Familias que enderezan vidas

La Delegación de Igualdad tiene 150 núcleos familiares para acogimiento de menores con medidas de protección · De ellos, 16 están dispuestos a acoger bebés y de inmediato

Ana María López (derecha), el bebé que ha acogido de urgencia y Marisa Alario, en la sede de Hogar Abierto.
Ana María López (derecha), el bebé que ha acogido de urgencia y Marisa Alario, en la sede de Hogar Abierto.
Leonor García / Málaga

11 de diciembre 2010 - 01:00

Entra un joven de 21 años por la puerta; alto, delgado, sonriente. Estudia ingeniería en otra provincia y viene a Málaga al cumpleaños de un hermano. Hace diez años, Marisa Alario lo tuvo 20 meses en acogimiento porque sus padres biológicos no eran idóneos en esa época para criarlo. Marisa y su familia le dieron un hogar a él y a otro hermano suyo en un momento en el que la vida se les había torcido. Así que este chaval tiene hermanos -los biológicos- y hermanos -los de acogida-. Ocho años después de aquella mala racha, mantiene el vínculo con la familia de acogida, vive entre su familia biológica y el piso de universitario y se ve que es feliz.

"Esto del acogimiento es algo tan grande... No es lo mismo estar en un centro donde te cuidan como a uno más que tener una familia", cuenta. No quiere que se diga su nombre. Parece un joven como los demás. Es un joven como los demás. En parte, gracias a que encontró una familia de acogida. Marisa tiene tres hijos biológicos. Pero cuando lo acogió a él y a su hermano todavía no tenía ninguno. "Ellos me enseñaron a ser madre", afirma. Ambos llevaban dos años en un centro de protección. "Llegaron y fueron derecho a ver el que sería su dormitorio. Al día siguiente, cuando me levanté y los vi allí, arropados, me sentí muy feliz", recuerda Marisa. Ahora tiene en acogimiento permanente a una niña de 9 años que vive con su familia desde los 2. Detrás de los niños dados en acogimiento hay historias dolorosas. Puede que la Junta haya decretado su desamparo porque sus padres son toxicómanos, padecen trastornos psiquiátricos, los maltratan o los inducen a la mendicidad. Puede que su madre haya renunciado a ellos nada más parirlos. Puede tantas cosas...

Ana María López también tiene acogido a un niño. Se lo dieron con 20 días y ahora tiene cinco meses. El crío está muy espabilado. Coge y tira los muñecos que hay sobre la mesa de Hogar Abierto, una entidad que colabora con la Junta de Andalucía en el acogimiento con familias ajenas (no biológicas). El mérito de Ana María -que tiene dos hijos biológicos ya criados- es que hace acogimiento de urgencia. Así se llama cuando las familias están dispuestas a recibir niños pequeños de inmediato. El bebé es el segundo que acoge. Cuenta que le dieron a este tres días antes de entregar al anterior. "Yo soy muy feliz porque ves que el niño se cría feliz. Mi marido está encantado. Somos como los abuelos. Te da pena el día que lo entregas, pero hacer esto te da mucha alegría y satisfacción", cuenta.

La familia que acoge a un niño nunca puede adoptarlo. La finalidad del acogimiento es que -mientras se intenta que el crío vuelva con sus padres biológicos, vaya a su familia extensa o sea dado en adopción- no esté en un centro de protección. "Yo no pienso en el día que tenga que entregarlos. Yo les doy el día a día, que se acuesten y se levanten con una familia. No son nuestros hijos, pero los vínculos existen y son bastante fuertes", reflexiona Marisa. De pronto el bebé refunfuña. Ana María sabe que quiere el biberón. Se levanta a preparárselo y el niño la sigue con la mirada por toda la sala de Hogar Abierto donde en otro momento se encuentran los niños acogidos con sus familias biológicas.

Marisa cuenta que cuando llegó la niña que tiene acogida venía con los ojos tristes, que tenía terrores nocturnos. "A los dos meses, la niña era otra", asegura. Lourdes Atienza, trabajadora social de Hogar Abierto, dice que en los algo más de dos años que lleva en esta institución ha visto pasar una veintena de críos, lo corrobora: "Llegan tristes y al cabo de un mes los ves felices, se transforman". El bebé que acoge Ana María es el retrato de la felicidad. Y más después de zamparse el biberón. Su madre postiza lo acurruca en el regazo y se miran fijamente con una ternura que conmueve.

Marisa incluso apunta que el acogimiento ayuda a los hijos biológicos a valorar la familia que tienen, a adquirir valores y a aprender a compartir con los hermanos. Mientras, Ana María intenta dormir al bebé. Antes le hace un arrumaco. "¡Ay, que me lo como!", le dice y él le contesta esa enternecedora risa que tienen todos los bebés. Después se le van cerrando los ojos bajo la atenta mirada de alguien que lo cuida y lo mima.

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