José Luis Santos: "No vendo el Miramar ni por tres veces de lo que costó"

El Palacio Miramar, que durante años albergó las sedes judiciales por las que pasaron, entre otros, el difunto Jesús Gil, mantiene en su naturaleza ese primer uso que tuvo como hotel, un cierto aire señor de construcción emblemática que a pesar del transcurrir de los años no le abandona. El problema es que por el momento sólo tiene eso, aire. Su hermosa estructura, de principios del siglo XX y obra destacada del arquitecto Fernando Guerrero Strachan, sigue ajándose por el paso de los meses sin que haya en el corto plazo una evidencia clara de que será recuperado para lo que fue en sus orígenes. Y ello a pesar de la existencia desde hace ahora casi cinco años y medio de un proyecto que tiene por fin, justamente, recuperar la vida en sus grandes salones y convertir sus estancias en un establecimiento de cinco estrellas.

La tarea la tiene sobre sí la empresa Grupo Santos, firma hotelera de presencia nacional, que se hizo con la propiedad del palacio tras abonar a la Junta de Andalucía, anterior propietaria, 21,5 millones de euros. La adquisición en subasta se formalizó en mayo de 2008, con el compromiso por parte de la mercantil de abrir las puertas del nuevo hotel a mediados de 2010. La llegada de la crisis desbarató por completo las previsiones de la empresa, al punto que ni siquiera a día de hoy ha iniciado los tramites administrativos previos al inicio de los trabajos de actuación.

Y a pesar de las evidentes adversidades, especialmente económicas, los responsables de la hotelera se mantienen firmes. "La ilusión que tenemos es empezarlo y empezarlo ya; ahora parece que la cosa está más tranquila", explica a Málaga hoy José Luis Santos, dueño de Grupo Santos. Sus palabras constatan que el escollo principal, aún por resolver, es el de la financiación. "Está duro ese tema; se están en negociaciones para disponer de ello, estamos trabajando en ello", comenta.

El peso del acuerdo bancario es especialmente elevado debido no sólo al desembolso en que su momento hizo la firma para la compra del Miramar, sino también tomando en consideración que los trabajos de adecuación del inmueble se estiman en unos 40 millones de euros. "Lo que no puedo es por intentar hacer una ilusión, que es el Miramar, cerrando otros hoteles; si en estos años hubiese consumido ese cartucho de la financiación no podría haber seguido con los establecimientos abiertos", argumenta.

Lo que no pasa por su cabeza, ni ahora que se acumulan los meses de espera ni el primer día, es la venta del Palacio Miramar. "¿Cómo vas a vender lo que más quieres? ¿Uno vendería a su hijo, a su mujer? ¿Cómo vas a vender el mejor proyecto hotelero que puede haber en España?", relata Santos, para concluir con una frase categórica: "Si me dieran el doble o tres veces más de lo que me ha costado no lo vendería, porque con dinero nunca compraría algo igual". Ello después de admitir que ha recibido ofertas, planteamientos de intermediarios que preguntan sobre la posibilidad de enajenación. "Lo que les decimos es que nuestra ilusión es intentar hacer el mejor hotel de Europa".

Desde el punto de vista técnico, Santos prevé que a lo largo del año que viene se avance en la tramitación urbanística, toda vez que ya disponen del proyecto básico de intervención. La cuenta atrás apunta a que en 2015 debería abrir sus puertas en nuevo hotel de cinco estrellas, algo más que complicado dado el actual escenario. Sea como fuere, se confía en la empresa en que la maquinaria esté en marcha para ese momento y que desde la Administración regional se asuma una nueva ampliación de plazos.

El original hotel Príncipe de Asturias fue inaugurado, tras cinco años de obras, en 1926 por el rey Alfonso XIII, si bien tras la proclamación de la Segunda República adoptó el nombre de Hotel Miramar, que es el que ha mantenido durante la mayor parte de su historia. La intervención ideada por Grupo Santos prevé habilitar 191 habitaciones, incluyendo nueve suites especiales y catorce júniors, así como tres grandes salones para reuniones y celebraciones.