“España no aprovecha bien la imagen idílica que tiene en Asia”

sulhee kim. Diplomática de Corea del sur

La diplomática coreana pudo ir a cualquier parte del planeta para disfrutar su beca de estudios, pero eligió Málaga en reconocimiento al trabajo que hace esta universidad, que ha consolidado un grado en Estudios Asiáticos.

Sulhee Kim, el lunes pasado, en el paseo marítimo de El Palo.
Sulhee Kim, el lunes pasado, en el paseo marítimo de El Palo. / Javier Albiñana
Encarna Maldonado

Málaga, 27 de noviembre 2016 - 05:30

España y Corea del Sur comparten una población similar, un pasado marcado por el conflicto bélico, una democracia joven y, en los últimos meses, cierto ruido de fondo relacionado con la corrupción. Hasta aquí llegan las similitudes con la décimo primera economía mundial, que solo tiene un 3,6% de paro, superávit en sus cuentas públicas, un endeudamiento que apenas representa el 40% del español, un desarrollo tecnológico que ha dejado pasmado a medio mundo y una posición geoestratégica profundamente complicada por la alargada sombra de su vecino del norte. Tan densa es esa inquietud que durante las últimas décadas ha concentrado la atención de las grandes potencias en la región: Japón, China, Rusia y Estados Unidos. Ahora, con los cambios confesos y temidos que implica el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, la dureza de un halcón del calibre del ruso Vladímir Putin y las ansias nacionalistas desplegadas en el Mar de China por Xi Jinping ser diplomático surcoreano parece una profesión de riesgo. Sulkhee Kim (Seúl, 1974) nunca barajó ser diplomática. Fue una profesión que prácticamente la asaltó cuando trabajaba en el servicio público de noticias en español de Corea. Habla un castellano delicioso, aprendido en su adolescencia y primera juventud en Madrid, donde vivió 10 años y estudió Derecho. Su dominio de la lengua de Cervantes recoge los aromas latinos que le han regalado primero Venezuela y después Colombia, donde es secretaria segunda de la Embajada de su país. Durante un año vive en Málaga, la ciudad que escogió para disfrutar una beca de su Gobierno.

–¿Cómo son las relaciones entre España y Corea del Sur?

–Diplomáticamente hablando excelentes, aunque desde mi perspectiva la diplomacia española está muy enfocada hacia la Unión Europea y Latinoamérica. Hay poco personal y poco interés en Asia. Siempre pongo el ejemplo de Buenos Aires que está a 12 horas de avión de Madrid, igual que Seúl, pero la distancia psicológica con Corea es más grande.

–¿Perdemos oportunidades?

–Sí, de hecho los asiáticos están muy interesados en conocer España, tienen una idea idílica de este país y cuando lo conocen, lo aman. En Corea se hizo una encuesta para preguntar a qué país de los que habían visitado les gustaría volver y el número uno fue España. La imagen de España es muy positiva en toda Asia.

–¿Cómo se ve España desde allí?

–Como un país con mucho patrimonio cultural, gastronomía y un idioma importante. La gente que conoce un poco más aprecia la diversidad. Por ejemplo, a los coreanos les encanta el Camino de Santiago, se han publicado un montón de libros, porque hacemos publicidad de España entre nosotros, sin que ningún español ni España lo hagan. Por ejemplo, tenemos tres vuelos directos a la semana entre Seúl y Madrid que siempre van llenos pese a que España no tiene oficina de turismo en Seúl.

–¿Sabemos aprovechar esa buena imagen?

–Todavía no, podría aprovecharse muchísimo más de la imagen idílica que tiene en Asia si pusiera más personal en la promoción. Veamos el caso del vino. El que se consume en Corea es chileno. Chile entró muy fuerte y con precios muy competitivos, mientras el vino español que llega o es muy malo, tanto que ni se vende en España, o es muy muy caro y está solo en algunos restaurantes. España tiene grandes vinos que podrían ser muy competitivos porque los asiáticos estamos aprendiendo a beber buen vino, pero no llegan. Mi país tiene 50 millones de habitantes en la octava parte del territorio español, lo que nos obliga a importar muchos alimentos. Importamos de España carne porcina, aceite y zumo de naranja a granel, pero el empresario español ve Asia como un mercado complicado y lo evita, mientras allí compramos kiwi y uvas de Chile, calamar de Perú y así un montón de cosas.

–O sea que los países latinoamericanos se han adelantado.

–Sí, son mucho más activos en Asia sobre todo los que están en el Pacífico.

