Sucesos paranormales en Barcenillas

Quien crea que está todo contado no sabe cuánto se equivoca Aquello del paso del mito al 'logos' era una patraña Donde menos te lo esperas, surge lo inexplicable Aquí al ladito, vaya

No se crean, en Barcenillas podremos encontrar exactamente los mismos fantasmas que en cualquier otro barrio de Málaga, centro incluido.
No se crean, en Barcenillas podremos encontrar exactamente los mismos fantasmas que en cualquier otro barrio de Málaga, centro incluido.
Pablo Bujalance

09 de octubre 2016 - 01:00

UN amigo (van a permitirme que omita su nombre, al menos mientras lo que voy a contar aquí termine de esclarecerse del todo) aficionado a las cosas paranormales y extrañas, que por su talante prudente y descreído merece toda mi confianza, me contó hace unos días una historia que me apetece reproducir aquí por cuanto ofrece una imagen certera de la Málaga menos publicitada en los escaparates pompidusianos. Hace ya algún tiempo se habló de la presencia de fenómenos extraños en un bloque de pisos de una calle estrechita de Barcenillas (no voy a ser más concreto por lo mismo, aunque si alguien quiere indagar un poco no le resultará difícil localizar el lugar exacto) tipo poltergeist. Algunos vecinos hicieron públicos estos sucesos, entre los que se contaban bombillas que estallaban de repente y al unísono en prácticamente todas las plantas del edificio y objetos que salían volando solitos por puertas y ventanas. El caso tuvo cierta notoriedad y llegó incluso a la mesa de Cuarto Milenio, pero (tal y como me cuenta mi amigo; aquella noche no vi el programa) el expediente fue archivado ya que se achacaba todo a la portera: al parecer, la mujer había visto peligrar su puesto e inventó todos aquellos misterios para hacerlo poco deseable. La cuestión es que mi amigo, al que le gusta investigar estos asuntos con otros colegas, decidió plantarse con un compañero en el edificio para hablar con la portera y ver la posibilidad de reabrir el caso por su cuenta (dispuestos ambos a buscar psicofonías si la comunidad de vecinos se lo permitía). Para empezar, la portera les contó que el apego a su puesto en aquel bloque no era más que el razonable a cambio de una cantidad muy, muy modesta. Y también les confesó que los fenómenos habían dejado de reproducirse y que la vecindad vivía tranquila, aunque el procedimiento empleado para tal fin, que aquí les relato, da para un guión de Peter Jackson: harta de que nadie le hiciera caso y de aparecer como culpable de la historia, la portera decidió buscar por su cuenta una médium. La encontró y le pidió que fuese al edificio por si veía algo. Según narró la portera a mi amigo, la vidente no tardó en responsabilizar de lo sucedido a uno de los vecinos: alguien que despedía una cantidad suficiente de energía negativa como para alterar el entorno de semejante manera. Y entonces la portera, que también debe tener dotes carónticas, lo vio clarísimo: de hecho, siempre había sospechado de un joven al que una vecina que vivía sola había cogido desde hacía un tiempo. Era un tipo problemático y, según me contó mi amigo reproduciendo las palabras de la portera, se dedicaba a amedrentar y amenazar a los usuarios de un cajero automático cercano cuando iban a sacar dinero en metálico. Lo más tremendo es que cuando mi amigo me contó esto imaginé inmediatamente de quién se trataba, porque yo soy usuario de este cajero y alguna vez vi a un tipo de sus características pidiendo dinero a los clientes con excesiva vehemencia. No puedo poner la mano en el fuego, claro; pero si se tratase de otro, la coincidencia sería mucho más que mayúscula.

Pero, a lo que íbamos. La portera quiso corroborar sus sospechas y preguntó a otro vecino, miembro de una cofradía en la que el joven se dejaba ver de vez en cuando. Y la respuesta del vecino, según relataba la portera, fue morrocotuda: "Cada vez que este chico aparece por la casa hermandad empieza a volar todo por los aires. Hasta las tallas que guardamos allí se caen". La solución vino de la manera menos feliz: al parecer, el joven perdió una vez el control en el cajero y terminó quitándole el dinero de las manos a una mujer que lo acababa de sacar. Alguien llegó y lo contuvo el tiempo suficiente hasta que acudió la policía y actualmente el presunto está en prisión. Lo cierto es que desde entonces no ha habido que lamentar sucesos extraños en el bloque de Barcenillas, y yo no he vuelto a ver a aquel tipo, algo perturbado, que se arrimaba demasiado a los usuarios del cajero con un vocabulario de lo más soez. "Lo interesante ahora", me dice mi amigo, que sigue tirando del hilo con la esperanza de poder contar la historia al completo, "sería poder comprobar si en la cárcel están pasando cosas". Y concluye: "No hay quien se crea esto, pero ¿a quién se le ocurre otra explicación?" Exactamente, ay, como le sucede a Málaga.

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