Respeto a dejar las mascarillas en el primer día que dejan de ser obligatoria en exteriores
Aunque las opiniones son variadas, muchos ciudadanos acusan al Gobierno central de utilizar los tapabocas como un "instrumento político"
Este jueves es el primer día sin mascarilla obligatoria en la calle, casi cincuenta días después de que el Gobierno acordara volver a establecer su uso en exteriores en plena sexta ola del Covid y como medida para paliar el avance de la contagiosa variante ómicron. Una obligación que causó mucho revuelo en su momento, ya que mucha gente no entendió esta medida y la consideró un retroceso.
El lunes el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas acordaron el adiós de la mascarilla obligatoria, un levantamiento que llegó al Consejo de Ministros este martes y que hoy se ha hecho efectivo, con la relajación de la sexta ola y una tendencia descendente desde hace semanas que se ha roto este jueves en la capital malagueña, con el incremento de la incidencia acumulada de 520,6 a 550,6 por cada 100.000 habitantes.
En las calles del Centro Histórico la imagen es variada, aunque se observa una ligera superioridad de personas que se resisten a abandonar el ya integrado en nuestro día a día tapabocas. Respeto y precaución es la palabra más repetida entre los viandantes.
“Yo la llevo siempre puesta porque a mí me parece una medida muy anticipada”, manifiesta Ana Guzmán, mientras descansa junto a su andador en uno de los bancos de la concurrida calle Larios. Explica que tiene algunos achaques derivados de la edad y, con ella, se siente “más protegida”. Un caso similar al de Miguel Montoya y Ana Picón, una pareja de 80 y 74 años -respectivamente-, que confiesa que -aunque están vacunados de las tres dosis- "por prevención" la van a seguir utilizando diariamente.
Juan Carrasco, que también reposa en uno de los asientos de Larios, admite que no se la va a quitar porque no confía en las decisiones que toma el Ejecutivo central. “No entiendo por qué ayer te quitabas la mascarilla y la Policía te llamaba la atención y hoy ya no”. Explica que se la quitará cuando él “vea las cosas claras, no cuando el Gobierno lo diga”.
Otros, como Pepe Cabello, la llevan quitada porque les agobia y necesitan respirar unos minutos, pero consideran apresurada esta medida. “Yo vi bien que las volvieran a poner de nuevo y, aunque yo no lo he pasado, he tenido gente cercana que sí y me causa respeto”, admite. Y es que Rosa María y Miriam Infante -tía y sobrina- también coinciden en que hubieran dejado las mascarillas “un poco más de tiempo” y explican que se las han bajado porque “no había apenas gente”.
Por su parte, Francisco Caro, un profesor de matemáticas jubilado, apunta que es una “tontería” llevarla donde no hay multitud de personas, ya que “el virus no se transmite tan fácil”. Manifiesta que esta situación es “un cachondeo” y que las mascarillas no se están utilizando como “un bien común de salud, sino como un instrumento político”. Una opinión que también comparte Javier Román, quien expresa sentirse “muy contento” con esta nueva determinación. Y es que, a su juicio, la norma no es precipitada, ya que “los científicos dicen que en exteriores no tiene sentido llevarla y yo me fío de ellos”. Aunque reconoce que el da respeto volver a contagiarse ya que estuvo “bastante fastidiado” cuando lo cogió, asegura que confía en “la ciencia, los médicos y la medicina”.
Igualmente, hay que tener en cuenta que las mascarillas todavía serán necesarias en algunos casos excepcionales como en espacios cerrado de uso público o abierto al público; en acontecimientos multitudinarios que se hacen en lugares al aire libre; en los medios de transporte aéreo, en autobús o por ferrocarril (andenes y estaciones incluidas); en los teleféricos, en los transportes públicos o privados, y en espacios cerrados de barcos y embarcaciones donde no se respete la distancia de seguridad. Además, esta medida coincide con el adiós a las mascarillas en los patios de los centros educativos.
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