–En 2005 ingresó en la carrera diplomática y su primer destino fue Madrid, la ciudad donde había vivido 10 años, pero luego se fue a Venezuela y aquello debió ser otra cosa...

–Era la última época del presidente Chaves, estando ya enfermo. Cuando me destinaron a Venezuela tenía muchos prejuicios, pero tengo varias realidades que contar. La geopolítica es muy complicada y la seguridad ciudadana es un problema muy grande, pero a nivel personal tuve una época bonita porque a causa la complejidad del ambiente social y político la gente se une para salir y tuve la oportunidad para hacer muy buenos amigos. Siempre digo que Venezuela es un gran país.

"Nadie estaba preparado para Trump. Dijo que quiere ver al líder norcoreano y es capaz de plantearlo”

–¿Está tan mal como se cuenta en España?

–Sí. Yo estuve a punto de ser secuestrada. Todo el mundo conoce a alguien que fue secuestrado o asesinado, lo que pasa es que cuando vives allí te acostumbras allí. La realidad que te rodea es tan tan dura que te vuelves un poco fría ante el número de asesinatos o secuestros... Se pierde la noción.

–¿Después en Colombia ha tenido la oportunidad de vivir el complicado proceso de paz?

–Después de Venezuela regresé a Corea y estuve año y medio en el Ministerio, hasta que salí para Colombia. La verdad es que es un país que está muy bien. En Venezuela se vendía una imagen muy negativa de Colombia y llegué con cierta preocupación. Sin embargo, la seguridad ciudadana es mucho más estable de los prejuicios que se tienen, la gente es muy amable y trabajadora. Yo vivía en Bogotá, que en la época colonial era el centro estratégico y todavía se nota. Los bogotanos son más tradicionales y están más españolizados, por ejemplo, que los venezolanos, que son más caribeños. Respecto al proceso de paz, que por supuesto apoyo, también entiendo que haya una opinión pública fuerte formada por todos los que fueron víctimas de la guerrilla.

–¿Cómo y por qué llega a Málaga?

–En Corea tenemos un sistema competitivo de becas internas para la formación de los diplomáticos. Cada año se selecciona un número de personas. Estando en Colombia la solicité porque hasta ahora he vivido el trabajo de calle y tenía interés en conocer la perspectiva académica e histórica que desde los despachos no se ve. La beca me permitía ir a cualquier parte del mundo. A Estados Unidos, a Inglaterra, a México, a donde quisiera...

–¡Y se vino aquí!

–La gente me decía, ¿ese no es un sitio de vacaciones? Aquí es donde entra Antonio Doménech [responsable del programa sobre Corea de la Universidad de Málaga]. Cuando trabajaba en la Embajada de Corea en Madrid, él junto a Fernando Wulff [profesor de la UMA] y José Ángel Narváez, entonces vicerrector y ahora rector, empezaron los esfuerzos para crear los estudios asiáticos en la Universidad de Málaga. En esa época tuve muy buena relación con esta universidad, visité la ciudad y conocí gente que hacía muy buen trabajo, que mostraban una gran lealtad y calidez humana. El año pasado hubo un simposio sobre estudios coreanos e iberoamericanos y me invitaron. Vine desde Colombia. Estando aquí dije que en mi año sabático me quería venir. Lo dije un poco así, pero la verdad es que prefería venir a Málaga, a esta universidad y con esta buena gente, en vez de ir a Madrid o Barcelona, megaurbes que a nivel personal me aportan menos.

–El factor humano entonces.

–También porque me siento muy orgullosa de haber participado en la fase inicial en los estudios coreanos que se han creado con tanta fuerza en la Universidad de Málaga, consolidados con un grado oficial que siguen 200 alumnos, gracias en gran parte al trabajo de Antonio Doménech, que pasó épocas malas para sacar adelante estos estudios, pero ahora se han consolidado de tal forma que las universidades latinoamericanas lo están mirando como un modelo a seguir.

–¿¡Sí!?

–Los estudios coreanos en otras universidades están centrados en un profesor que da una asignatura optativa sin la fuerza de un grado como sucede aquí. He visto profesores que se dedican a Corea pero por beneficio propio para tener viajes, becas o fondos para investigar pero la Universidad de Málaga ha hecho algo serio y permanente. Desde aquí la gente no lo aprecia, pero yo he trabajado en otros países, he estado en la sección cultural y académica de la Embajada de Corea en Madrid y puedo decir que esta es una de las universidades más activas en internacionalización. No es por hacer la pelota, es que es así. Si estoy aquí es porque quiero que todo el mundo sepa el trabajo que el trabajo que hace la Universidad de Málaga sobre Corea es un modelo a seguir que de hecho ya están viendo las universidades latinoamericanas.

