Málaga

'Ineptocracia Naranja', el libro de Antonio Linde sobre los males de la política

  • El ex concejal de Ciudadanos en Torremolinos, publica un ensayo sobre los vicios que afectan a todos los partidos, con especial atención al caso de la formación 'naranja'

  • La editorial Última Línea lo saca a la venta el próximo lunes

'Ineptocracia Naranja'.

'Ineptocracia Naranja'. / Rosell

Antonio Linde aborda en el ensayo Ineptocracia Naranja una serie de males o vicios que afectan a todos los partidos y, en general, a la política española, con especial atención al caso de Ciudadanos. La degradación de la democracia en ineptocracia, los políticos y las redes sociales, la posverdad, la selección de los más ineptos, las primarias, los sueldos de los políticos, los mítines, las listas abiertas, las causas del hundimiento actual de la formación naranja son algunos de los temas que el autor aborda en este libro en capítulos cortos y a los que quiere imprimir ritmo de thriller. La editorial Última Línea saca a la venta el libro este lunes.

Ni cantidad ni calidad

(Reproducción íntegra de uno de los capítulos)

Si los aviones los pilotasen tripulaciones como los equipos que conforman los cuadros directivos de los partidos políticos nadie subiría a ellos. ¿Hemos de ser exigentes con la selección de pilotos de aeronaves para doscientos pasajeros y no con quienes llevan la nave de la política en que viajan millones de ciudadanos? Una de las ideas que mantengo aquí es que, a pesar del escepticismo y del desánimo generalizado, la gente tiene aún una imagen hasta cierto punto idealizada de la política. Aún se sigue pensando que algo tan importante como el reparto del poder y la responsabilidad de gestión de los recursos públicos, algo de lo que se habla tanto en los medios, debe estar en manos de los pocos que han pasado las cribas y la selección dentro de partidos competitivos y potentes. Falso. ¿Por qué, pues, tanta gente piensa eso? Esta errónea percepción de la ciudadanía se basa al menos en dos supuestos engañosos. Veámoslos.

1) El primero es de naturaleza lógica: la aspiración de un partido político es en principio la de alcanzar el poder desde su posición ideológica. El ejercicio del poder requiere buenos equipos y estos no surgen de la nada. Pueden ficharse algunos elementos de fuera del partido, pero esto solo es un recurso limitado. Para formar buenos equipos es preciso cuidar la cantera, como se diría en el argot deportivo, y esto ha de preverse y trabajarse con tiempo. Muy lógico todo esto, ¿verdad?

Sigamos avanzando en este camino de coherencia: la estructura tradicional de un partido debe ser como una pirámide; la base ha de ser amplia y abastecer de capital humano a la parte media y alta de la pirámide. La cantera del partido, la base de la pirámide, son los afiliados y los simpatizantes. Si se quiere producir buenos equipos los partidos deben apostar por la cantidad y la calidad de los afiliados, militantes o simpatizantes. Si hay muchos y buenos, mejor. Si hay pocos, al menos ha de intentar atraerse a los mejores, cuidar la calidad. Es lo lógico y lo que en general piensa la gente, que aún utiliza para entender la política modelos propios de otros campos (empresa privada, deportes, investigación, funcionariado). ¿Esto es lo que hay? Rotundamente, NO.

2) El segundo supuesto está relacionado con los medios de comunicación. La política está muy presente en las agendas de los medios de comunicación e información y, a menudo, en nuestras vidas. Desde hace alguna década la política se convirtió, de la mano de la llamada telebasura, en política espectáculo, lo que la hizo más popular, aunque se trate solo de la vertiente más superficial, frívola, agónica, de la actividad política, convertida en una especie de demogresca de zascas e insultos virales en la tele y en la red. Esta presencia de la política, esta importancia que se da ahora a los políticos en la televisión espectáculo, puede hacer pensar a mucha gente que los políticos son personas muy cualificadas que han librado una dura competencia meritocrática para ascender. ¿Esto es así? Rotundamente, y de nuevo, NO.

