Sociedad

Quioscos en peligro de extinción

  • Más de 80 módulos permanecen cerrados en la capital. Negocios que en su día costaron al propietario 40.000 euros se ofertan tres veces por debajo de su valor.

Forman parte de la ciudad, de su identidad, de su imagen y de su historia. Durante décadas, los quioscos han sabido dar cobijo a varias generaciones en busca de noticias, chucherías o un simple refrigerio. Pero hoy, asfixiados por los impuestos y unas ventas en caída libre, son una especie en peligro de extinción. Los módulos cerrados sin actividad se cuentan por decenas y el cártel de Se vende da cuenta de la situación desesperada que vive el sector. Negocios que en su día costaron al propietario 40.000 euros se ofertan ahora tres veces por debajo de su valor. Y aún así, la rebaja no asegura su venta.

En la capital hay repartidos 459 módulos verdes, según los datos aportados por el área de Comercio del Ayuntamiento. De ellos, más de 80 permanecen cerrados y sin actividad, algunos con el cártel de venta y otros, sobre los que los propietarios ya han desistido, simplemente abandonados. El presidente de la Asociación de Quioscos y Vendedores de Prensa y Revistas de Málaga y Provincia (Akima), Jerónimo Núñez, resume los problemas que arrastra el sector: "la culpa es de la crisis, de la competencia desleal y de la prensa, que no se vende. Todo eso unido a la cantidad de impuestos que pagamos, pues a final de mes muchos quiosqueros tienen que acabar poniéndole dinero al negocio".

Las pequeñas dimensiones de un quiosco pueden llevar a engaños respecto al mantenimiento que implican. Al fin y al cabo son un negocio como otro cualquiera, en el que su propietario está obligado a pagar a Hacienda, a la Seguridad Social, el recibo de luz, un seguro, los impuestos por vender tabaco, una fianza de entre 8.000 y 10.000 euros para vender prensa, y hasta por ocupación de la vía pública han de abonar 400 euros cada cuatro meses al Ayuntamiento. Los únicos ingresos fijos que obtienen vienen de la publicidad de sus laterales. La empresa Cemursa abona una cantidad mensual -alrededor de 300 euros- a cada quiosquero con la que pueden hacer frente al pago del quiosco. Este fue un acuerdo que se realizó cuando se cambiaron los antiguos módulos por los verdes, una renovación que costó unos 36.000 euros a cada quiosquero. Aún así, el presidente de Akima explica que por la ciudad quedan repartidos alrededor de 100 quioscos antiguos, porque la modernización de las instalaciones era voluntaria.

Todos estos gastos se han ido convirtiendo en un lastre, sobre todo desde la crisis económica, a la que se ha sumado, coincidiendo en el tiempo, la proliferación de los comercios regentados por orientales. Jerónimo Núñez recuerda que los quioscos de Málaga siempre se han dedicado a "un poquito de todo", al contrario que en otras provincias en las que exclusivamente se dedican a la prensa, como Sevilla o Granada. Por eso en cuanto se les instala cerca uno de estos bazares, abiertos al público 14 ó 15 horas al día y con los mismos productos que ofrece un quiosco, pues "es una competencia que nos está viniendo muy larga en los barrios", explica Nuñez. "La gente no va a los quioscos a comprar, nos hemos quedado en el último lugar", matiza. Y sin embargo, lamenta lo perseguidos que se sienten con la venta de tabaco, mientras estos comercios orientales "venden tabaco suelto y sin máquinas", mientras a los quiosqueros los obligaron a instalar expendedoras y a eliminar la venta de cigarros sueltos.

El resultado de esta situación se traduce en que "los quioscos no se venden y módulos que valen 40.000 euros los están ofreciendo a 10.000 euros sin éxito", comenta el presidente de los quiosqueros. "Antes una persona se jubilaba, lo ponía en venta y en un mes o dos se vendía; y ahora hay gente que lleva más de dos años intentando venderlo y no puede", matiza.

La imposibilidad de vender el negocio implica además un problema añadido que es la retirada de la licencia del negocio por parte del Ayuntamiento. La ordenanza reguladora de quioscos contempla el inicio de un expediente para su extinción cuando el área de Comercio detecta que el modulo ha permanecido cerrado tres meses seguidos o seis de forma discontinúa. Desde el año 2013, el Ayuntamiento ha extinguido 42 licencias de quioscos, según los datos que maneja Comercio, bien por este motivo o por el incumplimiento de otros de los requisitos recogidos en la ordenanza como no estar dado de alta en la Seguridad Social, en el censo de actividades económicas, por el impago de tasas...

