Manuel González llega a los altares

El beato Manuel González, obispo de Málaga entre los años 1920 y 1935, subirá hoy a los altares durante la eucaristía que se celebrará en la plaza de San Pedro de Roma a partir de las 10:15. La canonización del prelado malagueño llega a buen término tras la autorización realizada por el Papa Francisco el pasado día 3 de marzo a la Congregación para la Causa de los Santos por la que se reconocía el segundo milagro necesario para esta concesión.

Desde ayer la capital de Italia se mantiene como lugar de peregrinación de centenares de devotos de Manuel González y otros seis futuros santos que llenaron la basílica Sant' Andrea della Valle, que quedó abarrotada durante la ceremonia de acogida realizada en su interior. Junto a la diócesis malagueña será la palentina la que mayor acompañamiento realice, dado que el pastor católico fue obispo de esta Diócesis durante los cinco últimos años de su vida. El acto de hoy estará presidido por el Sumo Pontífice y contará con la presencia del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Diaz.

Además de un pertinente análisis de la labor realizada por el beato, el obispo Jesús Catalá destacó en una intervención a través de los medios diocesanos que "en Andalucía es un santo muy conocido, que ha influido en la promoción del culto a la Eucaristía como centro de la vida, como adoración del Señor y como contemplación de Cristo Sacramentado. El culto eucarístico fue una de las fuertes líneas de su espiritualidad, que le llevó a servir a los pobres".

La figura del hispalense queda unida inexorablemente a la iglesia malagueña por ser, entre otras cosas, promotor de la construcción del actual Seminario Diocesano y casa de espiritualidad. El aún beato recibió el encargo de Su Santidad como obispo auxiliar de Málaga en 1916 y cuatro años más tarde marcó su nombramiento como pastor de la Diócesis malagueña con un banquete ofrecido a los niños más necesitados.

Manuel González aprobó la fundación de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga en el año 1921 y promovió la creación de la orden de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. Igualmente, tras la proclamación de la Segunda República, vivió la quema de iglesias y conventos en la noche del 11 al 12 de mayo de 1931 de la que pudo escapar del interior del Palacio Episcopal minutos antes de que el edificio fuese pasto de las llamas.

Su causa se inició en 1952 pero sus virtudes heróicas no fueron declaradas hasta 1998. Juan Pablo II lo beatificó en Roma en 2001.