¿Qué es, pues, lo que hay?, como se preguntaría el viejo Parménides de Elea. En primer lugar, los partidos hacen lo que pueden por inflar el número de afiliados y simpatizantes (paradigmáticamente lo hizo el PP) o por ser totalmente opacos respecto a esta cuestión cuando las cifras son paupérrimas (es el caso de Ciudadanos). En ese sentido, las páginas web oficiales de los partidos deberían obligatoriamente mostrar el dato actualizado y exacto del número de afiliados y simpatizantes con el pago de cuotas al día. Es paradójico que en una época como la nuestra, con tanta obsesión por la estadística y con los medios para cuantificarlo todo, no haya información contrastada y en tiempo real del número de afiliados de un partido o del número aproximado de personas que asisten a una manifestación.

Más allá de esta preocupación por inflar cifras y enseñar las plumas, hay partidos que se preocupan muy poco por su expansión, por captar para la causa a los ciudadanos concienciados. Tomaré como ejemplo la política de expansión de ‘Ciudadanos’. Ha sido desastrosa y da fe de ello las ridículas cifras de afiliados de este partido. ¿Saben por qué? Porque era un partido que durante años ha estado a punto de eclosionar y lograr cuotas de poder muy importantes. Los cargos orgánicos responsables de expansión estaban a la espera de dar el salto a la política institucional, profesional y remunerada. Resumo: «cuantos menos seamos, a más tocamos», dicho popularmente. No ha existido ningún interés en la expansión y el partido ha sido siempre un gigante (mientras lo fue) con pies de barro.

La verdad es que algo tan fundamental para la vida de todos como la gestión de miles de millones de euros y el trabajo de cientos de miles de funcionarios, técnicos, trabajadores, etc., está en las manos de individuos que han competido en grupos pequeños, escuálidos y de escaso nivel.

Estableceré una analogía con el deporte: los países que pretenden tener muchos deportistas de élite, cuidan el deporte base, tienen miles y miles de federados, dotan de buenas y numerosas instalaciones a los municipios. Cualquiera entiende que es mucho más fácil que florezcan muchos y buenos deportistas en ese caldo de cultivo que al contrario. Si no hay amplia base ni una política deportiva potente es casi un milagro, aunque de vez en cuando ocurra, que surjan deportistas excepcionales. Esto último es lo que pasa en la política patria y así es casi imposible que surjan buenos gestores, buenos delegados territoriales, buenos directores generales, buenos concejales, buenos diputados. Para estar en un equipo de fútbol de, pongamos por caso Segunda, incluso de Tercera División (no digo ya de Primera) hay un montón de chicos que juegan bien, deseosos de ser elegidos. En cambio, para manejar presupuestos millonarios en política solo se accederá mediante una lucha cainita entre muy pocas personas.

Cuando se conoce esta situación desde dentro, resulta escandalosa. Les voy a citar un caso local que conozco detalladamente. Ciudadanos tuvo en 2015 más de 3.000 votos en Torremolinos (una ciudad turística que entonces tenía unos 68.000 habitantes y que triplicaba su población en temporada alta) alzándose con cuatro concejales (yo fui uno de ellos). La agrupación de Ciudadanos tenía en ese momento unos 80 afiliados.

Entre esos ochenta la mayoría eran personas que estaban en el paro o que tenían empleos temporales y precarios. Otros no querían saber nada de dedicarse profesionalmente a la política. Además, en cada agrupación se forma una corriente dominante que se acoraza y no deja entrar a nadie. Así que para los cinco primeros puestos luchaban diez o doce personas. Una comisión provincial colocó en los dos primeros puestos a un par de amigos del jefe de la misma, de fuera de la localidad y sin conocimiento alguno de ella en aquel momento. Personas con más conocimiento local, titulación y experiencia fueron preteridas o colocadas por detrás de los incompetentes de cabeza de lista.

En 2019, por increíble que parezca, ‘Ciudadanos’ volvió a hacer lo mismo, poniendo de cabeza de lista en Torremolinos a un miembro del Consejo General, procedente del País Vasco, que nada sabía de la localidad costasoleña y que fue apoyado por parte del aparato orgánico y por un diputado nacional. El agraciado con el número uno para una ciudad tan grande y compleja como Torremolinos se lamentó en un debate en la televisión local del mal estado de El Caminito del Rey en el centro de Torremolinos. Ustedes no tienen obligación de saberlo, aunque quizá lo sepan, pero ese paraje natural es actualmente el más conocido de la provincia de Málaga, solo que está en otro término municipal del interior, muy lejos de Torremolinos. Hubo muchos casos similares. La candidata de Marbella, que colocaron de un día para otro por delante de gente más preparada y más informada, mal leía en fichas su experiencia vital en Marbella. La resumió, con los ojos puestos en el papel, diciendo que había ido a algunas fiestas en Puerto Banús. Por youtube andarán los vídeos. ¿Qué hicimos para merecer esto?

