EL JARDÍN DE LOS MONOS

Sucedió en Málaga : Caso de contrabando de tabaco

Puente acueducto sobre el arroyo de Teatinos. Puente acueducto sobre el arroyo de Teatinos.

Puente acueducto sobre el arroyo de Teatinos.

Escrito por

JUAN LÓPEZ COHARD

TL. Oliver nació en Benalauría en 1884, en plena Serranía de Ronda. Tenía ascendencia en Estepona y Nerja y vínculos por matrimonio con Casarabonela y Carratraca. Forjado en unas difíciles y severas condiciones de vida por las que atravesó desde su infancia, al quedar huérfano con muy corta edad, siempre fue un hombre excepcional, trabajador, esforzado y constante que consiguió aprender y ser diestro en diversos oficios. Pero sus grandes aficiones fueron la lectura y la caligrafía. Tal fue esa afición que una vez jubilado pasaba horas copiando, en distintos tipos caligráficos de letra, ya redondilla, ya gótica, arábiga o latina, etc., los poemas que memorizaba tras leerlos, en voz alta una y mil veces, en el libro de Ediciones Ibéricas, editado en los años 40 del siglo XX: “Las mil mejores poesías de la Lengua castellana”. Una obra que le acompañó hasta su muerte en 1969.

El destino y la dificultad de encontrar trabajo, dada las desastrosas circunstancias económicas por las que atravesaba España a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, llevó a Oliver a enrolarse en el Ejército en el que sirvió durante ocho largos años. Estuvo con la tropa que acompañó a Alfonso XIII en una de sus visitas a Inglaterra y allí recibió, como regalo conmemorativo de la Casa Real Británica, una libra de oro que él convirtió en un anillo-sello que llevó siempre consigo como recuerdo. Y, entre otras muchas experiencias de su largo servicio militar, también estuvo en Italia con la tropa de socorro que envió España cuando el terremoto de Mesina y Reggio de Calabria en 1908. Trabajó en el rescate y recuperación de varios pueblos destrozados por el terremoto y fue en uno de ellos donde conoció al cura Ángelo Giuseppe Roncalli que después sería el papa Juan XXIII. Siempre conservó con cariño un Cristo con una peana de mármol que le regaló el futuro papa y que utilizaba como pisapapeles. Tantos años de servicio militar le valieron para ingresar en la Guardia Civil; ingreso que hizo ya forjado en el sacrificio, rectitud y disciplina castrense junto a un rígido sentido del deber y una extraordinaria sensibilidad ante las desgracias humanas. T. L. Oliver poseía una memoria excepcional y una natural inteligencia para comprender, analizar y retener todo lo que acaecía y llegaba a su conocimiento. Su experiencia acumulaba vivencias como el desastre de 1898 en su niñez, la primera Guerra Mundial y las consecuencias económicas derivadas de ésta en su juventud y los desórdenes que reiteradamente se venían produciendo en España, agravados durante el denominado trienio bolchevique, ya en su madurez. Estamos en febrero de 1921. T. L. Oliver contaba ya con un hijo de tres años.

Es importante tener presente la época y las circunstancias socioeconómicas de la Málaga de aquellos “felices años veinte” que fueron felices para algunos, que eran muy pocos, pudientes económicamente, pero insoportables para una clase trabajadora que se enfrentó a todas las penurias imaginables: a sueldos muy bajos, cuando no al paro, al hambre, miseria, falta de higiene, enfermedades derivadas de todo ello y, además, al analfabetismo que conllevaba la desesperanza en poder cambiar esa situación. Un caldo de cultivo perfecto para caldear movimientos populares revolucionarios. El día 8 de febrero de 1920 hacía poco más de un año que se celebraron elecciones municipales y el día 14 Málaga se quedó desabastecida de pan, lo que provocó una situación desesperada en las clases más desfavorecidas con las que el hambre se cebaba. El problema surgió por el rechazo de Granada a permitir la salida de trigo hacia Málaga. También surgieron problemas con el suministro desde Córdoba y, para colmo, se unió a ello el retraso de un cargamento que venía desde Argentina en barco. Las colas en las tahonas, en busca de una pieza de pan con la que alimentarse, eran interminables y el malestar iba en aumento ocasionando numerosas revueltas. La situación siguió tensa todo el año. Año que, por otra parte, le fue asignado a España el Protectorado de la zona norte de Marruecos. El violento rechazo de los rifeños desembocó en un conflicto que duró años y que tendría su punto álgido en este año de 1921 con el desastre de Anual.

