Punto Sigre: reciclaje, no despilfarro

Las farmacias de la provincia han duplicado desde 2005 los kilos de envases que reciclan, cifra que al mes se sitúa en 9,4 toneladas

El punto Sigre es un contenedor que hay en las farmacias para reciclar envases y fármacos inservibles.
El punto Sigre es un contenedor que hay en las farmacias para reciclar envases y fármacos inservibles.
Leonor García / Málaga

03 de mayo 2012 - 01:00

La semana pasada, al anunciar que los pensionistas tendrán que pagar parte de las medicinas que gastan, la ministra de Sanidad, Ana Mato, arremetió contra el despilfarro de fármacos. Como ejemplo puso que en los puntos Sigre se echaron el año pasado 3.200 toneladas de medicamentos. Los puntos Sigre (Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases) son unos pequeños contenedores que hay en casi todas las boticas malagueñas y que desde hace diez años recogen las medicinas caducadas, inacabadas o excedentes. Pero los farmacéuticos matizan que no se trata de despilfarro, sino de reciclaje. "No es un mal uso, sino concienciación. Es reciclaje. Vamos por el buen camino, pero hay que reciclar más", explica el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Málaga, Javier Tudela. Y añade que la recogida que se hace en los puntos Sigre es para que fármacos caducados o excedentes o bien los envases no acaben contaminando el medio ambiente.

El reciclaje se ha duplicado con creces desde 2005. Entonces, por farmacia y mes se reciclaban 6,71 kilos. El año pasado, la cifra mensual por botica fue de 15,66 kilos. La cantidad supone que al mes las 602 farmacias de la provincia que participan en la iniciativa reciclan 9,4 toneladas y al año, 113 toneladas. La evolución de la media mensual recogida por cada 1.000 habitantes también refleja un creciente compromiso con el reciclaje. De 2,69 kilos en 2005 se pasó a 5,8 en 2011. Pero Tudela aclara que casi todo ese peso es vidrio, cartón, plástico de los envases y papel de los prospectos. Los fármacos que se tiran, asegura, representan una parte insignificante del total. "Son los que nos traen cuando un paciente fallece, cuando están inacabados pero el médico le cambia el tratamiento al enfermo, cuando no se los toma más por alguna interacción o un efecto adverso o cuando la duración del tratamiento son 12 pastillas y el envase trae 14. Pero cajas llenas [al punto Sigre] no entra ninguna. Ahí hay poco que ahorrar", apunta Tudela.

El procesado de todo el material recogido en las farmacias españolas se realiza en Galicia. Allí, se hace una clasificación de vidrio, papel, cartón, plástico y fármacos. Los envases se someten a un lavado específico para eliminar cualquier resto contaminante ya que han estado en contacto con un producto químico. Luego, cada material se destina a su reciclado. Los medicamentos se queman y se transforman en energía eléctrica. "El objetivo es que ningún medicamento contamine basureros, ríos o el mar", insiste el presidente del Colegio malagueño.

Tras todos estos argumentos y datos, Tudela hace hincapié -cuestionando las palabras de Mato sobre el punto Sigre- de que ahí no hay posibilidades de ahorro.

Donde en su opinión sí puede haber posibilidad de ahorrar en fármacos es ajustando los envases a la duración de los tratamientos. Es decir que si la posología más habitual es de tres píldoras diarias durante siete días, la caja traiga 21, no 25. Porque justamente son esas cuatro píldoras excedentes las que acaban en el punto Sigre. Una segunda propuesta es que se incremente el tamaño de los envases para los pacientes crónicos. Hay patologías que cuando debutan son para toda la vida, de modo que el enfermo deberá tomar el tratamiento hasta que muera. Para Tudela no tiene sentido que el envase solo traiga tratamiento para un mes. "Porque en cada envase no solo hay que pagar el fármaco, sino el cartón de la caja, el papel del prospecto, el plástico o el vidrio. Y a veces todo esto vale más que el propio medicamento", argumenta.

Para Tudela, impulsar la unidosis no generará ahorro. Al contrario, puede suponer un mayor gasto porque aunque sea una píldora debe llevar su correspondiente prospecto y envase. Las 620 farmacias de la provincia dispensan al mes 2,8 millones de recetas. Solo 500 son de unidosis. Tudela también desmonta la imagen del usuario que acopia fármacos. Antes de la instauración de la receta electrónica, esa práctica era posible porque si el médico a un enfermo crónico le daba recetas para varios meses podía retirarlas todas juntas. Pero ahora debe sacarlas de la farmacia de una en una. El sistema informático no permite recoger la siguiente hasta que no ha transcurrido tiempo suficiente para agotar la caja anterior.

El presidente del Colegio de farmacéuticos de Málaga insiste además en una reivindicación: que la receta electrónica sea interactiva con el médico de cabecera para informarle de la falta de adhesión al tratamiento, de posibles interacciones con otros fármacos o de duplicidades con la sanidad privada. Esta posibilidad, asegura, serviría para un mejor control de los tratamientos y, en consecuencia, de un ahorro en fármacos así como de efectos negativos para el paciente.

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