"Si estoy aquí es porque quiero que todo el mundo sepa el trabajo que se hace en la Universidad de Málaga”

–En agosto cumplirá un año en Málaga. ¿Después qué?

–Probablemente vuelva a Latinoamérica. Me gustaría quedarme en la Embajada en Madrid, pero es complicado.

–¿Le apetece?

–En Latinoamérica se vive muy bien, se disfruta y se viaja mucho, aunque siendo mujer y viviendo sola... Por ejemplo, no puedes pasear sola y siempre te preguntan si tienes pareja, si tienes hijos...

–¿Corea no es machista?

–Claro, por supuesto pero la sociedad está cambiando muchísimo y rápido. Los jóvenes no se casan tanto, no tienen tantos hijos, el nivel de divorcios es alto y, como ocurre aquí, es una sociedad muy matriarcal. La economía de la casa la llevan las madres. El hombre manda mucho pero el papel de la mujer en la familia es muy fuerte. Hay una dualidad entre lo social y lo familiar e interpersonal.

–En este momento la diplomacia parece un oficio de alto riesgo, con Trump, Boris Johnson, Putin y más en Corea, con ese vecino en el norte y la tensión entre China y Japón.

–Corea es un país geopolíticamente muy complicado. Además, nadie estaba preparado para que Trump fuese Trump. Ha dicho, por ejemplo, que quiere verse con el líder norcoreano y es capaz de plantearlo. También ha dicho que por qué tiene que ser Estados Unidos quien tenga bases en Corea y Japón por si hay una emergencia motivada por Corea del Norte. Hay mucha incertidumbre, nadie sabe qué pasará.

–La política exterior de su país es bien compleja...

–Desde la guerra, la política de la diplomacia coreana está muy limitada por la geopolítica de las grandes potencias de la región: Japón, China, Rusia y Estados Unidos. Cuando se habla de la paz entre Corea del Norte y del Sur, no hay un diálogo directo. Hace unos años hubo lo que se llamó la mesa sixpartita para hablar de la paz porque además de las dos coreas, participaban todos estos países. Nuestra política exterior muy influenciada y es normal que haya ahora incertidumbre.

–¿Cómo se vive la presencia amenazante de Corea del Norte?

–La gente tiene pena y miedo pero ya suavizado por la costumbre. Cuando hay bombardeos hay más alarma internacional que entre la población. Decimos, ah bueno, otra vez. La gente se ha acostumbrado a vivir así, pero es una amenaza permanente de hecho. Ahora también llegan muchos desertores del Norte y nos llega más la realidad de cómo se vive allí. La situación es surrealista porque Corea del Sur es un país puntero y el mismo pueblo, al otro lado, está totalmente aislado, es pobre y las distancias en calidad social y educación son enormes.

–Un caso de laboratorio de cómo un mismo pueblo puede evolucionar en sentido opuesto según el Gobierno que tenga.

–Y a pesar de que después de la guerra Corea del Norte vivía mejor que Corea del Sur porque antes del conflicto estaban allí los grandes capitales, las empresas, las industrias, las minas, y tenían ayuda soviética hasta que en los 60 y 70 todo dio un vuelco. Estoy segura de que el norcoreano es igual de inteligente y trabajador que el surcoreano, pero viven en una autarquía. Un país no se puede sostener de esa forma.

–Durante los últimos años solo llegaban de Corea del Sur grandes noticias sobre su desarrollo, tecnología, economía, sus películas y el popular Gangnam Style, hasta que de pronto surgen otras noticias, con la Fiscalía investigando a la presidenta del país y protestas en la calle. Como diplomática ¿cómo vive estas turbulencias?

–Es una expresión de la madurez ciudadana. La gente se expresa pacíficamente. Sin entrar en el centro de la cuestión, que se verá en el juzgado, es un síntoma de madurez democrática.

–¿Qué le parece la vida en una ciudad como Málaga?

–Me sorprende que la gente esté tan relajada. Estuve hace dos semanas en Madrid y entré en shock. Málaga es una de las ciudades con mejor calidad de vida, aunque creo que la gente no es muy consciente de esa ventaja y lo ve normal.

–Algún pero habrá.

–El transporte público. Creo que las líneas de autobús no cubren bien toda la ciudad.

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