En 2015, la concejal de entonces, Ana Navarro, aprobó una moratoria para los quiosqueros a los que se les había retirado la licencia. En el plazo de tres meses, todo aquel que demostrara haber comprado un quiosco sin licencia, se le tramitaba y se le procuraba para garantizar su apertura. Gracias a esa medida, 12 pudieron recuperar su actividad con nuevos propietarios al frente y sus antiguos dueños pudieron venderlos. Ahora, el sector se encuentra a la espera de la habilitación de un nuevo plazo con el que poder solucionar el problema de otros cuantos afectados. El martes está previsto que se reúnan con la concejal del ramo, María del Mar Martín Rojo, y confían en que al igual que hace un año se les pueda ofrecer una solución.

La experiencia de varios trabajadores recogida por este periódico da cuenta de la problemática. Más de dos años han pasado desde que Miguel González tenga en venta su quiosco y no encuentra vendedor. El módulo que tiene en propiedad en la calle Ferrándiz permanece cerrado desde que enfermó y se prejubiló, pero a pesar de la rebaja de precio no consigue deshacerse de él. "A mí me costó 36.000 euros, lo he bajado a 12.000 y hasta por 10.000 estoy dispuesto a dejarlo", comenta este quiosquero retirado. Además, el Ayuntamiento le ha retirado la licencia al detectar el cierre del negocio; "me la quitaron sin avisar", explica. Fue en 1948 cuando su padre compró el quiosco. En los 80 el negocio pasó de su padre a él, que reconoce que siempre ha funcionado más o menos bien "echando más horas que un reloj".

Tres años han pasado desde que Guillermo Montañez se jubiló y desde entonces tiene en venta su quiosco de Puerto de la Torre. "Hasta en dos ocasiones me ha salido comprador, pero no he podido completar la operación", comenta. Mantener el quiosco cerrado ha provocado que el Ayuntamiento le retire la licencia, por lo que en cuanto alguien se interesa por el negocio se echa para atrás porque tendría que esperar a que el Consistorio iniciase una nueva moratoria con las licencias extinguidas para poder abrir el negocio. Incluso su hijo ha intentado quedarse con el módulo para explotarlo personalmente, pero tampoco el Ayuntamiento se lo ha permitido, explica. Sin embargo, sí que sigue pagado la ocupación de vía pública y las facturas de la luz. Guillermo recuerda que le compró el negocio a unos vecinos por 7 millones de pesetas. Eso fue hace más de 25 años, cuando de este tipo de negocios podía vivir una familia. Desde entonces la situación ha cambiado mucho. Hasta el sentido de circulación se marcó al contrario, por lo que el quiosco ha quedado a trasmano. Su petición al Ayuntamiento pasa por rescatar la licencia y que le permitan moverlo unos metros hasta un parque cercano.

"Ha llegado un momento en el que a final de mes hay que ponerle dinero". Isabel González regenta un módulo justo enfrente de Tabacalera. Pero ni los museos del edificio ni la zona administrativa le han reportado un aumento en sus ventas. Hasta una fotocopiadora ha instalado para dar servicio a los ciudadanos que acuden a realizar alguna gestión. Después de 20 años al frente del negocio reconoce que su idea era venderlo, aunque tal y como está la situación ya ni se atreve a planteárselo. Durante mucho tiempo le solicitó al Ayuntamiento su traslado al paseo marítimo, pero nunca se lo concedieron. Lorenzo Rosado fue uno de esos empresarios aventureros que se ha metido en el negocio de los quioscos a pesar de la situación que atraviesa el sector. Compró su módulo hace un año por 15.000 euros en la calle Capuchinos, aunque lo hizo con la idea de solicitar un traslado en cuanto abriera. Explica que lo ha pedido en varias ocasiones ante el Ayuntamiento, justificando motivos "más que suficientes" para que se lo concedan, pero de momento ese cambio no ha llegado. "El día que más vendo no llega a los 50 euros", asegura Lorenzo, que no entiende cómo a otros quioscos como el de Portada Alta le han concedido en unos meses varios cambios de ubicación mientras él continúa esperando.

La diversificación como solución en la zona turística de la ciudad

En la capital, los quioscos , como bien recuerda el presidente de Akima, siempre se han dedicado "a un poquito de todo". Incluso en sus inicios ya vendían postales, que exhibían colgadas con pinzas de la ropa. Y precisamente esa diversificación de la oferta ha sido la que está permitiendo a los negocios más céntricos sobrevivir en la actualidad. La zona turística de la ciudad ha permitido a los propietarios de estos módulos mantener las ventas gracias a los souvenirs. Para que el pequeño negocio funcione muchos de ellos han acabado vendiendo prensa, regalos, helados y hasta bolsos y cinturones; todo en un mismo espacio. Otros se dedican de forma exclusiva a los recuerdos para turistas y hasta los hay que se dedican únicamente a bolsos y cinturones. Son maneras de redirigir un pequeño comercio que quiere seguir aportando identidad de la ciudad.

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