Málaga

"¡Todavía no estoy muerta!"

  • Eileen Bush, la británica afincada en Cómpeta desde hace diez años, celebró ayer su funeral en vida, un acto que coincidió con su 80 cumpleaños

Ni las cifras de paro, ni la tensión política, ni la elevación de la prima de riesgo, ni tampoco la crisis consiguieron ayer difuminar la sonrisa de Eileen Bush. Nada lo merecía. Celebraba en vida sus exequias, coincidiendo con su 80 cumpleaños, lo que hizo del 9 de febrero de 2013 la fecha más especial de su vida. Y es que perderse su funeral, que ella misma había organizado junto a su amiga Nataly Brooks para disfrutarlo en forma de velada musical, era algo inimaginable.

Lejos del tono luctuoso que suele adoptar todo sepelio, el de esta mujer británica respondía a una ceremonia jubilosa cargada de absoluta originalidad. Como lugar de celebración se decantó por el hotel Balcón de Cómpeta, que, por sus encantos, contribuyó a su decisión de instalarse en este pueblo malagueño hace diez años. "Vinimos para pasar las vacaciones y nos encantó. Era la primera vez que visitábamos España, nos hicimos una vivienda y nos quedamos. Me siento feliz por festejar en vida el funeral de mi mujer, que quiere despedirse de este mundo", contaba Michael, el marido de la difunta, poco antes del inicio del evento.

Los sollozos, las condolencias y hasta los clínex, a los que tanto uso se les da en los actos fúnebres, carecían de sentido. La jornada de ayer era un tributo a la vida de esta inglesa, que había decidido celebrar sus exequias precisamente en la localidad de la que se había "enamorado". Sin embargo, el luto, estaba prohibido. "Es una idea muy divertida. Recibí la invitación por correo electrónico y me llevé la sorpresa de ver un ataúd. Desde aquel día la guardo en mi diario", señalaba, una de sus hijas.

Pasadas las 18:00, mientras sonaba la versión instrumental de Penny Lane y de Hey Jude, empezaron a llegar los primeros asistentes, que entre risas contemplaban la decoración del salón, en la que los responsables del hotel se habían volcado durante todo el día. No faltaron globos, tampoco servilletas de colores, ni siquiera cupcakes. Un total de ocho mesas, habilitadas para diez comensales, representaba cada uno de los siete lugares de Inglaterra en los que Eileen había vivido, como Cambridge.

Hacia las 19:00 llegaba la protagonista de la fiesta, que además de sus invitados se encontró con casi una decena de periodistas. Al grito de "¡Oh, my god!" se dirigió hasta una pequeña salita en la que habían colocado su féretro, que la funeraria La Universal le había prestado de manera desinteresada para la ceremonia, según explicó el tanatopractor Rafael Ruiz.

La mujer permaneció escondida el tiempo que el pastor Brown dedicó a recordar los acontecimientos más significativos que habían marcado su vida. Como si de una auténtica misa fúnebre se tratara, el cura comenzó su intervención recordando el sentido de la ceremonia: "Nos hemos reunido para rendir homenaje a una persona a la que todos queremos". Después, lanzaba un mensaje de tranquilidad: "Que nadie se entristezca. Es ley de vida. Todo lo que nace tiene que morir".

Apenas habían transcurrido diez minutos cuando Eileen irrumpía en el salón con notorios signos de emoción. "¡No, no, no! Que no estoy muerta!", exclamaba ante la mirada atónita de sus familiares y amigos, que se deshicieron en aplausos. "Siento que hayáis venido para nada. Con esto quería agradecer a todo el mundo el tiempo maravilloso que he pasado en Cómpeta. Ha sido la mejor etapa de mi vida. Si hubiera esperado a estar muerta, no podría haber visto a alguna gente. Gracias", expresaba la mujer, que quiso esforzarse por manifestar su alegría también en español: "Estoy muy muy contenta. Es muy bonito reunirse en una fiesta antes de morir".

La ceremonia llegaba así a su fin para dar paso a un convite que se prolongaría hasta la madrugada, mientras que el cantante Darry Marx amenizaba la velada con un emotivo repertorio. Tampoco podía faltar Lisa, propietaria de la Boutique de Cómpeta, que también contribuyó a los preparativos. "Conociendo a Eileen, un acto de este tipo me parecía lo más apropiado. Si pudiera, saldría de su ataúd", decía.

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