Talento de vuelta a casa

Una bióloga experta en células madre que ha sido portada en 'Nature', una especialista en seguridad informática y un matemático retornan a la Universidad de Málaga de la mano del programa Ramón y Cajal

Talento de vuelta a casa
Talento de vuelta a casa

Patricia Páez-González aterrizará en el Departamento de Biología Celular, Genética y Fisiología de la Universidad de Málaga en marzo. Deja atrás ocho años en el Duke Medical Center (Estados Unidos) y una trayectoria científica que le ha llevado, por ejemplo, a la portada de la revista Nature, la más prestigiosa en el ámbito de la biología. Vuelve a España justo cuando la mayor parte de los científicos jóvenes buscan la puerta de salida y lo hace, además, en unas condiciones económicas y científicas que no son "ni remotamente similares" a las que ha disfrutado en Carolina del Norte. Regresa porque tira el corazón, valora el trabajo científico español y porque, en definitiva, en investigación "o te arriesgas o te arriesgas". "Uno no vuelve a España por razones económicas". Es más "si tu objetivo es ganar dinero, la ciencia no es a priori una buena elección y en España, menos", reflexiona.

Experta en neuropatologías y el uso de células madre en terapias neuroregenerativas, vuelve de la mano del programa Ramón y Cajal, una iniciativa muy competitiva creada para favorecer el retorno y la consolidación de científicos jóvenes de gran proyección. La UMA solo ha fichado en la última convocatoria tres cajales: Patricia Páez-González, el matemático Urtzi Buijs, experto en topología algebráica, y la informática Cristina Alcaraz, que investiga en el campo de la seguridad.

El programa Ramón y Cajal les asegura un contrato de cinco años y 40.000 euros para reforzar su perfil científico Son una generación excepcional. Forjada en la competición internacional, sometida a escrutinio, evaluada de forma periódica y, en consecuencia, de una productividad científica que, según un estudio de la Universidad de Granada, está tres veces por encima de la media. En Málaga había en junio del año pasado 14 cajales que, en conjunto, habían firmado en torno a 200 artículos y captado 10 millones de euros en las diferentes convocatorias públicas que financian la I+D.

La proyección científica y su autonomía frente a las jerarquías internas son también motivos de recelos, circunstancias que, bajo el plomo de los recortes, los han conducido a la cuerda floja. Hay universidades en las que se han visto abocados otra vez a emigrar. En otras, como la UMA, la alternativa ha sido prorrogar dos años el contrato mientras se convocan nuevas plazas. El horizonte de estos investigadores se volvió tan incierto que el Gobierno salió al quite a través de la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2015, en la que se obliga a las universidades españolas a reservar les el 15% de las plazas de su oferta de empleo.

Cada uno de los cajales de la última añada que se integran a la Universidad de Málaga (UMA) es propietario de una personalidad científica única, muchas veces sorprendente, construida a conciencia. Patricia Páez llegó a la Universidad de Duke en enero de 2008 para incorporarse al grupo de Chay Kuo. Esta neurocientífica acababa de desarrollar un ratón transgénico capaz de marcar tanto las células madre del cerebro como las originadas a partir de ellas. El roedor de Kuo es una herramienta transcendental para explorar el uso de las células madre en terapias para pacientes que sufren lesiones cerebrales o enfermedades degenerativas como el Parkinson, esquizofrenia o el Alhzeimer. Se integró en su equipo para tratar de encontrar respuesta a uno de los problemas más importantes surgidos en este campo científico: "No se puede controlar de modo fiable cuál es el tipo de células que producen las células madre trasplantadas. Esto genera un problema terapéutico", explica por correo electrónico desde Durham. La alternativa que propuso fue sustituir el trasplante de células madre por las células madre o células pluripotenciales "que cada paciente mantiene en su cerebro" para tratar su enfermedad degenerativa.

Para dar este paso era necesario primero entender qué necesitan las células madre para funcionar correctamente en un paciente sano. "Con los resultados obtenidos pudimos probar la existencia de células que podemos llamar acompañantes y que son absolutamente necesarias para que las células madre mantengan su utilidad terapéutica". El hallazgo fue publicado en 2011 en la portada de la revista científica Neuron. Ese mismo año demostró que las células madre de los pacientes eran capaces de responder al daño, descubrimiento que se recogió en Nature.

Patricia tenía planeado volver entonces a España. Sin embargo, a la vista de la magnitud de los resultados que había conseguido y ante la sombra de duda que proyectaba la crisis económica en España decidió junto a su marido seguir un poco más. Valió la pena.

El siguiente objetivo pasaba por hallar la manera de manipular las células madre existentes en el cerebro del paciente. En esta fase de la investigación el equipo logró identificar las neuronas que controlan la función de las células madre "y, lo más importante, hemos podido manipular estas neuronas mediante estimulación con láser consiguiendo así controlar el funcionamiento de las células madre". El descubrimiento publicado en 2014 en la portada de Nature, abre "una puerta a futuras terapias basadas en la estimulación de circuitos neuronales" para activar la regeneración cerebral.

