Urbanismo licita otro proyecto en el Guadalmedina tras excluir el de Emasa
El anteproyecto contempla rellenar de hormigón el cauce para mantener la lámina de agua y evitar la acumulación de fangos

Después del pulso mantenido en las últimas semanas por la Gerencia de Urbanismo y la Empresa Municipal de Aguas (Emasa) sobre cómo poner solución a los malos olores del tramo final del río Guadalmedina, ayer el Ayuntamiento de Málaga volvió a sacar a licitación por segunda vez en dos meses la actuación que en teoría permitirá acabar de una vez por todas con este problema endémico en la zona comprendida entre la pasarela de Salitre y el puente del Carmen.
Descartado a última hora el proyecto de Emasa, cuando ya se había publicado el perfil del contratante para adjudicar la obra que iba a consistir en poner escollera en todo este tramo, Urbanismo ha redactado un nuevo anteproyecto que posibilitará mantener la lámina de agua actualmente existente. Lo que parece seguro es que ya no dará tiempo a terminar la obra antes de que empiece en septiembre, el periodo de lluvias para no interrumpir los trabajos.
El contrato que se licita ahora, publicado ayer en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP), contempla la redacción del proyecto constructivo en base a ese anteproyecto municipal, la ejecución de las obras que tendrán un plazo estimado de dos meses a partir de la firma de replanteo y la conservación de las mismas durante dos años. El importe total será de 476.754,88 euros, frente a los 414.000 euros en los que fue presupuestada la obra de Emasa.
Con carácter general, Urbanismo ha dado en el pliego de condiciones las pautas de las actuaciones que deberán seguirse en el proyecto que finalmente se lleve a cabo. Uno de los principales problemas a los que se deberá dar solución es a la adaptación de la actual toma o la construcción de una nueva en otra zona que evite la entrada de materia orgánica en la lámina de agua y que termine provocando de nuevo los malos olores que caracterizan a esta zona del río.
Así, se propone la captación de agua del mar limpia para la recirculación de la lámina del cauce, como mínimo una vez al día, sin que entren fangos en el circuito. Para eso, el licitador deberá realizar un estudio previo del área próxima a la zona de aspiración de las bombas que indique el volumen de fangos, su tipo e incluso investigar la posible existencia de otros puntos donde encontrar agua limpia para su utilización en la lámina. Una vez seleccionado este punto se prolongarán hasta él las tuberías de aspiración actuales.
Para poder mantener la lámina de agua, se tendrá que modificar el fondo del cauce mediante el relleno de los huecos de la escollera colocada en el lecho, con el fin de facilitar la recogida de los sólidos decantados y aumentar la velocidad del flujo. La solución que plantea Urbanismo es rellenar el fondo mediante un tipo de material llamado macadam y hormigón. Eso permitirá, según los técnicos, que los lodos que puedan acumularse sean desplazados hacia el mar con el movimiento natural del agua. Al tiempo, esta solución facilitará las labores de limpieza de los materiales, que, ante la falta de oxígeno, son la principal fuente del hedor que padecen desde hace años los vecinos del entorno en los meses estivales.
Sin embargo, al ser una licitación en la que las empresas licitadoras tienen que concretar en un proyecto constructivo las pautas fijadas en el anteproyecto, se señalan en el pliego distintas alternativas de metodología de ejecución para llevar a cabo las actuaciones. Además, Urbanismo ofrece la posibilidad de que los licitadores planteen aspectos complementarios o variantes como mejoras al anteproyecto, mientras que deberán garantizar el mantenimiento de la obra durante dos años.
La obra, en cualquier caso, no se espera que comience antes de que acabe el verano, tal y como estaba previsto en un primer momento, ya que el plazo para presentar los proyectos concluirá en un plazo de 26 días hábiles a partir de su publicación ayer en el BOP. El principal problema de este retraso es que los trabajos tendrán que paralizarse cada vez que llueva o cada vez que la presa del Limonero, que regula las aguas del Guadalmedina, tenga que desembalsar agua por razones de seguridad.
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