"¿Miedo? Por supuesto: lo tuve en un pasillo de la ONU, en Nueva York"

El maestro de reporteros gráficos repasa una carrera jalonada durante casi cuatro décadas, consagradas en su mayor parte a la Agencia Efe en Málaga y a numerosos eventos políticos y deportivos internacionales

Rafael Díaz, frente a un mural realizado con algunas de sus fotografías más significativas, en la Delegación en Málaga de la Agencia Efe.
Rafael Díaz, frente a un mural realizado con algunas de sus fotografías más significativas, en la Delegación en Málaga de la Agencia Efe.

07 de diciembre 2008 - 01:00

Rafael Díaz recibe a los periodistas en el que ha sido su despacho durante muchos años en la Delegación de la Agencia Efe en Málaga. Deja bien claro que este tipo de trances no le hacen ninguna gracia, pero para la ocasión vale la pena un buen chantaje emocional. Díaz nació en Ronda, ha ganado en tres ocasiones el Premio Andalucía de Periodismo y ha cubierto Olimpiadas, mundiales de fútbol, eurocopas y cumbres de jefes de Estado. Tiene historias para parar el AVE, pero las cuenta mejor desde la complicidad, y mucho más ahora que ya está jubilado: acaba de retirarse del oficio con la misma discreción con la que empezó.

-¿Recuerda cuál fue su primera foto para la Agencia Efe?

-El primer trabajo que hice para Efe fue la manifestación del 4 de diciembre en la que murió García Caparrós. Cubrí todo el trayecto, desde que empezó hasta que se disolvió por el Puente de las Américas, con todos los tiros y las bombas de humo. Por entonces yo trabajaba en Sol de España, la Agencia Efe tenía un fotógrafo en Málaga que no fue a cubrir la manifestación y buscaban desesperados un reportero gráfico por todos los periódicos de la ciudad. Dieron conmigo, me lo ofrecieron y acepté. Así comencé a trabajar para Efe como colaborador, pero no entré en plantilla hasta el Mundial de Fútbol de 1982.

-Una de sus fotos más publicadas fue la del encuentro entre Don Juan Carlos y Fidel Castro en la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado de Bariloche, en 1995. En ella, parece que el comandante le mete los dedos en los ojos al Rey. ¿Cómo consiguió ese efecto?

-En realidad fue una foto robada. Ellos estaban en el salón de encuentros donde iban entrando los jefes de Estado. Yo estaba en un pasillo y tenía en la cámara un objetivo que me permitía verlo todo de lejos. Cuando vi que el Rey se acercaba a Fidel Castro, hice tres o cuatro disparos y en uno de ellos capté ese gesto, parece que van a abrazarse pero por un curioso efecto óptico da la sensación de que Castro va a meterle los dedos en los ojos al Rey. Fue en parte cuestión de suerte. Pero lo cierto es que aquella foto fue portada de todos los periódicos.

-¿Hay algún personaje especialmente difícil de fotografiar?

-Sí, uno muy cercano: Braulio Medel. Hacerle una foto es tremendamente difícil, no gesticula, no hace nada, se limita a ponerse delante del micrófono y ni levanta una mano, no expresa nada.

-¿Y, por el contrario, algún fotogénico de manual?

-Paulino Plata, da mucho juego con las manos. Es un chollo.

-Si tuviera que quedarse con una sola de sus miles de fotos, ¿por cuál se decantaría?

-Me gusta especialmente una por la que me dieron el Premio Andalucía de Periodismo en 1991; una tomada en el bloqueo del puerto de Algeciras, en la que un marinero besa a su mujer desde el barco, en el muelle. Parece que ella se va a caer al agua. Recoge un momento muy emotivo y además tiene una historia muy bonita detrás.

-¿Qué foto no ha podido hacer?

-Me hubiera gustado fotografiar a Picasso. Creo que lo habría hecho bien, me habría inspirado bastante. Era un hombre muy especial en todos los sentidos.

-Parece que en los últimos años se ha desarrollado cierta sensibilidad social acerca de las condiciones de seguridad con la que trabajan los reporteros gráficos, especialmente en lugares de riesgo. ¿Cuándo se ha sentido usted más solo, menos protegido?

-En 38 años que llevo en esto me he metido en todos los berenjenales. En la misma manifestación del 4 de diciembre me vi entre los manifestantes que tiraban piedras cerca de El Corte Inglés y los policías, que respondían con gases y disparos. Me metí debajo del puente de Tetuán y no pude salir de allí en al menos media hora. Justo entonces mataron a García Caparrós. Mi lugar en la Transición estuvo entre la policía y los manifestantes; me cayeron golpes de ambos lados.

-¿Alguna vez ha tenido miedo?

