Un Pentecostés de Coronación

La Virgen del Rocío recorrió el barrio de la Victoria en su tradicional cita del mes de mayo con una sencilla estampa que transportaba al apelativo de la 'Novia de Málaga'

José Luis Pérez Málaga

24 de mayo 2015 - 01:00

La festividad de Pentecostés sirve de punto de encuentro anual en el barrio de la Victoria. Es una cita donde vecinos, cofrades, personas que habitaron el la zona, amigos, e incluso políticos en jornada de reflexión, se reencuentran ante la salida de la Virgen del Rocío. Por derecho propio, la imagen tiene marcado en rojo la fecha en el calendario para demostrar que el fervor popular sigue presente a cuatro meses de su coronación canónica. La salida de la Virgen desde su casa hermandad se hizo esperar. Media hora más tarde de lo previsto, motivado por la eucaristía previa que se celebra delante del trono procesional, se abrían las puertas frente a la plaza de Marcelino de Champagnat. Un sonoro aplauso recibía a la Virgen que vestía sencilla, sin rostrillo y con una mantilla que permitía dibujar su oscura cabellera, luciendo en el pecho el escudo de la ciudad y el de la provincia, concedido recientemente.

Entre las cientos de historias que la tarde de ayer podía encerrar se encontraba la de José Doblas. Hermano de la corporación victoriana desde que tiene uso de razón, tuvo el privilegio de ser mayordomo del trono en el mismo día de su cumpleaños, y la alegría y la emoción por el inesperado regalo se podían notar en sus ojos cuando se encontraba con la mirada de la Virgen o de alguno de sus hermanos.

La procesión discurría a buen ritmo a su llegada al convento de las Madres Adoratrices de calle Cristo de la Epidemia. Allí, con la marcha Reina de San Lázaro, se vivía un momento emotivo con las hermanas, que recibían el cariño del hermano mayor de la corporación, Juan José Lupiáñez, y del párroco de San Lázaro, Guillermo Tejero.

Posteriormente, el cortejo continuó por calle Fernando el Católico, donde la hermandad del Monte Calvario le esperaba con el guión y colmaba el cielo con flores de una de las múltiples petaladas que pudieron verse. Unos minutos más tarde llegaba el encuentro con la Virgen de la Victoria, tras la entrada de la imagen al Santuario que corona el barrio. El encuentro con la Corporación y las hermandades de Humildad y Amor se repetía cual tradicional estampa.

Una vez que la Virgen abandonó el templo, se produjo el cambio de turno de los portadores, que tomaban la vela que sus hermanos relevaban para no dejar de acompañar a la imagen. La Virgen pasaba por la parroquia de San Lázaro a los sones de la banda de música de La Paz para enfilar calle Victoria.

Una vez en el barrio de Lagunillas, la calle Alonso de Benítez se convertía en un recoveco en el que una inmensa petalada preparada por los hermanos recibía a la Virgen del Rocío, regalando una bella estampa para vecinos y cofrades.

Pentecostés está hecho para el Rocío, que ya roza con sus dedos la Coronación que por derecho y fervor recibirá el 12 de septiembre.

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