Mosquitos que obligan a recluirse

Vecinos de Guadalmar aseguran que la plaga de esta especie común les impide salir de su casa cuando cae la noche Comerciantes lamentan la bajada de clientes en las terrazas

Trampa colocada para atraer mosquitos y analizarlos.
Trampa colocada para atraer mosquitos y analizarlos.

"Invito a los que dicen que aquí no hay plagas de mosquitos a que se tomen una cerveza en un chiringuito a las 20:00 en Guadalmar y lo comprueben". Francisco Troyano, portavoz de la asociación de residentes de la zona, asegura que la situación es "insoportable". Y es que la presencia de esta especie les está obligando a recluirse en sus casas cuando cae la noche. "Queremos soluciones, cada vez está haciendo más calor. Los vecinos no pueden salir a cierta hora y tienen que tener mucho cuidado con sus animales y con los niños. A mi perro le han transmitido una enfermedad", aseveró el representante vecinal, que ve necesario que los técnicos fumiguen. La incomodidad que estos insectos está generando en la barriada ha disparado la venta de botes de insecticidas y mosquiteras para puertas y ventanas. "El que los fabricó se está haciendo de oro", recalcó.

El exceso de mosquitos tradicionales coincide con la presencia del conocido como tigre, detectado en la desembocadura del río Guadalhorce por primera vez el pasado mes de septiembre y cuyas picaduras son más dolorosas. A día de hoy, se desconoce cuál es la densidad de población de esta nueva especie en Málaga. A fin de comprobarlo, el Ayuntamiento ha encargado a la empresa a la que tiene contratada el servicio de control de plagas la colocación de trampas en los puntos más conflictivos, según explicó el director general de Medio Ambiente del Consistorio, Luis Medina. Los expertos coinciden en destacar que la plaga que actualmente está afectando en mayor medida es la especie común que suele reproducirse en Málaga todos los veranos. La previsión es que esta temporada sea, en este sentido, algo más complicada que otras como consecuencia de las intensas lluvias que se registraron durante el mes de mayo.

El incremento de esta población invasora trae también de cabeza a los alumnos del colegio colegio Julio Caro Baroja, situado en la urbanización de Guadalmar, junto al paraje natural de la desembocadura del Guadalhorce. Ayer, según precisó Amanda, portavoz del AMPA, fueron varias las medidas de prevención que tuvieron que adoptarse con motivo de la fiesta de curso que los estudiantes celebraban por la tarde al aire libre. "Compramos para las mesas perfumes repelentes. Esto no habíamos tenido que hacerlo nunca. Siempre ha habido mosquitos pero llevamos ya dos años con esta plaga. Los niños lo sufren y hay que buscar una solución. Hay que proteger las aves, pero también a ellos. Les pican a través de la ropa, de día y de noche. Aquí no tienen horario", resaltó la portavoz de los padres. Aunque desde hace un par de días el problema parece ser menos acuciante, la preocupación de los progenitores estriba en no tener la seguridad de si al regresar sus hijos a las clases en septiembre los mosquitos dejarán de perturbar.

Otros de los afectados en Guadalmar son los comerciantes, que están viendo mermadas la recaudación. El encargado de un chiringuito que conforma uno de los ejemplos cree como los vecinos que la solución pasa por fumigar el césped. "Si los mosquitos se quedan desde el final de la tarde una hora y media, los clientes no quieren estar en la terraza porque se los comen. Es inaguantable. Ya no sabemos qué hacer", se lamentó este trabajador, que asegura que un vecino tenía "más de 11 picaduras" tras ser atacado mientras pintaba en la calle.

María José, dueña de otro negocio, señaló que los trabajadores llevan en un brazo parches que compran en farmacias para repeler a estos animales. "Mi hijo de 3 años tiene ocho picaduras. Pasa la noche rascándose, tengo que echarle cremas antiinflamantorias", subrayó. Ayer, constató que un responsable del área de Medio Ambiente colocó trampas para atraerlos y distinguir si se trata de mosquitos tigre o son los tradicionales.

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