Opinión | Territorio Comanche

Lección de frivolidad

Vista del cauce del río Guadalmedina desde el puente de la Aurora. Vista del cauce del río Guadalmedina desde el puente de la Aurora.

Vista del cauce del río Guadalmedina desde el puente de la Aurora. / Javier Albiñana (Málaga)

Escrito por

José Damián Ruiz Sinoga · Catedrático de Geografía Física

DENTRO del retablo de inexactitudes propias de la campaña electoral, es digna de mención una reciente del candidato a reelección Francisco de la Torre referido a ese problema que lleva 23 años queriendo resolver y echándole la responsabilidad de su inacción a los demás; sí, el Guadalmedina. Textualmente y ante las cámaras de Canal Málaga dijo: “Una cosa muy importante que ha hecho la Junta ha sido regular la presa del Limonero de una manera diferente a antes, de tal manera que la presa al estar más vacía tiene más capacidad de regulación y estamos sacando agua para que además el río sea más bello y eso nos permite tener una necesidad de menor caudal, digamos un cauce preparado para un caudal de menor cuantía, digamos, en vez de un caudal de 600 metros cúbicos/segundo estamos esperando que nos digan el dato, igual son 400 metros cúbicos/segundo”. Lo del río más bello lo dejaremos para otro día, pero empecemos por el principio.

En hidrología y dentro del marco de la fenomenología torrencial, los cálculos no se hacen por el método de las gallinas que entran por las que salen, y es de una irresponsabilidad máxima pretender trivializar con un tema del que pueden depender cerca de 600.000 personas, que son las que viven aguas abajo de la presa.

Como estrategia preventiva existen los denominados umbrales de torrencialidad que son referencias diarias, horarias y eventuales (de evento) a partir de las que una precipitación debe considerarse torrencial, concretamente, más de 100 litros al día, más de 60 litros en una hora o más de 10 litros en 10 minutos. Se trata de precipitaciones con capacidad de generar caudales de avenida, que se componen de caudales líquidos y sólidos, y en nuestro caso, Cuenca del Guadalmedina, de caudales regulados y no regulados. Esta es una clave importante. La presa del Limonero se inauguró el 1 de diciembre de 1983, es decir, casi seis años antes de las famosas inundaciones de 1989, y pudimos ver el río “de banda en banda” a partir del Puente de la Aurora y hasta la desembocadura.

A lo largo del tiempo, transcurridos 40 años desde su inauguración, la presa se ha debido de aterrar, en parte, debido a todos los aportes solidos que se han sedimentado en el vaso de la misma tras todos los eventos torrenciales acaecidos. Por tanto, a la capacidad inicial de almacenamiento, habría que restarle el volumen del aterramiento generado.

Este desvarío solo lo puede proferir quien sabe que lo que se va a hacer ahí es nada

Siendo conscientes de la amenaza, a raíz de las inundaciones de 1989 se elaboró el Plan de Defensa de Málaga contra Inundaciones, documento realizado por el Icona y la UMA, firmado por los Ingenieros de Montes Leopoldo Rojo Serrano, Primitivo Sánchez Palomares y José Ángel Carrera Morales y por mí. Dicho plan fue entregado en 1997, recibido con foto incluida en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento de Málaga, y recepcionado concretamente por Francisco de la Torre Prados, que estaba ese día de alcalde en funciones. Mas adelante, en 1998, la Junta de Andalucía, decidió poner en marcha el Plan de Intensificación de la Cubierta Vegetal, mediante un proyecto, en este caso dirigido por Miguel Ángel Catalina Mimendi, también Ingeniero de Montes. Posteriormente, en 2012, en el paripé que se organizó de concurso de ideas para la integración del tramo urbano del rio, se volvió a hacer hincapié en esa cuestión, “como factor de seguridad”.

No es un cálculo hipotético o potencial, puesto que dicho caudal se ha podido determinar con la presa construida en tres ocasiones, en las que las aguas se han quedado a apenas 30 centímetros del tablero de los puentes de Armiñan o de la Aurora. Todos los estudios-planes-proyectos coincidían en una cosita: el problema reside en la dinámica hidrológica aguas abajo de la presa del Limonero. Por tanto, sorprende la ligereza con la que se despacha el alcalde en este tema. Los famosos 614 metros cúbicos/segundo se refieren al volumen de evacuación del aliviadero, a los que habría que sumar los 100 m3/seg como capacidad de desagüe, más la capacidad de arroyada de caudales sólidos y líquidos aguas debajo de la presa. Naturalmente es la mínima capacidad de evacuación que se debe garantizar en el tramo urbano del rio, no vaya a ser que se líe parda...

No es algo extraordinario, sino una fenomenología que es frecuente, de tal manera que en los últimos 10 años los umbrales de torrencialidad antes citados, se han rebasado en 5 ocasiones. El 19 de febrero de 2017, por ejemplo, en apenas seis horas se produjo una precipitación de 75,8 litros en el observatorio del Limonero, y se movilizaron aguas debajo de la presa en el Puente de la Aurora cerca de 200 toneladas de sedimentos. El resultado del cálculo de la precipitación para un periodo de retorno de 100 años, para los clásicos de la hidrología, nos indica que aguas debajo de la presa, la capacidad de movilización es de 1007 toneladas de sedimentos. De la de los 500 años, que es la preceptiva para hacer cálculos hidráulicos, ni hablamos. Por eso ahí la Junta está realizando trabajos de revegetación, que, siendo optimistas, darán sus resultados dentro de 20 a 30 años. Es decir, tan solo aguas abajo el nivel de peligrosidad es alto, y por tanto la vulnerabilidad urbana ante el riesgo de inundación. Y a esto, hemos de añadir lo que sucedería con la gestión de la presa en unas circunstancias torrenciales, es decir, aguas arriba. ¿Qué ingeniero en sus cabales no desagua cuando al vaso de la presa están llegando caudales de avenida, sabiendo como se las gasta la cuenca del Guadalmedina?

Sinceramente, este innecesario desvarío solo lo puede proferir quien sabe perfectamente que ahí se va a hacer ahora lo mismo que en los últimos 23 años; nada. Lo hemos dicho en repetidas ocasiones, y es que a un político lo mínimo que se le puede exigir es coherencia y sentido común. Las afirmaciones de Francisco de la Torre no parecen nada acertadas cuando aguas abajo de esa presa hay una población cercana a los 600.000 habitantes, con lo que habría que achacarlas a la frivolidad propia de los tiempos preelectorales, porque de otra forma sería pensar que la ciudad está en manos de un auténtico irresponsable.

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