Maldición y regreso de Noctiluca

Al verano con las previsiones menos optimistas en cuanto a ocupación hotelera sólo le faltaban las plagas bíblicas l Puede parecer baladí, pero el alga causante de la marea roja se llama igual que la diosa que fue venerada en la misma playa hace 2.800 años l ¿Qué dirá al respecto el obispo Catalá?

Ahí está Noctiluca, disfrazada de maldición bíblica, dispuesta a recuperar su santuario de Rincón de la Victoria.
Ahí está Noctiluca, disfrazada de maldición bíblica, dispuesta a recuperar su santuario de Rincón de la Victoria.

26 de junio 2009 - 01:00

LO siento: por más banderas azules que ondeen, las playas de Málaga me parecen incómodas y sucias. Como además soy más bien de secano, para mis chapuzones salados prefiero esperar y dármelos en alguna de mis frecuentes escapadas al litoral almeriense (la patria es la patria), en Las Negras, en el Pósito de Garrucha o en Vera. Eso sí, a la costa malagueña no le faltan cada verano episodios hilarantes para engordar el correspondiente álbum. El último aconteció el pasado fin de semana en Rincón de la Victoria, cuando las aguas aparecieron manchadas de un rojo intenso que pareció efecto de un vertido contaminante a ojos de los probos bañistas. Después de los posteriores análisis, y tras desechar hipótesis como el desove de las sardinas (¿alguna venganza tipo Ultimátum a la Tierra previa al multitudinario día del espeto?), resulta que la culpable es un alga pequeñita e inofensiva que tiende a montárselo en grupo, como todas las algas, y a la que la naturaleza dotó de tan poderoso colorado. Pero yo no lo tengo tan claro. Pocos días antes, una señora vestida con demasiado recato para la que está cayendo y practicante de no recuerdo muy bien qué confesión religiosa me había parado en plena Plaza de la Constitución para aleccionarme sobre el fin del mundo, al parecer inminente, y preguntarme mi opinión sobre la salvación de la humanidad. Hice de carrilano con mi mejor cortesía (ésta da cada vez para menos) y no le di más importancia, pero al toparme con la costa teñida de rojo, igualito que la maldición bíblica que costó al faraón la sangre de los primogénitos y la pérdida de su mano de obra barata, no tuve más remedio que darle vueltas al asunto. Ahí están los del acelerador de partículas del CERN, terminando de arreglar del descomunal cacharro en el subsuelo del corazón de Europa, los mayas con su pérfida fijación en el 2012 como punto final (todo sea por aguarle la fiesta a Miguel Briones), las profecías de San Malaquías sobre Pedro Romano como sucesor de Benedicto XVI y la dichosa pandemia de la gripe A. Hasta Ángeles Muñoz quiere legalizar Banana Beach. Así que igual la aparición del mar vestido con un capote sí podía entenderse como una señal divina.

Lo que me dejó finalmente patidifuso fue la revelación del nombre del alga en cuestión: Noctiluca scintilan. Resulta que el bicho se llama igual que la diosa que fue adorada por los fenicios hace 2.800 años en la Cueva del Tesoro, en el mismo Rincón de la Victoria, según los descubrimientos de Manuel Laza Palacio. Noctiluca era para los antiguos navegantes del otro extremo del Mediterráneo la diosa de la fecundidad, la vida y la muerte. Su representación en el cielo era la Luna, mientras que en la tierra se prefiguraba mediante una piedra basta, tal y como se encontró en el enclave costasoleño. Ya Festo Avieno identificó en su Ora Maritima tres altares consagrados a Noctiluca en la Antigüedad en el sur de la Península Ibérica: uno en la Cueva del Tesoro, otro que se correspondería con la aldea de El Rocío en Huelva (la Virgen, perdonen los romeros, es una más que digna sucesora de la divinidad) y un tercero en Villaricos, en Almería, donde también me gusta darme un chapuzón de vez en cuando. De manera que ahí estaba la clave del alga rojiza: Noctiluca regresaba en forma de maldición bíblica a recuperar lo que había sido suyo, quizá con la intención de enfrentarse a la hegemonía cristiana. A lo largo de la Historia los dioses han reaparecido a menudo para reivindicar sus derechos, y parece que todavía siguen en ello. Pero nunca lo han hecho de manera pacífica. Lo mejor, por si las moscas, es tomárselos en serio.

La situación tiene una lectura tenebrosa: en honor del antiguo matriarcado, según el cual las mujeres quedaban fecundas por sí mismas sin necesidad de la intervención del varón (¿les suena?), los ritos a Noctiluca estaban dirigidos por sacerdotisas que castraban con cuchillo y en directo a tres o cuatro muchachos propiciatorios. Jesús Catalá debería intervenir para que la amenaza no vaya a mayores.

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