Turno para los jóvenes

La franja de edad de 20 a 29 años comienza a pasar por el Palacio de Ferias

Está previsto que el rango siga bajando en las próximas semanas

La cola avanza hasta el punto de vacunación
La cola avanza hasta el punto de vacunación / Javier Albiñana
Juan A. Romera Fadón

27 de julio 2021 - 09:06

Málaga/A lo lejos del pasillo, un joven vestido con bermudas vaqueras y camiseta negra sale del módulo de vacunación. Lleva la mano sobre el brazo del pinchazo. Se levanta un poco la manga y se santigua mientras recorre los metros que le separan del punto de espera. Llega, mira, se sienta… Y aguarda a que pasen los 15 minutos correspondientes. Como él, 3.000 personas en el día están llamadas para recibir alguna de las dosis.

El mismo palacio de Ferias y Congresos, que hace no muchas semanas acogía graduaciones, es también el punto neurálgico del mayor vacunódromo de la ciudad. Un centro de gravedad al que comienzan a acercarse las últimas generaciones citadas: los de 20 años. “Hoy [por ayer] hay menos enfermeros y se está notando en las colas. Vacunamos en función de las dosis que tengamos disponibles así que no sabemos el nivel de rechazo por rango de edad. Lo que sí te puedo decir es que el ambiente es igual al de cualquier otro tramo”, comenta una sanitaria. Todos en fila, como si fuera un burladero y ataviados con bata blanca, los trabajadores comprueban que la cita es correcta, informan de los posibles efectos secundarios, generan una nueva fecha para la segunda dosis y, ya de paso informan del menú del día. En este caso, Moderna. ¿Y esto es mejor o peor? “Es una vacuna, que a estas alturas no está mal”, responde con amabilidad.

Me he sentido más desprotegido con el levantamiento de algunas restricciones

Después, los trabajadores de Fycma, algunos en edad de recibir la vacuna por estas fechas, indican el módulo correspondiente. La fila avanza a ritmo rápido pero, cuando le toca el turno al cronista, se acaban los viales. “Espérate, que me he quedado sin vacunas”. ¿Y ahora qué pasa? “Que en cuanto me traigan 40 te las pongo todas a ti”. Llegan al poco tiempo: “Ves, ahora te tengo que inyectar todas estas”, dice riendo la enfermera.

Al salir del expositor, se ve el pasillo por el que hace un par de años caminó Albert Rivera pensando que sería presidente. Donde las empresas pujaban por estar mejor situadas en las ferias. Por donde la vida discurría sin mascarilla. Sentados en unos taburetes están los trabajadores de la Cruz Roja. Frente por frente a la sala de espera. Estela Espinosa, encargada de la vacunación, explica que siempre están ahí por si pudiera haber algún efecto secundario: “También tenemos una ambulancia fuera, pero nunca hemos tenido que hacer uso de ella. Solo algún mareo”, comenta. Este tramo de edad lleva abierto una semana: “Ahora estamos empezando a recibir a los de 20 años. La semana que viene vendrán más jóvenes y llegará un momento en que el pabellón cierre porque ya habremos vacunado a todo el mundo”.

Momento del pinchazo
Momento del pinchazo / Javier Albiñana

Román Gessa se encuentra sentado en una de las primeras filas. Es de la generación de 1996 y considera lógico que los jóvenes hayan sido los últimos en pasar por el pinchazo: “Al final hay que poner un criterio y, si los mayores son los que más problemas suelen presentar, tiene sentido”. Cree que esta estrategia no ha sido discriminatoria: “De hecho, me he sentido más desprotegido con el levantamiento de algunas restricciones, como está ocurriendo este verano. Se ha abierto todo como si no pasase nada”. Él tiene claro por qué está en ese pabellón: “Me vacuno porque es necesario. Una compañera decía que para qué iba a vacunarse si podía contagiarse, contagiar y tenía que guardar cuarentena. Se le ha olvidado que el objetivo es no morir. O que la enfermedad sea más leve”.

Maite Caparrós espera a que pase la prórroga de rigor. Mientras, comenta que se debería haber vacunado a los más jóvenes al principio porque son los que más se contagian: “Vivo con personas de riesgo y no salgo, pero mi generación es más inconsciente”. En su entorno hay cierta desconfianza a la vacuna aunque ella no ha venido con miedo: “Les he dicho que si me pasa algo, que no vengan”, dice bromeando. Similar sensación tiene José Luis; él pasó el Covid en octubre y solo le han inoculado una dosis: “En mi grupo cercano hay algo de miedo, pero lo que está claro es que los fallecidos por el virus han sido muchos más que los efectos adversos de la vacuna”.

En el mismo punto se encuentra Lucía González. Trabaja como personal docente investigador en la Universidad y cree que no ha sido adecuado excluir a su grupo frente a los profesores de colegios e institutos: “También nos han exigido presencialidad. Nosotros hemos estados en contacto con gente en las aulas, ya sea en prácticas o en exámenes”. En su grupo cercano no ha habido reticencias a la vacuna. La mayoría trabajan en centros de protección o en la docencia: “Yo venía muy contenta”.

Entre el personal del Fycma que dirige a los asistentes se encuentra Montse Linares. Ella explica que hasta el momento la juventud está respondiendo bien pero que en los próximos días vendrán de menos edad: “Hace un tiempo, se hizo un cribado masivo y muchos pensaron que era para la vacuna. Cuando vieron que no era así, empezaron a irse. Sin embargo, para el pinchazo no está habiendo problemas. Todo el mundo está muy dispuesto”. Recuerda que, en una ocasión, el programa informático falló y durante un par de horas vivieron unos momentos más agobiantes: “Al final se solucionó rápido. Ha sido la excepción porque todo ha funcionado muy bien. Incluso los días en los que hemos tenido 6.000 personas”.

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