Magisterio fértil para la danza contemporánea
Malagueños de hoy | Luz arcas
Bailarina y coreógrafa, ha firmado la revolución más podedora de la danza contemporánea en España
Resultó que, mientras el sector español de las artes escénicas veía esquilmadas sus expectativas a cuenta de un IVA inasumible impuesto por la crisis, con la consiguiente clausura de compañías, salas, vías de financiación y proyectos, una nueva generación de artistas se preparaba para dar el salto y tomar el relevo sin miedo a la adversidad y con todo el empeño puesto en la recuperación del favor del público. Y seguramente no ha habido un caso más representativo de este revelo que el de Luz Arcas, bailarina y coreógrafa nacida en Málaga en 1983 y responsable de la compañía La Phármaco, un colectivo que desde su asentamiento en Madrid ha firmado la revolución más poderosa de la danza contemporánea en España durante las últimas dos décadas. Mientras parecía que la aguda recesión y la pérdida de espectadores convertían la danza en un argumento residual, un capricho para unos cuantos sin apenas interés social, Luz Arcas llenaba teatros de los más diversos aforos en su país, se marchaba a Guinea para montar espectáculos con bailarines africanos que luego presentaba en Madrid, interpretaba solos aclamados en museos y salas de arte en Nueva York yBerlín, conquistaba el público latinoamericano y recibía un requerimiento desde Nueva Delhi para un homenaje a Rubén Darío a través de la danza. Al final, como siempre, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio: Luz Arcas y La Phármaco ya no son una promesa, sino una muy feliz confirmación que este mismo mes de diciembre ha protagonizado una retrospectiva de su obra en la Sala Cuarta Pared de Madrid. Un reconocimiento sólo al alcance de los más influyentes, categoría en la que Luz Arcas figura por derecho.
Fue en 2009 cuando La Phármaco debutó con la obra El libro de los venenos, que ganó entonces el Premio Injuve y el Premio Málaga Crea y delataba ya una ambición estética e intelectual impropia de una creadora de la juventud de Luz Arcas. El segundo espectáculo, El monstruo de las dos espaldas (2010), se estrenó ya en Madrid, donde la malagueña ganó aliados como el poeta Abraham Gragera y el músico Carlos González, con quienes conformó una factoría de creación irrepetible. En 2013 recibió su primera nominación a los Premios Max como mejor intérprete por Éxodo: primer día, y La voz de nunca, inspirada en Esperando a Godot de Samuel Beckett, le valió en 2015 el Premio delTeatro Andaluz y el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España. Para entonces, La Phármaco se había convertido ya en compañía residente en los Teatros del Canal de Madrid y su agenda de actuaciones incluía citas en varios continentes. Arcas combinaba sus propios trabajos escénicos con talleres y proyectos de investigación como Chacona, creación colectiva en colaboración con otras bailarinas presentado especialmente en museos. En 2016, La Phármaco estrenó otro de sus montajes más importantes: Kaspar Hauser. El huérfano de Europa, aproximación a aquel niño salvaje que apareció en Núremberg en 1828 y al que algunos consideraron hijo ilegítimo de Napoléon Bonaparte.
Con este espectáculo, la compañía terminó de consolidar su lenguaje propio con una danza que apelaba al rito, a los orígenes de la civilización, como un espejo ofrecido al presente. La Phármaco terminó siendo, en correspondencia con sus aspiraciones, el remedio para las peores pesadillas. En sus espectáculos, el chivo expiatorio que se lleva los peores augurios aparece concreto y redimido. Con públicos cada vez más amplios en distintas latitudes y la crítica rendida a sus pies, Luz Arcas ha devuelto a la danza su función social, colectiva, política, litúrgica. La ha despojado del narcisismo acumulado durante los últimos dos siglos y la ha devuelto convertida en fiesta popular, en aquelarre, en procesión, en consagración abierta a todos. Bajo tal premisa, la malagueña ha llegado a donde muy pocos se han atrevido. Y ha salido invicta.
El 2017 que ahora acaba ha escrito en la historia profesional de Luz Arcas páginas decisivas. La bailarina volvió a recibir una nominación al Premio Max a la mejor intérprete de danza por Kaspar Hauser, y aunque Rocío Molina se llevó al final aquella manzana queda la convicción de que a la tercera irá la vencida. En febrero, La Phármaco estrenó en elTeatro Cervantes de Málaga, dentro del Festival de Teatro, su obra Miserere. Cuando la noche llegue se cubrirán con ella, una producción apoyada por la Compañía Nacional de Danza para seis bailarinas y con interpretación musical en directo (toda una marca de la casa de La Phármaco) que, a través de referentes como Elias Canetti, René Girard y Jacques Derrida, se adentraba en las raíces de la violencia, el sacrificio, la penitencia y la resurrección para bordar una de las experiencias más brutales de la escena española contemporánea. Así lo han corroborado algunos de los principales maestros de la danza en España: afortunadamente, ya podemos contar a Luz Arcas entre ellos.
El de Luz Arcas no es sólo el premio a una malagueña de hoy. También a una malagueña del mañana. El futuro ya le pertenece.
Sobre el público y la danza como instrumento social
En una entrevista concedida en 2014 a Málaga Hoy, Luz Arcas reflexionaba así sobre las consecuencias de la crisis económica en las artes escénicas pocos días antes del estreno de La voz de nunca: “La relación del público con la danza en España es algo muy complicado. No tiene nada que ver con el teatro, es un mundo muy distinto. Es cierto que el IVA lo hace todo más difícil, pero lo más grave es que no exista una política cultural seria dirigida a hacer de la danza una necesidad para la gente. En los teatros no hay temporadas de danza, sólo festivales. No hay programaciones que permanezcan de manera estable, prolongada en el tiempo, y así es muy difícil formar públicos”. Y añadía, a modo de denuncia: “Durante años la danza se ha dedicado a la investigación porque se ha nutrido de subvenciones y se ha terminado expulsando al público de los teatros. Se pusieron en marcha proyectos que daban la espalda a la gente”. Su dictamen no pudo ser más acertado.
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