Fernando Arcas | Profesor de Historia Contemporánea de la UMA

La Desbandá: La Historia de Málaga en el Congreso

  • Perdimos cuarenta años en esa quiebra histórica, recuperados desde 1977, después de otra larga marcha de sacrificios de la oposición antifranquista

  • Por eso es tan peligroso el discurso que le arrebata a la historia su valor educativo y testimonial

Columna de personas de La Desbandá.

Columna de personas de La Desbandá.

De las muchas incógnitas aún por resolver sobre la Guerra Civil en Málaga, hay una que no lo es desde la publicación del folleto de Norman Bethune “El crimen de la carretera Málaga- Almería”. Aquél éxodo, que inauguraba otros que vendrían al final de la Guerra Civil y durante la II Guerra Mundial, está documentado suficientemente –su propia existencia ya merece su consideración como lugar de memoria para ser recordado (como el monumento de San Rafael o la capilla a las víctimas de la represión republicana en la Catedral de Málaga), para cumplir una función cívica del respeto a las víctimas de la Historia.

No se hace, en esta proposición del Partido Socialista al Congreso de los Diputados para que el éxodo de la Carretera de Almería en 1937 sea un lugar de memoria, más que incorporar al patrimonio memorial de los españoles, lo que viene enseñándose en escuelas, institutos y universidades, en la labor de cientos de instituciones culturales de todo tipo, desde la llegada de la democracia a nuestro país. Y en Málaga además, donde esta labor restauradora de la justicia histórica ha sido considerada ejemplar y modelo de consenso y madurez ciudadana para otros procesos parecidos.

La función memorial es cultural y cívica, y tiene que ver con lo que una sociedad considera que debe conmemorarse a lo largo del tiempo –incluso muchos años después de ocurridos los hechos-, porque son constitutivos de identidad colectiva, sirven, en el espacio público, para explicarse a ella misma. Esto es muy evidente en lo religioso –la pasión y muerte de Cristo y su imaginería en España-, en lo histórico -el descubrimiento de América o el dos de mayo-, o en lo más cercano provincial, las esculturas malagueñas de Larios y Heredia.

Los movimientos memoriales de las víctimas republicanas de la Guerra Civil española nacen para consolidar la convivencia democrática en España tras la Transición, reparando una dolorosa y cruel injusticia. Porque todas las víctimas nacionales recibieron ya este trato durante la Guerra Civil, la Posguerra, y además fue cultivada su memoria en monumentos (el principal, el valle de los Caídos), calles, plazas, celebraciones, y en el discurso político de la Dictadura, que se basó, hasta 1975, en la victoria sobre los vencidos y no en la Reconciliación, una palabra solo utilizada por la oposición antifranquista y nunca oída a Franco.

Sólo en España hay dudas de todo esto en la cultura histórica de la derecha, y aún más en la de la extrema derecha. Europa, sin embargo, es un auténtico paraíso de estos lugares de la memoria; hasta en la última aldea hay un espacio, mimado y respetado, en recuerdo de sus hijos caídos en la I o en la II Guerra Mundial. Y en esta última, luchadores contra el fascismo como soldados o en la resistencia. ¿Qué impide a las derechas españolas asumirlo?

Creo que está muy claro: es la dificultad de asimilar como cultura –ya que ha desaparecido la generación vinculada a él personalmente- el carácter dictatorial y represivo hasta el final, del régimen de Franco, al que se había entregado la gran mayoría de las derechas españolas desde la Guerra Civil, abandonando otros posibles referentes históricos liberales y democráticos. El franquismo de Vox –un partido que no comparte que fuese una dictadura ilegítima por el golpe de Estado contra la II República de su origen- es ya aprendido y sustentado en una visión sectaria de la Historia de España que ya digo está ausente de los centros educativos de nuestro país. Y en la investigación académica no hay, en el caso concreto de Málaga, una sola obra de los historiadores –incluida la pionera que ha citado el diputado de Vox en el Congreso- en la que no se haya incluido a las víctimas nacionales durante la etapa republicana, un hecho histórico no ocultado.

Toca hoy, estamos de acuerdo, la compasión y el recuerdo como valores cívicos y añadiríamos nosotros, humanistas, máxime en un pueblo tan sensible a la muerte como el andaluz. Para nuestra desgracia histórica, España sucumbió a una Dictadura cuyo modelo de régimen, sin embargo, fue borrado poco después del mapa por la victoria aliada de 1945, el origen del mundo en que vivimos en occidente. Perdimos cuarenta años en esa quiebra histórica, recuperados desde 1977, después de otra larga marcha de sacrificios de la oposición antifranquista. Por eso es tan peligroso el discurso que le arrebata a la historia su valor educativo y testimonial, y el uso de la misma como si el pasado fuese un territorio en el que se puede impunemente cambiar o ignorar gratuitamente el sentido de los hechos. Como si quienes los sufrieron, por estar ya hace muchos años muertos, no nos siguieran pidiendo justicia y verdad desde allí.

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