Hora de un debate serio

El Prisma

Durante más de medio siglo Málaga ha fracasado en su empeño de seguir con la reforestación del Parque de Los Montes, que se quedó a la mitad. Quizá sea hora de probar otros sistemas

28 de agosto 2011 - 01:00

EN la infernal tarde del viernes, tanto por el calor como por el maldito incendio, tuve la oportunidad de recorrer la mayor parte de los carriles que transitan a duras penas por la zona conocida como Limonar Alto, el suelo rústico que desde hace una década envenena los sueños de los urbanistas malagueños. En lo único en lo que están de acuerdo políticos, arquitectos, promotores, periodistas y ecologistas es que se trata de una zona privilegiada, que domina las tres urbanizaciones más caras de la ciudad (Limonar, Cerrado de Calderón y Pinares de San Antón), con unas espléndidas vistas a la bahía, la ronda este al lado y el Parque Natural de Los Montes al oeste. Urbanizar aquel territorio yermo y ahora parcialmente calcinado, que no tuvo la suerte de experimentar las repoblaciones que crearon la masa boscosa de Los Montes hace ahora casi 80 años, es uno de los proyectos fijos en la mente del alcalde. De la Torre está convencido no sólo de que allí se debe construir la urbanización de lujo, con equipamientos educativos y sanitarios exclusivos, que a su juicio falta aún en Málaga para atraer a los directivos del club Málaga Valley. También cree firmemente que la iniciativa privada será la única capaz de continuar la reforestación que se paró a mediados del siglo XX, vital para la seguridad de la ciudad en caso de riadas y también para potenciar nuestro único pulmón. Razones, vista la inactividad de Medio Ambiente en la materia, no le faltan. El regidor tampoco está solo en esa idea, y al cabo de los años se le han unido profesionales de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad como Salvador Moreno Peralta o Ángel Asenjo, o incluso después el profesor verde de Málaga, el socialista José Damián Ruiz Sinoga. Harto de que a su ambicioso plan de Defensa Forestal contra las inundaciones, que perseguía multiplicar por seis la superficie arbolada de la corona metropolitana de Málaga, lo único que le crezca sea el moho en un olvidado cajón de la Junta, Ruiz Sinoga abrazó la causa hace casi dos años. Y todo apunta a que si no es con dinero privado, con el interés de algunos inversores que saquen rentabilidad a unos terrenos ahora prácticamente abandonados, salvo algún casón de apariencia ilegal que hay por la zona, un par de clubes hípicos y alguna instalación industrial, allí se seguirá sin plantar un árbol. Desde luego Ruiz Sinoga, que lleva años predicando en el desierto contra las barbaridades, no es sospechoso de alentar la especulación.

Málaga no puede permitirse cometer otra aberración urbanística como la de Colinas del Limonar, posiblemente el principal mausoleo de nuestra industria inmobiliaria, un horrible monumento a la crisis, a la insostenibilidad y a la mala costumbre de mirar para otro lado que ha caracterizado al Ayuntamiento. Pero tampoco dejar para siempre en barbecho uno de sus mejores espacios. O se empieza de una vez la reforestación pública, cosa la cual parece especialmente improbable ahora cuando nunca se hizo en tiempos de bonanza (y no hay actuación pública menos rentable a efectos electorales que la de plantar árboles), o se dan los pasos necesarios para que sean inversores privados los que lo hagan. Es hora de abrir ese melón. Eso sí, abstenerse caraduras, aprovechados o empresarios de medio pelo anclados en la cultura del pelotazo. También los adosados, edificios de varias plantas o cualquiera de las otras urbanizaciones que hayamos hecho en el pasado reciente. Sólo hay que recorrer la A-7 de Nerja a Manilva para ver lo que no debemos hacer. Y no olvidar nunca que el diablo está muy pendiente de las recalificaciones urbanísticas.

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