Los ocho años en la Universidad de Duke le han permitido "ver desde dentro cómo funciona el sistema americano" y cómo incentiva la competitividad individual, lo que no cree que sea necesariamente bueno. Le ha valido para conocer el mundo editorial en ciencia "algo a lo que no parecemos restarle mucha atención en Europa, pero que después nos pasa factura" porque perjudica la captación de recursos. No obstante, cree que lo más importante ha sido aprender "que en España hacemos un trabajo de muy alta calidad con muchos menos recursos que, lamentablemente ni lo valoramos ni, en muchos casos, lo sabemos vender bien a nivel científico".

En estas circunstancias, en marzo estará de vuelta en Málaga, junto a su marido y sus tres hijos, en una universidad que "tiene muy buenos científicos y cuenta con una combinación de centros de investigación biomédica, t ecnológicos y de investigación que la hacen muy interesante". También acude al calor de la familia porque "trabajar en un campo altamente competitivo en ciencia, siendo mujer y con tres niños, aún contando con un marido que te apoya, es difícil".

La carrera de Cristina Alcaraz, que en la convocatoria del programa Ramón y Cajal obtuvo 98 puntos sobre cien, ha sido meteórica. Desde que terminó la tesis en septiembre de 2011 ha trabajado un año en el National Institute of Standard and Technology (Washington, Estados Unidos) y, gracias a una beca del programa europeo Marie Curie, dos años en la Universidad de Londres y uno en Málaga. En este periodo ha firmado 17 publicaciones y ha tenido un bebé.

Admite que su "jefe", el catedrático Javier López del que habla y habla siempre para elogiarle, es tributario de esta velocidad. De hecho, él fue quien la fichó cuando todavía era alumna de Informática, una carrera que comenzó solo por curiosidad. "Se me daba bien, pero en realidad yo siempre quería ser investigadora pero de bata blanca" o "policía científica". Hizo la ingeniería técnica, luego la superior y después el doctorado. Todavía acariciaba la idea de Criminología cuando Javier López la abocó hacia la investigación en el ámbito de la seguridad del software y específicamente en el control de grandes infraestructuras críticas: desde una central nuclear, hasta el tendido eléctrico de un país o una frontera.

Cuando terminó los tres años de beca U-mobility Marie Curie, gozaba del prestigio internacional que da este programa, pero no del reconocimiento local para encontrar su espacio en la Universidad de Málaga. Recuerda con desolación cómo al terminar la beca europea era animada desde la UMA a seguir compitiendo por becas científicas. Pero lo hizo y funcionó. Incorporada ya como cajal al laboratorio de seguridad informática NICS, admite que si tiene que volver a irse lo hará sin dudar, pero que ha optado por quedarse por la familia y "por el aprecio de mi jefe, su preocupación y su apuesta por mí. Me ha dado un currículum y un futuro. Me quedo porque estoy a gusto, porque no quiero tener otro jefe y por fidelidad".

"Me gusta más aprender que enseñar". Urtzi Buijs terminó en 2000 Matemáticas e, inmediatamente, preparó oposiciones. Durante nueve años fue profesor en institutos de Málaga y Cádiz, tarea que compatibilizó con la tesis doctoral. En 2006, además, era profesor asociado en la Universidad de Málaga. Entonces tomó una decisión de calado: abandonar el confort del puesto de funcionario para afrontar el desafío de la investigación. Pidió una beca Juan de la Cierva que le condujo tres años a la Universidad de Barcelona. Después la U-Mobility del programa Marie Curie, que lo mantuvo otros dos años en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y otro en la UMA.

Coincidió en la Marie Curie con Cristina Alcaraz y, como ella, también lamenta que este programa europeo los someta a competición, efectúe en ellos una inversión de calado y después las universidades no sean capaces de retener ese talento. Ni siquiera da la opción a sus beneficiarios a acreditarse como profesor titular porque son becas exclusivamente científicas que no implican docencia. "Podía jugar en la liga superior, pero me perdía la local", resume. Así fue como llegó a lograr una de las cinco plazas de cajal ocupadas por un matemático español en la última convocatoria. Reconoce que se ha quedado porque ha ganado la cajal, porque también estaba compitiendo por puestos fuera. "Te garantiza cinco años y te da independencia para investigar. Eso me interesa".

El futuro le preocupa con moderación. "A peor no se puede ir, ¿no? Si he conseguido mantenerme durante estos años...", no obstante, tiene nuevos horizontes a la vista. Acaricia la idea de competir en el selectivo programa del Consejo Europeo de Investigación (ERC) que proporciona financiación millonaria para la actividad científica. Con ese horizonte está dispuesto a pulir su currículum, en el que ya anota 17 publicaciones científicas en el campo de la topología algebráica, un campo de las matemáticas que estudia las formas y su continuidad, pero a diferencia de la geometría que mide ángulos, distancias y áreas, aplica el álgebra y su esencia es la abstracción.

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