juan de dios mellado. periodista

"Fraga me echó una bronca en su despacho que pensé que me trasquilaba"

  • Acaba de recibir la Medalla de Andalucía y ha realizado reportajes por medio mundo Entrevistó al dueño de 'Play Boy' en su avión por un fallido proyecto en Marbella

JUAN de Dios Mellado es historia viva del periodismo malagueño y, tras varias décadas al pie del cañón, acumula experiencias profesionales y vitales para escribir un diario entero. La comunidad autónoma acaba de reconocer su labor concediéndole la Medalla de Andalucía.

-¿Qué pensó cuando le dieron la Medalla esta pasada semana?

-Me acordé de los momentos históricos que me han tocado vivir en Andalucía y cómo se hacía el periodismo a pie de calle, con muchas dificultades, sin los medios actuales, pero donde poníamos mucha pasión. También pensé que muchos periodistas en los años de la transición en Andalucía éramos unos activistas en la necesidad del cambio, de dotarnos de libertad y democracia, y conseguir la autonomía para nuestra tierra.

-Usted ya era activista en la universidad, donde incluso le detuvo la policía por pertenecer a un sindicato universitario.

-Sí, cuando estabas en una universidad tan combativa como la de Madrid en los años 60, viviendo momentos históricos como la caída del sindicato vertical franquista, cuando estudias además Ciencias Políticas y tienes profesores como Tierno Galván o López Aranguren tenías que tener el espíritu abierto para buscar cómo cambiar el país. La lucha universitaria fue uno de los momentos más apasionantes de mi vida, aunque también significó los mayores problemas para mí y para mi familia. En esos momentos uno se curte. Con 24 años se toma conciencia de muchas cosas, ayudada además por un trato discriminado, vejatorio y humillante que te hace ser más fuerte. Me pasó a mí y a muchos universitarios con los que guardo aún amistad.

-En los momentos duros se forjan las buenas amistades.

-Esas son de por vida.

-¿Cómo empezó en el periodismo? Creo que uno de sus primeros trabajos fue en El Caso.

-Empecé en Barcelona porque en Andalucía no había desgraciadamente posibilidad de estudiar y comer. Allí encontré trabajo y capacidad de estudiar. Hice trabajos extraños como ser hombre anuncio por Canaletas o recoger colillas en el Metro. Una tarde me acerqué al semanario El Caso, tenía 21 años y les dije que quería ser periodista y que quería trabajar. Me contrataron para hacer gacetillas. Tuve la suerte de conocer a una gran mujer y una gran profesional como Margarita Landi, con su famosa pipa. Era una maestra, aunque tenía un carácter duro.

-Y luego se fue a Madrid.

-Sí, allí empecé en Gaceta Universitaria, donde terminé siendo el director y donde viví momentos apasionantes porque era la transformación de la universidad española, que era cerrada, napoleónica, sin libertad y asustada. Los policías, los grises y los estudiantes convivíamos de una forma realmente llamativa. Era el pan de cada día que hubiera infiltrados de la brigada político-social. Yo no sabía si el que tenía a mi lado era un infiltrado o era un estudiante más. Gaceta Universitaria fue una escuela de periodismo y trabajé con Miguel Ángel Aguilar, Justino Sinova, José María Izquierdo...

-¿Cómo llevaban la censura?

-Jugando con el condicional. Recuerdo que era ministro de Información y Turismo Manuel Fraga y nos llamó a capítulo. Fuimos a su despacho. Nos echó una bronca tremenda. Alguien le llamó por teléfono, gritó que nadie la molestara y cortó el cable con unas tijeras. Nos quedamos acojonados. Pensábamos que nos iban a trasquilar. Nos cerraron Gaceta Universitaria, algo que pasaba con frecuencia, así como multas y tal. Teníamos que escribir entre líneas y fue una escuela. Teníamos que manejar el diccionario Moliner continuamente, porque sabíamos las palabras que la censura franquista tenía en rojo.

-Y acabó en Málaga, curiosamente, de la mano de Play Boy.

-Sí, trabajaba para La Actualidad Española, del grupo Sarpe, y me mandaron un reportaje sobre Hugh Hefner, el rey de Play Boy, que quería montar donde está hoy el hospital Costa del Sol una ciudad Play Boy, con casinos, zonas de relax y hasta una iglesia. Habían buscado el apoyo de Monseñor Rodrigo Bocanegra, arcipreste de Marbella, porque tenía hilo directo con Franco. A cambio le iban a dar dinero para temas sociales. Le dijeron que no habría prostitución y que el juego sería lo que hubiera reglado en España, que no estaba autorizado. El ministro de Interior era Camilo Alonso Vega, un personaje duro pura sangre del franquismo. Hefner llegó con su avión pintado de negro, el gran coneja, y hablé con él. Entré en el avión y vi la primera cama de agua redonda en mi vida, así como las conejitas con el pompón en el culo.

-En pleno franquismo. Vaya estampa.

-Sí. Escribí el reportaje, el ministro de Interior llamó a Bocanegra, lo puso firme y no se hizo nada. Escribí en el reportaje que las conejitas se fueron con el rabo entre las piernas. Tras eso, me quería venir a Málaga y me hicieron una oferta en el Sol de España en 1971.

-Fue un diario referente en Málaga.

