Málaga

Muelle Uno sigue buscando su sitio

  • Las voces de comerciantes descontentos con el resultado comercial de la seña de identidad de la apertura del puerto a la ciudad contrastan con las de otros satisfechos por cómo está respondiendo la clientela

El proyecto comercial Muelle Uno, santo y seña de la transformación del puerto de Málaga y de su apertura a la ciudad, vive sobre un escenario en el que son tantas las voces que ponen en cuestión el resultado actual de la iniciativa como las que resuenan cantando sus bondades. Todo ello, bien es cierto, a sólo cinco meses de la polémica apertura de un espacio repleto de atractivos. Málaga Hoy ha querido conocer las sensaciones de los responsables directos de los locales que se asentaron sobre esta nueva calle Larios. Y de los testimonios recabados, un mensaje queda patente: Muelle Uno es, ante todo, un centro de fin de semana y festivos.

¿Y el resto de la semana? Según los comerciantes, actividad escasa. Una afirmación que hace que más de uno se acuerde de la famosa locomotora que los promotores del proyecto querían instalar en forma de supermercado, propuesta finalmente desechada por el Puerto. Esta contraposición es patente en función del tipo de negocio. La penuria se percibe más en las tiendas de moda que en restauración. Javier es el encargado de Emblems. "La cosa está muy floja", dice. Aunque no se atreve a poner números, tiene pocas dudas sobra la situación. "Al principio las pérdidas no eran muchas, pero ahora se nota mucho más". Javier constata lo que evidencia el resto de empresarios. "Durante la semana el negocio va fatal; se puede dar un día bueno, pero la mayoría son bastante malos, sobre todo en comparación con otras tiendas que tenemos, por ejemplo, en la calle Larios".

Natalia, una de las empleadas de Rich, tienda de moda, confía en que los primeros malos tiempos den paso a una época más productiva. "No he perdido la esperanza; se le empieza a ver mucho más color que al principio; los fines de semana y los festivos se llena, pero el resto de días, no". Donde ponen el acento es en la necesidad de que el centro comercial tenga más presencia de cruceristas.

"Pensé que iban a venir muchos más", admite Javier. Algo a lo que puede ayudar la implantación en la esquina de oro de la parada de los autobuses que trasladan a los turistas desde el dique de Levante hasta el centro. Un transporte que sale de ese punto cada quince minutos, dando la oportunidad a los visitantes a pararse en Muelle Uno y pasear por las tiendas y bares antes de conducirse hacia el casco urbano.

"Con la parada se está notando algo más la presencia de cruceristas", comenta Tatiana, empleada de Funkfish, que insiste en la importancia de que haga buen tiempo. "Ahora parece que la cosa está empezando a levantar, pero hace un mes cuando se iba el sol, esto se quedaba muerto".

El escenario en el que se mueven los arrendatarios de los locales de Muelle Uno no es para nada sencilla. La crisis de consumo generalizada se topa con los elevados alquileres a los que han de hacer frente. Un empresario que adquirió dos de los espacios comerciales se muestra más que pesimista con el resultado. "Un local puede necesitar del orden de 200.000 euros en concepto de mobiliario, menaje y resto de instalaciones, a lo que hay que sumar un aval de seis meses, un mes más de garantía de obra... Y luego métete con el empleo. Es un pico". "Las cuentas no salen y a eso se suma que el centro es un pelotazo, va de escándalo, se llena y factura, porque es muy cómodo, mientras que el puerto tiene el condicionante del calor, el frío y el viento", expone.

Pero sí hay otros empresarios que sonríen cuando se les pregunta por el negocio. El caso más extremo es el de La Sureña. "Estamos a reventar siempre; somos el local del puerto", dice de forma categórica Sergio, su encargado. "Miras nuestra terraza los fines de semana y está llena; miras las del resto y no ocurre lo mismo", añade. Sin poner números, sí dice con claridad que el negocio "está ganando dinero".

Rafael, encargado de El Marisquero, se muestra satisfecho por cómo está el negocio. "Hay que recoger mucho dinero porque se paga mucho; pero estamos contentos". Patricia Godoy, de la Marisquería Godoy, piensa parecido. "No me puedo quejar, pero eso es porque tenemos una clientela de siempre, de cuando el local estaba en El Palo", precisa. No obstante, apunta una queja vinculada con la llegada de cruceros. "Suelen ser visitantes que ya lo traen todo incluido y que como mucho lo que hacen es tomarse una cerveza".

"Falta que se movilicen más barcos hacia Muelle Uno, que no los lleven directamente al centro", comenta Paco, del Muelle 1. "Nos cuesta llegar a final de mes, los días acompañan pero las noches, no", insiste. Paco admite que logran ingresos para cubrir los gastos "y rozando". Según explica, el alquiler de un local pequeño puede rondar los 6.500 euros.

Uno de los emblemas de la nueva calle comercial es el restaurante José Carlos García. El cocinero, anterior responsable del Café de París, dice estar contento. "Veníamos de un barrio estupendo, pero desde el punto de vista comercial, muerto; no es para tirar cohetes, pero se ve alegría, una proyección de futuro". Cuando se le pregunta por los resultados, confiesa que aún no se han puesto a echar números pero que cree, "a la cuenta la vieja, que podemos ir viviendo; no es que vayamos a convertir esto en una gran superfranquicia, pero podremos perdurar, sufriendo". Y mira al futuro con optimismo. "Se avecina algo muy bueno", añade.

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