay guiris”, justificaba una de las participantes en el entierro-denuncia.

Con este duelo por los vecinos del Centro, la asociación alertaba que en esta zona de la ciudad ya hay unas 2.000 viviendas turísticas, con alrededor de 9.000 plazas. Hace dos años, había 1.300 viviendas de este tipo.

Inquilinos denuncian presiones para que se vayan o precios inasumibles del alquiler

Asunción Moreno, miembro de la Asociación Centro Antiguo y de la Plataforma Derecho a Dormir, denunciaba que el número de plazas de las viviendas turísticas ya superan las hoteleras y que en torno a la mitad son ilegales. “Y todo es por dejadez. Se debe regular y tiene que haber una labor inspectora”, reclamaba.

Las lloronas escenificaban la despedida a su vecina y otros residentes del Centro las acompañaban también vestidos de luto para respaldar la singular representación. “Esto es un genocidio vecinal”, se quejaba María José, que no quería dar su apellido, pero aclaraba que no pertenecía a ningún partido ni a ninguna asociación. Aunque no iba de negro como otros vecinos, allí estaba certificando que la gentrificación del Centro está colmando la paciencia de sus habitantes de toda la vida.

Una de las dolientes hacía, entre llantos, la retahíla de pérdidas: la tienda de ultramarinos sustituida por una de alquileres de segways, la mercería por un comercio de sushi y la ferretería por un negocio de souvenirs. “Ha muerto la última vecina del Centro afectada por la epidemia de apartamentos turísticos”, proclamaba la llorona.

Francisco Machuca, miembro del Sindicato de Inquilinos, denunciaba que el auge de las viviendas turísticas está provocando una subida desorbitada de los alquileres y presiones de los propietarios hacia sus arrendatarios. “Nos presionan para que nos vayamos o nos ponen alquileres a niveles inasumibles”, aseguraba. Así los arrendadores echan a los inquilinos actuales para poner precios más altos.

El simbólico entierro de este viernes era por la última vecina del Centro. “Pero en El Perchel, La Trinidad o Cruz de Humilladero están en la UCI”, comparaba Machuca. Este representante del Sindicato de Inquilinos denunciaba además que el problema no sólo son las viviendas turísticas, sino los fondos de inversión que están comprando viviendas y cerrándolas para elevar los precios del alquiler.

En el velorio, las amigas de la difunta dieron un repaso a todos los males del centro. Una se quejaba entre sollozos de que ya no podía ni ir a comprar pescado tranquila al mercado porque temía a los patinetes.

Una mujer mayor, despistada, que no tenía ni idea de la escenificación, se acercó con prudencia preguntando en voz baja y sin dar crédito a que en la céntrica plaza se estuviera celebrando un velorio:–¿Se ha muerto alguien?–Es una representación teatral por cómo se está poniendo el Centro con las viviendas turísticas–, le explicó una de las participantes en la escenificación. –¿Usted dónde vive?, le preguntó una periodista a la mujer despistada que no terminaba de entender ni la representación ni la presencia de la prensa. –Yo, en el Paseo Marítimo, contestó. Entonces la llorona se giró hacia ella y, vaticinando que el problema se irá extendiendo como una mancha de aceite por toda la ciudad, le dijo con ironía:–Tranquila señora que todo llegará.

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