UCI del Hospital Materno de Málaga

El equipo que cuida de los niños más graves

  • La UCI de Pediatría del Materno atiende al año a medio millar de niños al año

  • Casi 60 profesionales velan por los pequeños ingresados

Parte de los profesionales de la UCIde Pediatría del Hospital Materno.

Parte de los profesionales de la UCIde Pediatría del Hospital Materno. / Javier Albiñana

Cuatro profesionales rodean a un niño conectado a muchos cables. Lo manejan con pericia. En el box contiguo, una madre se vuelca sobre la camilla, atenta a cada gesto de su hijo. El trasiego de médicos, enfermeros y auxiliares es constante, pero reina la calma. La luz es tenue. En las paredes hay pintados ositos y piratas. Y en el centro, un control desde el que se vigilan los monitores a los que están conectados los pequeños. Así es la Unidad de Cuidados Intensivos de Pediatría del Materno, seguramente el lugar más sensible de la sanidad malagueña.

Hay también algo que no se ve, pero se siente:el buen ambiente del equipo. Se nota cuando posan para la foto, cuando alguien pregunta a un compañero por un tratamiento, cuando se apiñan en torno a un niño para hacerle vaya a saber qué técnica o simplemente cuando comparten el desayuno. Ante la pregunta de si sienten la presión de tener en sus manos lo más importante de cada casa, los profesionales coinciden. “Estamos siempre muy respaldados”, dice María del Mar Pablos, auxiliar de enfermería. Su compañera Rosario González comparte la opinión:“Es un trabajo en equipo”.

El jefe del Servicio de Cuidados Intensivos Pediátricos y Urgencias, Guillermo Milano, añade: “Visto desde fuera, es un trabajo muy sensible. Pero contamos con una plantilla de enfermería magnífica. Llevamos muchos años en esto. Es un trabajo delicado, pero bonito. Aquí se sufre y se disfruta mucho”.

Aparataje de uno de los boxes en el que trabajan varios profesionales con uno de los niños. Aparataje de uno de los boxes en el que trabajan varios profesionales con uno de los niños.

Aparataje de uno de los boxes en el que trabajan varios profesionales con uno de los niños. / Javier Albiñana

José Camacho, el jefe de sección y número dos de este equipo que cuida de los niños más graves, añade:“A veces nos visitan padres de un niño que se operó con un mes y estuvo muy malito. Y ahora lo ves con siete años y que está bien... Eso es muy gratificante”. “Una inyección de energía”, acota José Miguel García. Este enfermero, encargado de la logística, resalta que en la UCIP nunca se puede bajar la guardia, que el trabajo es de 24 horas los 365 días del año.

La unidad tiene una docena de boxes. Todos con ventanas al exterior, un detalle que se cuidó en la última reforma para que tuvieran luz natural. Al año pasan por la UCIP alrededor de medio millar de niños. En torno a la mitad, tras una delicada operación cardiaca, oncológica o de neurocirugía. El resto, por patologías muy variadas. Desde bronquiolitis, a traumatismos por accidentes, ahogamientos o atragantamientos.

Los profesionales reconocen que los casos que más impactan en la unidad son los que se deben a causas evitables y que provocan que el niño, de estar jugando pase a estar en la UCI. Por su experiencia, recomiendan el uso de las sillitas en los coches, del casco en la bici o el patinete, así como la máxima atención en la piscina o en el mar. Incluso advierten que no hay que hacer caso a los antivacunas y recuerdan que no hace mucho tuvieron a un niño hospitalizado por complicaciones del sarampión que no estaba inmunizado.

"Es un trabajo delicado, pero bonito. Aquí se sufre y se disfruta mucho”

Desde hace una década, la UCI de Pediatría es abierta. Eso significa que en la mayoría de sus módulos, los padres pueden permanecer las 24 horas junto a sus hijos. Incluso en los boxes en los que hay restricciones de permanencia –sea por razones clínicas o sociales– existe flexibilidad en la estancia.

No fue fácil el cambio. “Es una filosofía diferente y generó miedo”, admite Milano. La UCIP del Materno fue de las primeras de España en pasar de un par de horas de visita al día al acompañamiento de 24 horas. Pero Camacho concluye que aquel paso ha sido positivo: “Reduce la ansiedad de los padres. Además, ellos participan en el cuidado de los niños y ven que están bien tratados mañana, tarde y noche”. Verónica Sánchez, la supervisora de todos los enfermeros de la UCI y Urgencias pediátricas, coincide:“Los padres ven que todo el mundo está pendiente y eso les genera tranquilidad porque saben que están vigilados y cuidados”.

Sánchez apunta un detalle importante del trabajo cotidiano como es la variabilidad de los pacientes. Pueden atender a un niño de 2,5 kilos o a un adolescente que pesa lo mismo que un adulto. Esto supone además de la capacidad de adaptarse a la complexión de cada paciente a la hora de aplicar diferentes técnicas o afinar los tratamientos, la necesidad de trabajar con material de distintos tamaños para ajustarse al cuerpo de cada niño. E incluso, para su manejo psicológico. Por eso resume que los profesionales son “camaleónicos”.

Control central desde el que se vigilan las constantes vitales de los niños. Control central desde el que se vigilan las constantes vitales de los niños.

Control central desde el que se vigilan las constantes vitales de los niños. / Javier Albiñana

En la UCI de Pediatría trabajan ocho facultativos, 34 enfermeros, 17 auxiliares y los residentes. Además, la unidad dispone del apoyo de los especialistas de las plantas de las que suelen llegar sus pacientes postquirúrgicos. A su vez, los facultativos de hospitalización cuentan con el respaldo y la pericia de los profesionales de Cuidados Intensivos. El trabajo de equipo es extensivo al hospital. No todos los casos salen bien, pero la supervivencia ronda el 96%. “Tenemos la sensación de una UCI de vida”, afirma Camacho. Cuentan los profesionales que incluso a veces los familiares de un niño que fallece se acercan para agradecerles los esfuerzos realizados.

García resalta la capacidad de recuperación de los pequeños. Los que han trabajado con anterioridad en adultos confirman que, por ejemplo, un niño operado de corazón se restablece con mucha más celeridad que una persona mayor. En uno de los boxes, Bella Faneca acurruca a su hija Oriana contra el pecho. Después de dos meses ingresada, ya está a punto de pasar a planta. La madre está feliz. Se nota que se van disipando sus miedos. “Son unos profesionales estupendos, estoy encantada con todos”, asegura. El reportaje termina. Cerca de la salida, en un tablón, hay decenas de fotos de niños felices. Son los que el equipo de la UCIP ayudó a salir adelante.

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