'FRIKIS' que devuelven a la vida los viejos PC
El colectivo Classic Game utiliza equipos viejos para disfrutar de sus aficiones Algunos de los ordenadores a los que han dado una segunda oportunidad los superan en edad


Forman el colectivo Classic Game y son amantes de la informática, los videojuegos y la cultura japonesa. O, por definirlos en una palabra, frikis, como ellos mismos se definen, que se reúnen cada semana para disfrutar de sus aficiones y dar rienda suelta a su imaginación.
Pero lo que diferencia a estos jóvenes de otros tantos que comparten sus mismas inquietudes es que un día decidieron poner su pasión y sus conocimientos al servicio del reciclaje informático, recuperando para su uso viejos equipos. Para ello se valen de lo que para la mayoría de la gente no son más que desechos y piezas obsoletas. "La gente tira a la basura cosas que no tiene ni idea que se pueden seguir utilizando", explica Abel Muñoz, uno de los fundadores del grupo.
De esta forma, en el local en el que se reúnen han llegado a acumular más de 20 equipos, algunos de ellos auténticas reliquias, que de otra forma hubieran acabado en el cementerio electrónico hace años. Algunos de los más llamativos son un modelo de Mac que fue uno de los primeros ordenadores personales que lanzó Apple o un Pentium II con 128 Mb que sigue presentando batalla a pesar de datar de finales de los años 90. "La mayoría de ordenadores tiene más años que nosotros", afirma Alejandro, otro de sus miembros. Y es que los más mayores apenas tienen 21 años.
Aquí no se busca configurar el ordenador más potente. Solo el hecho de conseguir arrancar uno de ellos ya supone un éxito. Y todo ello sin comprar ni una sola pieza nueva desde que empezaron a trabajar.
Una vez que logran poner en marcha sus circuitos de nuevo, el colectivo utiliza estos vetustos PC para diferentes fines. Desde llevarlos a salones de videojuegos para exponerlos al público hasta jugar entre ellos en red local, unas sesiones en la que no pueden faltar, como no podía ser de otra manera, los juegos más clásicos.
A base de mucho ingenio y de reutilizar muchas piezas, incluso han logrado construir una máquina recreativa, icono de una época que pese a apenas haberla conocido debido a su corta edad, les produce nostalgia.
El calificativo friki no solo no les ofende, sino que además se sienten orgullosos de él. Hasta tal punto que una de estas jóvenes, Carolina, luce un tatuaje en su muñeca que deja bien claro ante qué tipo de persona nos encontramos. Friki Inside, reza el diseño.
"Ser friki significa que no te guías por estereotipos, sino que sigues tu propio camino", explica Abel. "Todos somos un poco frikis de algo, pero esa etiqueta solo nos la ponen a nosotros", añade Gabriel, otro componente del colectivo.
Sin embargo, reconocen que el cine y la televisión no ha ayudado mucho a normalizar su imagen, ya que se les suele encasillar en unas características muy determinadas, cuando la realidad es bien distinta. "Compartimos algunas aficiones, pero luego cada uno tiene otras propias. A algunos nos gusta escribir, a otros dibujar, a otros leer manga o jugar al rol...", explican.
También extienden esta variedad dentro de su tribu a su forma de ser, especialmente en lo referente a su fama de poco sociales. "Algunos utilizan tus aficiones para insultarte, así que es normal que haya gente que deje de salir. Pero solo es cuestión de conocer gente afín a ti, porque entre nosotros sabemos que siempre nos vamos a aceptar", cuenta Abel.
El colectivo está formado por en torno a una veintena de jóvenes, aunque son ocho los que más implicados están en su día a día. Además de recuperar ordenadores y reunirse para jugar juntos, también organizan de forma periódica otras actividades. Desde una concentración zombie, que han celebrado ya en dos ocasiones con un gran éxito, hasta viajes a diferentes salones manga y de videojuegos, donde muchos de ellos acuden disfrazados de sus personajes preferidos, a bordo de lo que han bautizado como el frikibus.
La siguiente de estas expediciones tendrá lugar el mes que viene, y tras conseguir completar las plazas de un primer autobús, ahora intentan llenar un segundo. "No somos ni tan pocos ni tan raros como puede parecer. Hay hasta familias enteras que van a este tipo de eventos", concluyen.
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