En ese contexto, narraba T. L. Oliver su atestado: “Hallándose de vigilancia en la demarcación del puesto de Poniente de la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, en la tarde del día 25 de Febrero de 1921, acompañado del de 2ª clase, J. C. Martin, sobre las 6:00, hacían su ronda por el arroyo de Teatinos (su cauce es colindante con los terrenos de Repsol) cuando observaron que venían por el mismo dos sujetos que llevaban de las riendas dos caballerías, al parecer cargadas, y sospechando que pudieran ser contrabandistas, les esperaron apostados adecuadamente. Al llegar a su inmediación le salieron al paso dándoles el alto. Al escuchar la susodicha voz y percatarse de la presencia de la pareja de la Guardia Civil, los supuestos contrabandistas se lanzaron a coger las tercerolas (arma de fuego más corta que la carabina) que sobre los caballos traían colocadas. Pero intimidándoles el que suscribe, con las armas reglamentarias, a que desistieran de la resistencia, haciéndole ver que en el momento que tratasen de hacer uso de las armas, serían por las de la ley humilladas; rogaron, ante ello, que no se les molestase y se rindieron, en cuyo caso les ordenó el que narra, que se aproximasen a la pareja uno a uno y, efectuada la maniobra, fueron sujetados convenientemente y, después interrogados.

Resultaron llamarse José Páez Pérez y Juan Rodríguez García, de 30 y 21 años de edad respectivamente, solteros, de profesión contrabandistas de tabaco, naturales, vecinos y residentes en Málaga. Inspeccionada la carga y preguntados por ella, manifestaron que adquirieron las dos cargas que obran sobre los caballos en el Campo de Gibraltar, siendo todo tabaco de picadura, ascendente en conjunto a 180 kilos. Se les puso en conocimiento que la carga al completo caía en comiso y que ellos quedaban detenidos para su conducción, acompañados del género, ante el señor delegado de Hacienda de la provincia.

Se deja constancia de que las señas de las caballerías son: Un caballo negro, como de seis a diez años y el otro completamente colorado como de diez años, alzada la nuca. Así mismo se recoge en la diligencia de entrega que las dos armas son tercerolas sistema Mauser.

Llevados a las dependencias del puesto de Poniente y una vez formalizada por duplicado el acta prevenida y leyéndoles su declaración se les invita a autorizarla con el compañero de pareja y el que certifica, el día, mes y año expresados”. El caso de contrabando acaba con la preceptiva “Diligencia de entrega”: En Málaga, a las 14:00 de hoy 25 de febrero de 1921, se personaron la pareja instructora del presente atestado ante el señor delegado de Hacienda de la provincia de Málaga, poniéndole a su disposición así como unos ciento ochenta kilos de tabaco de picadura, en cuatro fardos de los conductores José Páez Pérez y Juan Rodríguez García, dos caballos de las señas que en el atestado se mencionan y dos tercerolas, sistema Mauser, rogándole me acuse el resguardo correspondiente de todo lo expresado. Y para que conste, se pone por diligencia que firman el compañero de pareja y encargado”.

El atestado redactado por el Guardia Civil de 1ª clase, T. L. Oliver, protagonista del apresamiento de los dos contrabandistas y la incautación del contrabando, armas y bestias, así como su puesta a disposición de las autoridades pertinentes, se ha transcrito en su integridad respetando su redacción formal y de la época. Todos los nombres que aparecen son ficticios a excepción del nombre del protagonista.

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