La SIMETRíA o el alma
Construido como foco de una nueva y mejorada influencia social en el Distrito Palma-Palmilla, este barrio es un enclave modélico consagrado a la clase trabajadora en el que todas las historias sorprenden al paso
Un violín suena desde una ventana en la calle Agustín Ruano. Justo entonces sale una vecina del portal del mismo edificio, lleva cara de distraída pero adivina que estamos por allí husmeando y afirma: "Por una vez, podía cambiar el repertorio y tocar villancicos". El del músico debe ser uno de los pisos más bajos; de otra manera, la melodía se perdería en las alturas y quedaría inaudita para los peatones. En La Roca, este enclave levantado en los años 80 del pasado siglo para introducir una nueva y mejorada influencia social en el Distrito Palma-Palmilla, la altura cuenta, y mucho. La simetría es absoluta, con todos los edificios de aquella primera promoción, todavía predominante, cortados por el mismo patrón; pero en cada calle se respira un tono urbanístico más humanista que el que predicó el brutal desarrollismo sólo un par de décadas antes. Las distancias son más equilibradas, los huecos más amplios, el aire más reivindicado. Eso sí, tampoco hay muchos garajes particulares precisamente, por lo que encontrar aparcamiento es una tarea ardua a a ciertas horas del día y la doble fila es ya una costumbre asentada. Las pistas deportivas de la calle Bernardo de la Torre, que dan la bienvenida al caminante conforme llega desde Martiricos por la calle Godino, revelan la intención primera con la que fue alzado este barrio, como un toque de distinción, casi de privilegio, en un área en que la exclusión social amenazaba con expandirse sin remedio desde La Palmilla. En esta ocasión dos tipos ya entraditos en años y con portes no precisamente atléticos juegan al tenis con demasiada seriedad, como si hubiesen apostado dinero. A pocos metros, unos chaveas disfrutan sus días de vacaciones dándole patadas a un balón sin excesivo entusiasmo. Al año le queda un suspiro y el cielo amenaza lluvia. Mientras avanza el invierno, todo en La Roca resulta plácido y silente.
En este barrio, la clase trabajadora es pilar fundamental. Buena parte del personal sanitario del Materno Infantil vive aquí, así como maestros, funcionarios, autónomos, pequeños y medianos empresarios y personal por cuenta ajena de los más diversos oficios. El parque móvil, visible durante todo el día y en su amplia mayoría con más de diez años cumplidos, basta para hacerse una idea del poder adquisitivo de las familias. En este sentido, las opiniones sobre la crisis económica son diversas: "Vamos tirando" es el comentario más común, pero no faltan propietarios de pequeños negocios con el agua al cuello ni, tampoco, quienes admiten disponer de ciertas garantías aunque igualmente de pocos visos de prosperidad. Uno de los primeros, un señor que de hecho tuvo que cerrar hace tres meses una tienda de moda en otro barrio, se dispone a hacer la compra en el cercano centro comercial La Rosaleda (proveedor común de casi todos los vecinos del barrio) mientras se lamenta de que "la cosa esté tan mal y quienes nos quedamos en la calle dispongamos de tan pocas ayudas. Otras tres personas trabajaban en mi negocio y nos hemos quedado sin nada". Al menos, casi todos los habitantes de La Roca son ya propietarios por derecho de sus viviendas, amplias y familiares en su mayor parte. Pero abundan los carteles anunciadores de Se vende (no tanto los que pregonan alquileres). La media de edad es aún joven, aunque el mestizaje escaso. Desde que se construyeran las primeras viviendas, eso sí, el barrio no ha cesado de ganar servicios, como nuevas instalaciones deportivas, varios centros de uso ciudadano y un parque. "Aquí se vive bien y por lo general el barrio y tranquilo, aunque de vez en cuando viene gente de La Palmilla a seguir aquí la fiesta. Hace poco me encontré mi coche abierto y con todo lo que guardaba en la guantera revuelto, pero en general predomina la seguridad", explica una joven que sale de tomar café en un bar. Otros vecinos coinciden en que en los últimos años sí se ha producido un aumento de casos relacionados con la seguridad como pequeños hurtos y algunos actos vandálicos, y no falta quien los vincula con la crisis. En paredes, fachadas y persianas metálicas hay pintadas con lemas referidos a tribus urbanas, incluidos mensajes racistas. "Algunos vienen del fútbol muy calientes y lo pagan con lo que encuentran en la calle", explica otro vecino. Alguna papelera rota parece darle la razón.
El centro comercial antes citado es el responsable de que no haya precisamente muchos comercios familiares en el barrio. Resisten algunas panaderías, fruterías y poco más. "La verdad es que casi siempre vamos a comprar al Rosaleda, allí encuentra una de todo, y dejamos las tiendas de aquí para alguna urgencia", admite otra vecina que regresa a casa con una blusa chillona estampada de flores. Hay bolsas de Carrefour por todas partes, también en el suelo, y algún carrito de la compra abandonado en la acera. Pero lo mejor de todo son los corrillos improvisados de vecinos que se forman en cualquier esquina, en cualquiera de las calles dedicadas a poetas, desde José Rodríguez a Juana Luna. En La Roca se da todavía el ritual de encontrar a alguien conocido, parar y ponerse al día. Abundan en estos foros en los que uno apenas acierta a poner la oreja con toda la discreción posible críticas a algunos vecinos, pero también al Gobierno, al Ayuntamiento, a tal o cual jugador de fútbol, así como la expresión de buenos deseos para el prójimo con vistas al Año Nuevo. Y en esta alma malagueña, cotidiana y libre, vive el auténtico barrio, a ras de suelo; en las alturas, los ángeles siguen callados.
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