La Torre de Babel en una mochila

Los hostales atraen cada día a viajeros por sus bajos precios y la libertad para alquilar una cama Mochileros de todo el mundo comparten habitación para ahorrar gastos y conocer nuevos sitios

Dos mochileras caminan por una calle del Centro.
Dos mochileras caminan por una calle del Centro.

¿De qué pueden hablar un belga, un alemán, un británico y un coreano que no se conocen de nada en una misma habitación? Probablemente, de más cosas de las que se podría pensar. Por ejemplo, de cómo han llegado hasta allí, de la vez en que perdieron el último tren por beber algo más de la cuenta y perderse por una ciudad desconocida o quizás de todo lo que les une como amantes de viajar sin grilletes ni barreras. En resumen, de la vida del mochilero o backpacker.

Bajo la leve claridad que se cuela a través de unas cortinas roídas y con un fuerte olor a humedad en el ambiente, este grupo de desconocidos descansa, almuerza y se conecta a internet en las horas muertas del mediodía. Están alojados en el Pink House Backpackers, un hostal fácil de localizar en calle Carretería por su característica fachada rosa. La habitación está amueblada con una cocina, un par de sofás y una nevera repleta de cerveza, mucha cerveza, a 1,5 euros la lata. Nadie conoce a nadie, pero todo el mundo es bienvenido.

Joseph Rogier es belga y uno de los ocupantes de esta sala: "El plan es pasar tres días en Málaga. Estamos viajando por toda la costa, pasando por Barcelona y Valencia". Como Rogier, el resto de sus temporales colegas de aventura cuentan con apenas dos o tres días para visitar la ciudad. Conocerla a fondo es una tarea ardua y casi imposible, pero ese no es el objetivo de estos turistas low cost, para los que la independencia y el contacto constante con otras personas es la clave.

"Nos iba mucho mejor hace ocho años, cuando abrimos y no había tanta competencia. Hoy en día existen muchos albergues", explica la gerente del Pink House Backpackers, Chiara. En este hostal se ofrece alojamiento, conexión a internet y una cocina donde preparar la comida que cada uno adquiere de forma individual en el supermercado. Todo esto, por 10 euros la noche si no existen remilgos en compartir un dormitorio con otras siete personas.

No obstante, esta no es la única oferta ni el único hostal en Málaga. A cinco minutos se encuentran preparando el almuerzo Ina y Josh, una pareja de origen británico que ha encontrado en la calle Mariblanca su refugio para los próximos cuatro días. Patio 19 es un hostal que lleva abierto más de 15 años. Según José Carlos Cuenca, recepcionista, el edificio fue antaño un palacete barroco, un chalé que hoy abre sus puertas por 17 euros la noche a parejas, mochileros y grupos de amigos por igual.

La vida de estos turistas sin cadenas está exenta de paquetes promocionales de hoteles, medias pensiones o habitaciones privadas con jacuzzi. Con la mochila a la espalda, lo único seguro es donde se dormirá esa misma noche. Mañana ya se verá. "Nosotros nos estamos cansando un poco de este modo de vida. Antes lo disfrutaba mucho más, pero ahora tenemos 26 años y preferiría pasar la noche en un apartamento", afirma Josh, que junto a su novia, decidió alquilar una habitación en Patio 19 porque es por norma general "mucho más barato que un hotel".

Así, aunque no es una particularidad que se cumpla en todos los casos, la gran mayoría de los mochileros es joven. Adolescentes y veinteañeros independientes que quieren conocer mundo de la forma más barata posible. En muchas ocasiones el autobús es el medio que conecta los destinos, pero en otros la imaginación vuela y la forma de viajar puede pasar por hacer autoestop o incluso pedalear. "Vengo de Portugal en una ruta por toda la costa. Desde aquí iniciaré mi vuelta a Hamburgo", explica Thomas Röttgen, un alemán que adora recorrer kilómetros y países sobre su bicicleta.

Las razones por las que se decide llenar la mochila con lo básico y salir de casa para recorrer mundo son tan dispares como las historias que surgen de estas experiencias. Sin duda, la fiesta y pasar un verano inolvidable es uno de los motivos más frecuentes, por lo que la Feria convirtió a los hostales en auténticos imanes de viajeros, alcanzado el lleno en la mayoría de albergues de Málaga. "Durante las fiestas, no teníamos ni una cama libre. Los mochileros no paraban de llegar a todas horas", relata Israel Racero, recepcionista y camarero en el Feel Hostels Soho, en calle Vendeja. Un futbolín, una barra de bar y una decoración moderna y llamativa destacan en el interior de este hostal que lleva tres años abierto y posee otro local en la Plaza del Carbón. Los sofás y mesas se distribuyen de forma ordenada a la izquierda de la amplia sala. Allí estudia discretamente un diccionario de Alemán-Español Lukas Garbert, que se encuentra de turismo por la provincia. "Estoy de voluntariado en Plasencia. He venido a aprender un poco el idioma y formarme antes de empezar la universidad el próximo curso", relata Garbert, que con 19 años viaja acompañado únicamente por su maleta por toda España.

Con ligeras variaciones de precio dependiendo de la temporada, en la gran mayoría de estos locales se puede encontrar ofertas desde 10 a 20 euros la noche. Dormitorios compartidos a base de literas, baños y cocinas comunes y salas de estar amplias que se erigen como la opción más económica de viajar y han sido popularizados globalmente con la generalización del turismo mochilero de jóvenes europeos, asiáticos, americanos...

La ventaja se encuentra en la libertad de pasar las noches que se deseen en un hostal u otro. Por ejemplo, Theresa y Nikolas están alojados en el Oasis Backpackers' Hostel, en calle San Telmo, pero están pensando en dormir en otro albergue mañana porque la gente que han conocido allí es "muy fría" y no se relaciona todo lo que les gustaría. Ser sociable parece clave.

Desde hace ya años, España y, en especial, Málaga se han convertido en paradas obligatorias en el camino de los miles de turistas low cost que pasan por Andalucía. Ser mochilero es una filosofía de vida gracias a la cual surgen millones de historias. Aventuras que tienen como lengua vehicular el inglés y que se acumulan y comparten en los grandes salones de los albergues, cada vez más parecidos a pequeñas Torres de Babel donde no existen fronteras culturales ni idiomáticas. Solo fiesta, amores de verano y muchas ganas de aventura. Poco dinero y una mochila, esa es la receta para vivir una aventura única.

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