-Fue el periódico más citado de España. Era liberal y abierto pese a que en los miembros del consejo de administración había franquistas puros o joseantonianos. La Costa del Sol en aquella época atraía a todos los ministros franquistas y había mucho movimiento. Se hacía el periodismo que se llevaba entonces: noticia corta, breve, impacto, muy bien diseñado y a la calle. Hacíamos otro tipo de periodismo distinto al oficialista y al del movimiento.

-También trabajó para Cambio 16 e hizo reportajes en Israel, Marruecos o Argelia.

-Cambio 16 era un referente de libertad en España. Era una revista que en los años 70 tiraba hasta 400.000 ejemplares. Tenía un gran poder de convocatoria. Trabajé en los primeros números y luego fui responsable de Andalucía oriental y norte de Marruecos, lo que me permitió hacer muchos trabajos periodísticos. En Israel, por ejemplo, recuerdo que se me quedó grabado cómo los israelitas eran capaces de crear lechugas en pleno desierto y escribí que las lechugas tenían la sombra de los dólares que venían de los americanos.

-Hablando de los americanos, también le enviaron a EEUU a escribir sobre la oposición a la guerra de Vietnam.

-Fue un momento bonito. La lucha en las universidades americanas de Berkeley, Columbia o Stanford para terminar la guerra de Vietnam y que hubiera diálogo fue importantísimo. Tuve la suerte de vivir eso y participar en Berkeley.

-Creo que uno de los aspectos que más le han marcado en su carrera fue el proceso de creación de la autonomía andaluza.

-Ya en Cambio 16 y en Diario 16 empecé a vivir muy directamente la transición democrática. Mirando atrás se pregunta uno cómo fue posible que 11 partidos se pusieran de acuerdo para el pacto autonómico de Antequera. Había desde leninistas hasta la derecha de Fraga. Si no se hubiera firmado, Andalucía no salía de dónde estaba. Recuerdo como estuvieron una noche entera discutiendo. Tampoco se me puede olvidar el 4 de diciembre en Málaga.

-¿Cómo fue aquella trágica jornada?

-Los disparos sonaron por encima de nuestras cabezas en el puente de Tetuán. Me tiré al suelo como otros y, al levantar un poco la cabeza, vi a los policías con la pistola en la mano. A quince metros mía vi a un chaval en el suelo y cómo su sangre caía por la acera [García Caparrós]. Son momentos que se quedan clavados. Un grupo de periodistas nos encerramos esa misma noche y escribimos en 48 horas un libro reportaje, que fue el primero que se hizo en España.

-¿Cómo ha visto la evolución de Málaga y Andalucía tras todos estos años de democracia?

-De Málaga a Almería tardaba cuatro horas y media y ahora tardo dos horas. Antes había cuatro universidades y ahora hay diez, aparte de que ahora respiramos la libertad, la democracia, la participación. Tenemos un paro impresentable y no nos podemos callar, sobre todo en el paro juvenil. Sigue habiendo mucho por hacer, pero hay que recordar de dónde veníamos porque no teníamos nada. Había un 14% de analfabetismo.

-Ahora el analfabetismo está prácticamente erradicado. De hecho, hay casi exceso de formación y, pese a eso, vivimos en una segunda emigración.

-Es una de las sangrías más graves que está sufriendo Andalucía y España. Gente preparada, que ha costado mucho esfuerzo a la persona, a sus familias y a la sociedad, que tienen que rendir cuentas en trabajos que no son los suyos y tienen que irse. Conozco gente que ha tenido que quitar de su tarjeta que son arquitectos o ingenieros. Igual que antes, en tiempos de Franco, cuando decías que eras periodista te hartaban a ostias, ahora ves a gente muy preparada que tiene que ocultar su formación para trabajar. Eso es muy duro.

-Comentaba usted que a finales de los 70 once partidos se pusieron de acuerdo para sacar la autonomía. Cuál sería su titular sobre la situación actual nacional.

-Si la izquierda no se pone de acuerdo este país perderá una gran ocasión para enterrar unos años de gobierno que, desde mi punto de vista, no han sido buenos para los ciudadanos. Si la izquierda no se da cuenta de que hay un 20% de paro en este país es que esa izquierda no merece la pena que se llame así. Que se pongan de acuerdo, que es posible.

-¿Hay temor a Podemos? El propio PSOE los ha criticado duramente.

-Una cosa es dar clases y tener un 15M como acicate que te empuja desde la calle y otra es cosa es sentarse a gobernar. No se gobierna desde la palabra, desde la falsa humildad ni desde la prepotencia. Podemos ha hecho un malabarismo ideológico que me tiene sorprendido. Unas veces aparece en lo más radical de la izquierda y otras veces intenta llegar al poder con una dinámica mucho más moderada. Podemos tiene que buscar su punto de equilibrio, pero no sé si Pablo Iglesias es la persona capaz de buscarlo.

-¿En qué momento ve el periodismo actual?

-Cada etapa tiene la prensa que se merece. Los profesionales intentan serlo pero se encuentran con las dificultades de las cuentas de resultados de los periódicos. Yo he sido director de periódico y enfrentarme al gerente y a la cuenta de resultados me costaba mucho. Sudor, sangre y lágrimas. Hoy en día en los periódicos manda la cuenta corriente, el gerente. A los periodistas nos queda hacer lo mejor posible nuestro trabajo.

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