Saliendo de una dura resaca

El sector inmobiliario ha dado un giro radical en menos de una década, pasando de la opulencia a la miseria en Málaga Habrá que buscar el equilibrio entre oferta y demanda

Una de las maquetas que se pudieron observar en el Salón Inmobiliario del Mediterráneo en 2006.
Una de las maquetas que se pudieron observar en el Salón Inmobiliario del Mediterráneo en 2006.
Ángel Recio Málaga

16 de junio 2014 - 01:00

Para intentar predecir, en la medida de lo posible, el futuro de un sector económico tan complejo y variable como el de la construcción es necesario tener claro de qué base se parte, aunque en este caso concreto es bastante complicado quedarse con un mensaje claro porque ha pasado del infinito al cero en apenas cinco años. De los grandes salones inmobiliarios y la opulencia a pequeñas expresiones comerciales y la austeridad. Si se comparan los datos actuales, por ejemplo, con los de 2007 simplemente no hay color. Hace siete años se vendieron en la provincia 42.386 viviendas mientras que el año pasado no se llegó ni a la mitad, aunque fue realmente en 2012 cuando el sector tocó fondo.

La crisis financiera que estalló a partir de 2007 hizo cerrar a los bancos el grifo de los créditos y, con ellos, los compradores se quedaron sin financiación y los promotores inmobiliarios con un exceso de oferta y escasa demanda que aún no se ha conseguido equilibrar, lo que ha llevado a la desaparición de centenares de compañías en la provincia de todos los tamaños. Desde grandes firmas con pies de barro como Evemarina o Procusan a pymes que conforman la industria auxiliar. Otras grandes como Aifos, Vera o Echeverría han tenido que presentar concurso de acreedores -solo la segunda ha logrado firmar ya un convenio- y otras firmas clásicas como Sando, Myramar o Edipsa están aguantando el chaparrón como pueden.

El sector se derrumbó como un castillo de naipes y eso se reflejó de manera rápida y directa en el empleo. En 2007 había 11.996 parados en la construcción en Málaga y el pasado mes de mayo se contabilizaban 29.993. Y gracias porque llegó a superar los 45.000 desempleados hace apenas dos años.

Todos los expertos coinciden en señalar que el negocio se fue de las manos. Se creó una burbuja -que solo se empezó a reconocer a partir de 2008- en la que, no se sabe muy bien por qué, se originó una especie de carrera entre promotores y clientes por ver quién era capaz de construir y de comprar viviendas más rápido. Los pisos se adquirían directamente sobre plano, viendo en el mejor de los casos una recreación en una caseta de ventas de cómo sería el futuro inmueble o, si no, una maqueta pura y dura. El precio se disparaba mes tras mes, pero todo parecía dar igual. Los compradores estaban convencidos de que, en caso de que fueran mal las cosas, podrían revender el piso por el mismo importe que les costó e incluso por más.

El resultado es que en 2007 el precio medio de un inmueble en Málaga ascendía a 2.254 euros por metro cuadrado y en estos momentos, según los datos del Ministerio de Fomento, está en 1.466 euros. Una explosión en toda regla que ha llevado a muchas familias a la ruina y a muchos bancos, que daban hasta el 120% de los préstamos hipotecarios, a tener que ser intervenidos, absorbidos y a contar con unas tasas de morosidad muy elevadas que hacían que ese grifo que lo inició todo se cerrara cada vez más.

Ahora parece que, tras años de dura resaca, se empieza a recobrar otra vez la conciencia y que todo empieza a remontar. En el primer cuatrimestre de este año ha aumentado un 5% la compraventa de inmuebles respecto al mismo periodo del año anterior y los precios, por primera vez desde 2010, dan un giro al alza. No obstante, el visado de viviendas sigue siendo ridículo y ese es el termómetro que mide qué se va a edificar en los dos próximos años.

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