Opinión | Territorio Comanche
  • En la funcionalidad de la trama urbana, en el diseño de ciudad, de sus líneas de desarrollo, y por supuesto de la calidad de vida de sus vecinos, la gestión municipal tiene mucho que decir

  • Cinturón verde

Gentrificación verde

Turistas, ayer, en el centro de Málaga. Turistas, ayer, en el centro de Málaga.

Turistas, ayer, en el centro de Málaga. / Javier Albiñana

Escrito por

José Damián Ruiz Sinoga

PARECIERA como si de repente, y desde diferentes flancos se estuviese consolidando una cuestión estructural; las ciudades han de recuperar naturaleza para adaptarse al calor extremo, por lo que han de cambiar el asfalto, el hormigón, el cemento, lo gris, por lo verde, por la naturaleza, por la vegetación. Sin embargo, en Málaga estamos en otra: Alicatar Málaga es bien, siempre que sea una alicataíto sostenible, ustéyamentiende…(clinc-clinc). El urbanismo depredador, y todo lo relativo a la vivienda ya se han convertido en los temas estrella en la actualidad, y probablemente en uno de los vectores clave en las próximas elecciones. Y es sorprendente que aparezca como si fuera una circunstancia sobrevenida, cuando en realidad se ha propiciado toda una estructura cuyo resultado final iba a ser el que tenemos. ¿O que pensaban los gestores del territorio cuando hace 10 años se empezó a hablar de gentrificación? La pandemia evidentemente zarandeó las estructuras de la sociedad, mostrando los déficits infraestructurales de las ciudades y el pobre papel de los ciudadanos en las mismas, pero superada esta, dichas estructuras siguen quedando al descubierto mostrando, también, sus deficiencias. Y no se trata de un problema local, aunque naturalmente una deficiente gestión puede enfatizarlo.

Hay áreas especialmente atractivas desde el punto de vista climático, ambiental, paisajístico, y el mediterráneo es una de ellas, si a eso unimos otros factores de atracción como unas buenas comunicaciones e incluso un buen tejido empresarial, pues nos coloca en una situación ventajosa no exenta de problemas, puesto que dicha ventaja puede mostrarnos sus costuras a la primera de cambio, como más o menos está sucediendo. La gestión de este proceso solo puede ser concebida desde la ordenación del territorio, y por más que busquen, no encontraran otra fórmula. Somos área de atracción turística, y hemos de determinar infraestructuras suficientes para garantizar a nuevos residentes y o transeúntes, unos estándares de calidad de vida, sin menoscabo de los propios de la población local. Ya hemos insistido por aquí que, dado que el territorio no es infinito, se podría tener la habilidad de conectarlo, favoreciendo también la instalación de nuevos demandantes de vivienda, en zonas próximas de elevadísimo valor paisajístico y ambiental, pero que requieren mejorar sus infraestructuras, como pueblos de la Axarquía, del Valle del Guadalhorce…que están a menos de 30 minutos del litoral. Es la ordenación del territorio.

El el decano de los arquitectos quien alerta de los peligros de la exclusión

La realidad es que Málaga necesita construir 8.900 viviendas hasta 2027 para poder resolver la demanda que se prevé con la actual dinámica demográfica, pero, además, una buena parte de esas viviendas han de ser protegidas, pero no porque el malagueño sea una especie en extinción, sino porque son vecinos, ciudadanos instalados y enraizados en la capital a los que no podemos permitir que la actual ola desarrollista se los lleve por delante. No se pueden quedar atrás. El propio decano del Colegio de Arquitectos de Málaga ha reclamado a las administraciones que promuevan más casas para los ciudadanos, marcando una preocupante escasez de viviendas a precios asequibles, las destinadas a la clase media.  No es sólo que hagan falta viviendas de VPO, sino que son necesarias viviendas de 100.000 o 150.000 euros, que en un plazo de veinte años puedan ser asumidas por ciudadanos normales, y esta es una afirmación de calado. Hacer viviendas para ciudadanos normales con precios más cercanos a las posibilidades del sueldo medio malagueño. El Plan Municipal de la Vivienda detecta una necesidad de 8.900 nuevas viviendas de las que 4.100 son protegidas -2.700 en alquiler y 1.400 en venta-, mientras que el resto, 4.800, son viviendas libres.

Este es un problema transversal, porque no solo estamos hablando de la necesidad de una vivienda digna, sino de toda una estrategia territorial, de diseño de funciones territoriales cuando paralelamente se nos llena la boca de reto demográfico, sostenibilidad, coworking, teletrabajo, y toda una serie de conceptos que inducen a pensar en una dirección, pero que en la realidad van por otra. Y transversal porque al conectar con la calidad ambiental urbana y de la ciudadanía, se vincula directamente con el concepto de vulnerabilidad. Pero esto no puede llevarse a efecto sin una ordenación que considere el complejo entramado de los distintos agentes y funciones que se ejercen en el territorio. Por supuesto, es mucho más fácil, y sobre todo más simple culpar al alcalde de turno que, evidentemente, siempre tendrá una cuota de responsabilidad, pero el tema es mucho más complejo, incluso también desde el ámbito competencial. Sin embargo, en la funcionalidad de la trama urbana, en el diseño de ciudad, de sus líneas estratégicas de desarrollo, y por supuesto de la calidad de vida de sus vecinos, la gestión municipal tiene mucho que decir, y no basta con mirar para otro lado y pretender que la solución a un problema al que se ha contribuido por omisión e inacción tenga necesariamente que venir de fuera.

La gentrificación se inicia cuando toda estrategia parece poca para llenar los centros urbanos de turistas, justo cuando en esas ciudades, los servicios más atractivos y funcionales estaban en la periferia inmediata, y como consecuencia, los centros históricos comienzan a despoblarse. Y este proceso se ha ido reproduciendo sin solución de continuidad hasta el punto de que, en algunas ciudades, los niveles de segregación del espacio urbano ya son muy preocupantes, y están inmersos en una dinámica que no ofrece señales de optimismo. El visitante puede adquirir una vivienda cuyo costo es superior a los 400.000 euros, pero el dependiente del supermercado de la esquina, el camarero del bar de enfrente, o el agente de seguros de la misma calle, al no encontrar vivienda que no tensione su economía familiar, necesita irse hacia la periferia de la periferia, en un proceso completamente aleatorio, y por tanto no sujeto a lo que debería ser la ordenación del territorio. No es el delegado de igualdad, no es el representante de asuntos sociales…es el decano del Colegio de Arquitectos quien alerta de los peligros de la exclusión territorial. No puede existir sostenibilidad sin inclusión. Se impone hablar de gentrificación verde, como el nuevo reto de las ciudades sostenibles para no aumentar las desigualdades, de las que en Málaga andamos sobrados, aunque algunos se empeñen en mirar para otro lado.

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