-¿Miedo? Por supuesto. Lo tuve en un pasillo de la sede de la ONU, en Nueva York. Fui a cubrir el 50 aniversario de las Naciones Unidas, estaban todos los jefes de Estado y de Gobierno del mundo y uno de Ronda, que era yo. Imagínate cómo eran las medidas de seguridad. Había que estar allí a las 6:00 y pasar dos horas de controles hasta llegar a la sala de prensa. Luego había que estar atento a las convocatorias que se iban haciendo por megafonía a los periodistas de los distintos países, venían unos ordenanzas, nos llevaban a las distintas salas en las que se celebraban los encuentros o al hemiciclo, hacíamos las fotos en tres minutos y luego nos devolvían a la sala de prensa, desde donde transmitíamos. Pasamos allí ocho días. En una de éstas me perdí y me metí por un pasillo por el que no tenía que haber entrado. Entonces vi venir hacia mí a un policía enorme, que corría armado con una porra y una metralleta, y pensé que me mataba. Me quedé quieto a esperar el golpe, pero el hombre debió verme la cara y comprendió que no había peligro. Le dije que era español y empezó a interrogarme en castellano, que quién era, que a dónde iba. Me echó una bronca descomunal, pero por lo menos no me pegó.

-Usted cubrió las Olimpiadas de Barcelona y Sydney. ¿Es el deporte agradecido para las fotos?

-Hacer fotos de deportes es muy difícil. Tienes que conocer a fondo cada uno para obtener las mejores imágenes posibles. Ir a una Olimpiada no es ir a pasearse, hay que trabajar desde primera hora de la mañana hasta la madrugada, durante un mes. Hay que desplazarse continuamente en distancias muy largas y en muy poco tiempo, y el transporte a menudo no juega de tu parte, a pesar de que la organización suele facilitar las cosas. Después de dos Olimpiadas la verdad es que se te quitan las ganas de cubrir más. Súmale mundiales de fútbol, eurocopas...

-Sus primeros pasos en la profesión llegaron a finales de los 60, cuando enviaba fotos de la Goyesca a distintos periódicos. ¿Es cierto, como dicen otros reporteros gráficos, que lo más difícil es inmortalizar una buena faena?

-No creo que sea lo más difícil, pero sí es cierto que una corrida exige especial atención. Tienes que saber lo que estás haciendo y anticiparte, en la medida de lo posible, a lo que va a hacer el animal. Lo malo de los toros es que sabes que muchos periódicos echan mano de la Agencia Efe para cubrir las corridas, así que la responsabilidad es mayor. Además, cada corrida es un mundo. En algunas he trabajado muy relajado y en otras he tenido todo el tiempo el corazón en la boca.

-¿Cómo ha visto la evolución del periodismo en estos años?

-Mal. El periodismo que se hace ahora no me gusta. No me las doy de antiguo, pero creo que se está perdiendo el respeto totalmente. Ya es muy habitual que cuando estás trabajando te confundan con otras cosas y otras gentes que no tienen nada que ver con el periodismo. Lo peor que te puede pasar es que te traten de paparazzi, y a mí me ha ocurrido. La culpa la tienen los medios que han fomentado el sensacionalismo, además de quienes consumen estos productos. No se pone freno por ningún lado.

-¿Alguna vez le han ofrecido trabajar de paparazzi?

-Nunca. Si lo hubieran hecho, sólo con que me lo hubieran propuesto, habría dejado la profesión.

-¿Le ha pedido alguien que eliminara una foto comprometida?

-Me lo han pedido los jefes de prensa de algunos políticos, pero nunca los políticos. Si los responsables de los gabinetes ven que he hecho alguna foto en la que puede salir un gesto desafortunado, no es extraño que me pidan que no la envíe. De todas formas, nunca he tenido el ánimo de ridiculizar a nadie.

-¿Cómo era su primera cámara?

-Era una de caoba, de mi padre. La tengo todavía, en una pequeña colección de cámaras antiguas. Hice mis primeras fotos en el estudio de mi padre. Allí aprendí a revelar.

-¿Nada que ver con las digitales?

-Bueno, la tecnología permite que el trabajo sea más rápido, más fácil, más limpio. Lo malo es que, además de la cámara, ahora tenemos que cargar también con un ordenador. Pero esto nos permite transmitir fotos desde casi cualquier sitio. Recuerdo que llegué a transmitir desde los campamentos de Tindouf de los refugiados saharauis, en Argelia. Un chófer nos llevó a un lugar exacto en medio del desierto, a muchos kilómetros de cualquier sitio, en el que había cobertura. Tardamos más de una hora en llegar, desierto adentro. Cuando encendí el ordenador encima del techo del land rover y aparecieron dos rayitas de cobertura, vi el cielo abierto.

-¿Qué será de los fotógrafos, ahora que cualquiera puede atrapar el instante con su móvil?

-No creo que el fotoperiodismo se acabe. La calidad profesional siempre será necesaria. Sean como sean las cámaras, siempre tendrá que haber un dedo que apriete el botón. No me parece mal que los medios se abran a la participación ciudadana de esta manera, pero eso no basta. Sería un suicidio.

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