Resultado: en Torremolinos se bajó de cuatro a dos concejales (la mitad que en 2015) y se perdió a más de la mitad de los votantes. El candidato número uno, ya concejal, se fue a los pocos meses del partido sin entregar su acta y se puso a la sombra del equipo de gobierno del PSOE, donde felizmente ocupa una concejalía de gobierno, cobrando más de 58.000 euros brutos al año. La afiliación local está prácticamente desaparecida. Un desastre. Nadie ha dado la cara y no ha habido un ápice de reflexión o de crítica sobre tal fiasco. En Marbella, con 150.000 habitantes, donde Ciudadanos no se había presentado nunca, se logró un solo concejal. Había expectativas de lograr por encima de cuatro. De hecho, era tanta la fe en un buen resultado electoral que al secretario de Organización provincial —que vive en una distante población del interior— se le colocó de número 3 en Marbella. Tras el paupérrimo resultado se le ubicó en la Diputación de Málaga para un puesto de confianza que posiblemente requiere un alto perfil curricular.

Hay una lucha cainita y marrullera para acceder a los cargos políticos. Pero, no lo olvidemos, la lucha se libra entre mediocres y por tanto la criba no nos deparará nada bueno. Las pocas personas con prestigio o nivel que se metan en la batalla serán pronto centrifugadas, pues los mediocres saben muy bien que esos pueden aguarles la fiesta y son los primeros enemigos a batir.

Recuerdo, hace la friolera de unos cuarenta años, las dificultades que tuvo el PSOE cuando por primera vez se hizo con el poder en España para completar sus cuadros dirigentes. Las tiene Ciudadanos en la Junta de Andalucía para poner gente competente en los altos cargos de esa administración. Los tiene Vox en su vertiginoso crecimiento. Y los puede tener Podemos en la dotación humana de sus ministerios.

Por ceñirme al caso que más conozco, el partido naranja no tendría tantas dificultades actualmente si hubiera cuidado el municipalismo, a las agrupaciones, si hubieran estado más preocupados por mimar y mejorar su capital humano y su infraestructura en la periferia y en la parte baja de la pirámide. La consecuencia de esto es que, aunque a corto plazo pudieran conquistar cuotas más o menos importantes de poder, cosa improbable ahora, hay muchas posibilidades de que lo administren mal y finalmente lo pierdan y se disuelvan como un azucarillo.

El panorama de Ciudadanos y de algunos otros partidos en España es desolador. Partidos que tienen o que tendrán importantes cuotas de poder y de responsabilidades en sus manos no atraen en cantidad y calidad afiliados o simpatizantes suficientes para seleccionar buenos equipos que gobiernen adecuadamente ayuntamientos, diputaciones, mancomunidades, gobiernos autonómicos.

¿Qué hacer ante todo esto? Hay que dignificar la política, de modo que se interesen por ella muchas más personas y con un perfil más alto. La política está tan mal vista en España que cuando un empresario, un profesor, un médico, un abogado de cierto prestigio participa en ella, los propios colegas le dicen: “pero hombre, ten cuidado, … ¿a ti que se te ha perdido ahí?” “Qué ganas tienes de complicarte la vida».

La solución podría ir por el fomento de la democracia interna en los partidos, la aceptación del pluralismo, el libre debate dentro de unos marcos ideológicos lo más amplios posibles, el cultivo de la inteligencia y el talento (no de palabra sino de hecho), para ir atrayendo gente preparada y personas que puedan sentirse orgullosas con razón de pertenecer a partidos donde se cultiva la excelencia. Entre muchos afiliados (cantidad) es estadísticamente más fácil que puedan seleccionarse buenos equipos; entre una afiliación que atraiga a personas de prestigio y con buena formación, también. Las primarias de verdad y las listas abiertas, a las que dedicaré capítulos específicos, podrían traer aire fresco. Sin ninguna de estas condiciones, sin cantidad ni calidad, es imposible.

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