"Mujer y encima taxista"
Son poco más de 40 conductoras en Málaga, pero su presencia aún llama la atención · Los clientes masculinos recelan, pero a las féminas "les tranquiliza"
Son minoría, pero su presencia se hace notar. El colectivo de mujeres taxistas en la ciudad de Málaga apenas supera los 40 en una flota de más de dos mil vehículos. Muchas son hijas de conductores veteranos, la mayoría rehúye la noche, y a todas les une un binomio que no falla al volante: carácter y capacidad de decisión. Su día a día les obliga a lidiar a parte iguales con piropos, improperios y algún que otro cliente suspicaz.
"Lo primero que me preguntan es por mi edad y si tengo carné de conducir", reseña Susana Estébanez desde la parada de la estación de tren María Zambrano. Es joven (tiene 24 años), guapa y profesional. Entró en el taxi hace un año después de trabajar en una peluquería, un supermercado y quedarse en paro. Ahora presume de ser una buena conductora -"éste es mi futuro", comenta- y de haber conocido a su actual novio, también taxista, entre parada y parada. "Él, como mi padre, me dice que no me fíe de nadie ni le dé conversación a todo el mundo", recuerda.
Reconoce tener que justificarse más de una vez ante clientes varones y mayores. Hace dos meses un coche le dio un porrazo en la puerta y al poco tiempo tuvo que recoger un servicio. Lo primero que le dijo el hombre fue: "No vayas a correr, que mira el porrazo que le has dado!". Susana ante comentarios de este tipo suele responder, tajante: "Yo le puedo llevar sin problema, pero si no quiere llamo a otro compañero". Como el resto de las consultadas, evita meterse en discusiones y problemas mayores. Aunque a veces la situación casi ha llegado a superarla.
Susana recuerda una mañana temprano cuando se subieron al taxi "un moro y un guiri" ebrios y le ordenaron sin rodeos: "Llévanos a una casa de putas". Ella les respondió que no conocía ninguna, finalmente les condujo a la Alameda Principal, y el que estaba sentado a su lado empezó a cogerle la mano. Ella sacó valor, la soltó bruscamente, se puso firme y consiguió que se bajaran y le pagaran la carrera. Dos acciones que, por desgracia, no siempre van de la mano.
Conchi García lleva cuatro años detrás de la rosca y una vasta lista de anécdotas. Como aquella vez en la que recogió a una mujer preñada, su pareja y el padre de ésta. El joven estaba sentado detrás y no paraba de ofenderla con comentarios del tipo, "¡los taxistas sois todos unos ladrones!", al tiempo que le daba empujones en la espalda. La paciencia de Conchi llegó al límite y frenó en plena autovía con un "¡o se callan o se bajan todos del coche, ya! La amenaza no surtió efecto, se vio obligada a llamar por la emisora a un compañero y luego a la Policía. "No me quería pagar y encima quería pegarme. Le puse una denuncia", sostiene.
Malos tragos aparte, Conchi ha vivido también momentos distendidos como cuando llevó a Aramis Fuster desde el aeropuerto a San Pedro Alcántara "y no paró de dormir en todo el camino porque venía de EEUU". O cuando se subió el humorista Ángel Garó, ella le observó discretamente y punto en boca. "Me dijo antes de bajarse que era la primera persona que no le había preguntado nada", comenta.
Juana Gómez tiene 43 años y llegó hace dos años al gremio, de rebote. Estuvo cerca de diez años al frente de una inmobiliaria, pero la crisis le obligó a cambiar de rumbo. Alquiló el coche de su padre (taxista jubilado) y comenzó una nueva etapa. En su memoria guarda momentos divertidos como cuando recogió en el polígono a una prostituta travesti y sus tres compañeras. "No paré de reírme escuchando sus operaciones de cirugía estética", recuerda. En otra ocasión, Juana tiró de su orgullo y se permitió el lujo de prescindir de 30 euros por una propina de dignidad. "Llegó un cliente muy trajeado, iba de chulo, se puso a vacilarme y me di el gustazo de decirle que se bajara y de no cobrarle", explica.
Hasta que se incorporó otra con 19 años, Esperanza Palomo (de 23) era la taxista más joven de Málaga. Tiene un niño de 2 años y una pareja con la que se turna para atender al pequeño. Su jornada diaria suele ser de nueve horas, aunque los fines de semana asciende a trece. Asegura que la presencia femenina al volante impone más a los jovencitos. "Los ves venir de juerga y cuando se suben y me ven, se quedan callados", expresa. Frente a lo que pueda parecer, una de sus experiencias más desagradables la vivió con una mujer en el asiento. Esperanza desconocía dónde estaba la peña El Sombrero y la señora, indignada, no paró de humillarla hasta llegar a soltarle: "Pues si no sabes, te metes a fregar". Ella, sin pensárselo dos veces, echó el freno de mano y la apeó del taxi.
"Tienes que entrar pa'arriba, como vengas de espalda no tienes nada que hacer", advierte la joven como actitud ante machadas del tipo "¡mujer y encima taxista, olé!" A pesar de ello, tanto Esperanza como Conchi coinciden en que son mayoría los clientes perita. Algunos llegan a felicitarlas por el manejo del volante. Mientras, ellas, con la cabeza alta siguen por su carril buscando hueco en una profesión, aún, de corte masculino.
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