Olías, tierra olvidada desde hace 20 años
Los vecinos de la barriada se quejan del abandono que sufren por parte del ayuntamiento Llevan un año a la espera de un placa para poder inaugurar su biblioteca
Ir a Olías es un viaje en el tiempo. El barrio, afincado en una ladera de los montes de Málaga, a 400 metros sobre el nivel del mar y a diez kilómetros de la capital, otorga una estampa propia de la ruta de los pueblos blancos. Sin embargo, el visitante sigue estando en la capital de la provincia. Y cuanto más se avanza por el barrio, más cuesta recordarlo. Es necesario repetírselo una y otra vez: capital de la Costa del Sol en el siglo XXI.
Es una ardua tarea por la larga lista de deficiencias y desperfectos que en Olías se amontonan: casas derruidas a punto de desplomarse por completo, caminos de tierra sin asfaltar, más de la mitad de las fuentes no funcionan, cuestas pavimentadas en la época de Aparicio, ausencia de medidas de seguridad en la mayoría de las partes del barrio...
La lista es larga y tiene víctimas. Cuando llueve, cuentan los vecinos, es peligroso salir porque el riesgo de resbalar es muy alto. "Las personas más mayores se quedan encerradas en sus casas cuando las calles están mojadas, no pueden salir", explican. Un auténtico problema pues la inmensa mayoría de las calles de Olías son cuestas y su población, muy envejecida. "Las calles llevan sin arreglarse desde que las hiciera Aparicio. Olías lleva abandonada 20 años", comenta Estefanía Martín Palop, concejala del grupo socialista en el Ayuntamiento de la capital.
Olías se unió a Málaga en la década de 1940. A pesar de eso, siempre ha mantenido una identidad muy propia y unas tradiciones culturales arraigadas. "La gente de aquí no quiere irse. Ama su casa; pero cada vez somos menos porque nos lo ponen muy difícil", explican algunos de los vecinos de la barriada.
Sin embargo, sí se han realizado algunas mejoras. En 2009 y con una partida de 300.000 euros se rehabilitó la fachada de la iglesia del barrio, la parroquia de San Vicente Ferrer, del 1505. "Hace dos años se reformaron las dos plazas del barrio, se arreglaron las grietas del cementerio, se puso una fuente en la carretera y cada año se limpian las zonas de brozas", enumera Almudena Ramos, directora de la Junta Municipal de Distrito Este -al que pertenece Olías-.
Sin lugar a dudas, una lista que no contenta a los vecinos. Actuaciones, a todas vistas, ahora invisibles. Una de las plazas a las que se refiere la concejala del PP es Plaza Nueva. Allí están plantados, como elementos intrusos, dos bancos y un macetero. "Vaya usted a saber de dónde les sobró eso", jalea un hombre.
La zona más nueva del barrio, remodelada hace una década, es la de la cancha de fútbol. Al lado hay un parque infantil construido en 2013 sobre un pozo de agua, el cual fue tapado con una estructura cuadrada de hormigón con una puerta metálica que ahora está rota. "Es un peligro para los niños, si se caen dentro no hay forma de sacarlos", se queja el barrendero del barrio.
Su uniforme de Limasa es la única prueba fehaciente de que el visitante continúa en Málaga. No quiere dar su nombre. "No lo necesitas, de todas formas, soy el único limpiador aquí". Si él enferma o libra un par de días, nadie viene a sustituirlo, explica. Él solo tiene que limpiar todas las calles del barrio. "Cada vez me cuesta más. Dentro de poco pues tendré que dejarme sitios sin barrer ese día".
El caso más estridente de desapego municipal es el de la biblioteca. Con todo preparado para ponerse en marcha, el edificio lleva cerrado un año entero. La asociación de vecinos está a la espera de que el ayuntamiento de Málaga realice una placa conmemorativa para el hombre que cedió su biblioteca privada a la barriada.
"Sabemos que debería haberse inaugurado hace tiempo. Pero lo haremos en septiembre", prometió a este periódico el concejal del distrito Julio Andrade. "Además, están planificadas una serie de actuaciones más que se llevarán a cabo durante este año", acotó.
Hace un par de semanas se celebraron las fiestas del barrio. A ellas acudieron tanto Julio Andrade como Francisco de la Torre. Dicen los vecinos que, subiendo una cuesta del barrio, el alcalde se santiguó. Tal vez esta vez se percate que tanto él como Olías, necesitaban un pequeño empujón.
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