Málaga

San Pedro Alcántara espera con los brazos abiertos la llegada de nueve ucranianos

  • Una familia del municipio dará alojamiento a refugiados y promueve en redes sociales una campaña para que la gente donde comida y ropa

Ambas familias en una celebración.

Ambas familias en una celebración. / M. H.

Se cumple el noveno día en el que las lágrimas, la muerte y la destrucción reinan en Ucrania tras la invasión del país a manos de las tropas rusas. Una situación devastadora que ha despertado toda una ola de solidaridad. Entidades y particulares se acercan a los puntos que han habilitado la capital y los municipios malagueños para depositar ayuda humanitaria. Además, muchas familias están abriendo las puertas de sus casas para acoger a los refugiados que van llegando -supera ya el millón los ciudadanos que han abandonado ya Ucrania para poner a salvo sus vidas-.

Este es el caso de Araceli Meneses y Manuel Sánchez, un matrimonio residente en San Pedro Alcántara (Marbella), que espera con los brazos abiertos la llegada de nueve ucranianos. Dos personas mayores, dos adultos y cinco niños -uno de ellos con discapacidad- que, tras varios días durmiendo a la intemperie, ahora se encuentran en unas tiendas de campaña en la frontera con Rumanía. El martes prevén coger el autobús con rumbo a España.

Mientras tanto, Meneses hace un llamamiento en sus redes sociales para que, quien pueda, aporte económicamente o done ropa y alimentos. “Ellos vienen sin nada, con lo puesto”, lamenta. Todo el que esté dispuesto a contribuir puede acercarse a la peluquería Javier Quero Estilistas, situada en el número 9 de la calle Badajoz (San Pedro Alcántara), y depositar allí la ayuda. Además, pide a las administraciones y asociaciones que vuelquen sus esfuerzos también en proporcionar ayudas para los refugiados que están llegando a España.

Un gesto carismático que no es la primera vez que realiza Araceli Meneses. Nacida en Sevilla, esta madre de cuatro hijos lleva tres años involucrada con la comunidad ucraniana. Todo comenzó cuando decidió ayudar a unos compañeros de colegio de sus hijos recién llegados -Vadymyr y Lisa Kurish-. “No hablaban español y tenían cara triste”, manifiesta. Recuerda que, animó a Manuel -el segundo de sus hijos- a que se acercara y jugara con el niño nuevo cuando le contó la situación. Además, confiesa que hasta comenzó a preparar meriendas para que sus pequeños se las dieran en el recreo.

Durante esa primera semana, Araceli y María Arseniuk -la madre de Vladymyr y Lisa- comenzaron a mantener conversaciones con ayuda del traductor del móvil. La sevillana se prestó a comprar el material escolar que les hacía falta a los hijos de la recién aterrizada en España familia ucraniana. Además, se ofreció a recogerlos del colegio mientras que la hermana mayor -Anastasia- salía del instituto, ya que María trabaja todo el día desempeñando tareas domésticas en el hogar de una familia rusa.

Con el paso del tiempo, Araceli inscribió a Vladymyr y a Lisa en actividades extraescolares (a las que también iban sus hijos), lo que ha provocado que los pequeños estén la mayor parte del día en su casa. “Solo hace falta que empadronemos al niño en mi casa”, bromea la sevillana refiriéndose a Vava -así llaman cariñosamente a Vladymyr-. Y es que -relata- el niño se va de vacaciones con la familia malagueña y pasa prácticamente todos los fines de semana con ellos.

Desde el 24 de febrero, con las primeras noticias de la invasión de Ucrania, María y su marido, Iván, están inquietos. Aunque ella no cuenta prácticamente con familia en el país, él tiene a sus padres, hermanas y cinco sobrinos, quienes intentan -sin descanso- cruzar la frontera y reunirse con su familia en España.

María e Iván pidieron a Araceli y Manuel ayuda. Ellos, sin pensarlo, aceptaron. En cuanto pongan un pie en San Pedro, la familia española acogerá en su casa a dos niños y a Vava, para que haga de traductor; las dos hermanas de Iván y un niño con movilidad reducida pernoctarán en la autocaravana de la familia española, y sus padres irán a casa a la casa de su hijo.

Esta familia ucraniana ha vivido momentos de nerviosismo y desesperación, ya que los niños no disponían de los pasaportes necesarios para poder montar en el autobús. Una situación que llevó a Manuel y Araceli plantearse ayer coger su vehículo y viajar a por ellos hasta que, ayer, les informaron de que ya tenían todo en orden y, con ello, fecha para emprender el viaje. “No sé por qué me han ayudado desde el principio tanto. Es buena”, expresa María con dificultad debido a los elementales conocimientos que tiene del español.

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