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Juventud y solidaridad

Verano de solidaridad y reflexión

  • Jóvenes de colegios jesuitas aprovechan sus vacaciones para ayudar a los demás en organizaciones como Amappace, Proyecto Hombre o las Hermanitas de los Pobres

Los jóvenes que colaboran como voluntarios en Amappace.

Los jóvenes que colaboran como voluntarios en Amappace. / L. G.

Son jóvenes, muy jóvenes. Algunos incluso, menores de edad. La mayoría se han tirado el último año estudiando duro para sacar la Selectividad. Ahora les llega el tiempo de las vacaciones. Pero ellos han decidido destinar un par de semanas de ese descanso a ayudar a los demás.

En total, unos 160 alumnos de colegios jesuitas participan en programas solidarios de las fundaciones Loyola y Sagrada Familia. Son dos semanas en las que colaboran con organizaciones muy diversas como las Hermanitas de los Pobres, organizaciones de autismo, la Asociación Malagueña de Padres de Paralíticos Cerebrales de Málaga (Amappace), San Juan de Dios, diferentes comedores sociales, Proyecto Hombre y otras entidades que trabajan con colectivos en riesgo de exclusión o personas en situación de vulnerabilidad.

A pesar de sus edades, estos voluntarios muestran una madurez que habla muy bien de la tan denostada juventud. “En general, procedemos de senos familiares bastante buenos y esto nos ayuda a salir de la pompita en la que vivimos”, admite Carlos, de 21 años. Es el mayor del grupo de siete voluntarios que colabora en Amappace. La mañana en que se hace este reportaje se la han pasado ayudando a los monitores de esa asociación.

Dicen que más que ayudar a los demás, son los demás los que les ayudan a ellos. Blanca, de 18 años, sostiene que participando en estas actividades de voluntariado “te das cuenta de muchas cosas”. Y se explica:“Viendo las dificultades de los demás, comprendes que nos preocupamos por cosas insignificantes”.

Prefieren no dar sus apellidos, sólo sus nombres. Y algunos se ponen de espalda para la foto porque aún son menores. Mercedes, la responsable del grupo, cuenta que durante estas dos semanas se alojan en los colegios San Estanislao y San José, de Málaga capital. Por las mañanas participan en las actividades solidarias. Las tardes son para la reflexión sobre lo que han vivido.

Pese a su juventud, muchos voluntarios ya tienen experiencia previa en iniciativas solidarias

Cuentan que les impulsa un sentido religioso. Pero son muy prácticos: hacen acompañamiento a mayores, juegos con niños desfavorecidos, apoyo a personas con parálisis cerebral y muchas otras tareas que les cambian su forma de pensar.

“No tienes que irte a África para ayudar”, opina Bárbara, de 18 años. Ella cuenta que ha sido un año intenso; entre libros todo el curso para poder sacar la Selectividad. “Ahora toca pararte a pensar, reflexionar y organizar tus ideas”, señala.

Mercedes explica que además de la meta solidaria también hay un objetivo espiritual. Porque uno de los pilares de la actividad es “encontrarse con Dios” y que esas dinámicas de ayuda a los demás les sirvan para “crecer como personas”.

Los jóvenes coinciden en que más que ayudar, les ayudan a ellos al sacarlos de su “pompita”

Inmaculada tiene 17 años. Pese a que no ha alcanzado aún la mayoría de edad ya ha colaborado con anterioridad –como la mayoría de los voluntarios– con otras iniciativas solidarias. Ella, por ejemplo, participado en programas de ayudas a niños hospitalizados. Dice que le mueve un sentido religioso, pero aclara que con una orientación muy práctica.

Para Alejandra tampoco es su primera experiencia solidaria. Ya ha colaborado como voluntaria con niños con síndrome de Down. “Queremos cambiar al mundo, pero podemos empezar por lo que tenemos al lado”, defiende.

Camino ya del colegio San José donde se alojan, tras una mañana en Amappace, los jóvenes responden afirmativamente al unísono cuando se les pregunta si estas experiencias les cambian la vida. Coinciden en que sí y para siempre.

Carlos explica: “Creemos que venimos a ayudar, pero ellos nos ayudan más a nosotros porque nos llevamos otra perspectiva”. Blanca añade que participar en estas iniciativas solidarias “te cambia el pensamiento y te transforma como persona”.

Son envidiablemente jóvenes y entusiastas. Quieren ayudar, cambiar el mundo... Para ello, por dos semanas dejan los amigos, las consolas y la piscina. Volverán a casa con la satisfacción de haber ayudado a los demás y sobre todo –como ellos mismos reconocen– “con otra perspectiva”.

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