Quemar lo malo, mojar los deseos

Un año más se repitieron las tradiciones de San Juan, la playa se llenó de gente y los jóvenes hicieron sus ‘júas’

Cristina Fernández

24 de junio 2009 - 07:09

En buenas, en malas épocas. En lunes, en martes. En familia, con amigos. Siempre hay un deseo que pedir y un mal que alejar de la propia existencia. Sea por esto o por la mera excusa de celebrar una fiesta, como opina Adrián, la noche de San Juan sigue estando rendida a las tradiciones y miles de malagueños llenan las playas para celebrar cerca del mar una de las noches más mágicas del año.

En la playa de San Andrés, cerca de La Palera, un grupo de estudiantes de 4º de ESO del Ciudad de Melilla celebran su graduación con una moraga, aunque sin ascuas ni sardinas. “Hemos comprado bebidas espirituales”, dice Adrián, y han realizado dos júas nada improvisados. El pasado domingo quedaron para montar el operativo. “Nos dividimos en dos grupos, los chicos cogieron maderas de todos los lados que encontraron, basura incluida, y nosotras cosimos y rellenamos los muñecos”, explica Rocío.

Inocencio, que incluso han sentado en un sillón olvidado junto a un cubo, y Roque, cuya cabeza es un balón de fútbol, arderán junto con los apuntes, las libretas y agendas de estos chicos de entre 16 y 18 años. Y cuando los fuegos artificiales que el Ayuntamiento disparará desde la Térmica marquen la madrugada “todos al agua”, aseguran. “Esto básicamente es para celebrar una noche con nuestros compañeros del último año de instituto y para quitarnos el estrés del curso”, añade Adrián.

Pero la fiesta no es exclusiva de los jóvenes. Juan Antonio Rodríguez enciende ya su barbacoa para poner los espetos y los pinchitos que degustará junto a su mujer, su hermana, cuñados y sobrinos. Y como manda la tradición, también se bañará a media noche. Pero Juan Antonio no pedirá ningún deseo porque los años lo han hecho más sabio y es consciente de que “lo que tenga que venir, vendrá, sea bueno o malo”.

Pero no todos pueden recibir el verano –aunque la estación ya entró el pasado domingo– de la misma manera. Alberto Ruiz lo hace trabajando en el restaurante Nevado, en Echevarría de Huelin. “El año pasado fue desastroso, cayó en lunes y no tuvimos la clientela que se esperaba, de hecho la mayoría de los 14 camareros que teníamos se quedó de brazos cruzados”, comenta antes de que caiga la noche y cuando aún está tranquila la cosa. Generalmente, a Alberto no le da tiempo ni a mojarse los pies, pero sin son muchas las ganas, hay años que cuando cierran, en torno a las cinco de la mañana, se acerca hasta la orilla. “A nosotros nos tienen quemados más de uno pero no, no quemamos nada”, afirma.

En otros puntos sí que ardieron las hogueras. Apuntes, profesores convertidos en muñecos de madera y trapo. Jefes insoportables, despidos improcedentes, contratos basura, gripe A, crisis, todo se hizo ayer cenizas tras la quema del júa que ideó Fernando Wilson para el Ayuntamiento de Málaga y que se instaló a al altura de la playa de la Misericordia. Un año más Málaga celebró la fiesta más pagana en nombre de San Juan.

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