Málaga

Vigilancia y seguridad sobre dos ruedas

  • ‘Málaga Hoy’ realiza un recorrido con una unidad de la patrulla ciclista con el siguiente balance: pocas multas y muchos avisos

La Policía Local de la capital facilitó hace unos días que este periódico acompañara a una patrulla de la unidad ciclista durante parte de su jornada para conocer de primera mano la labor que desempeñan en la ciudad. Camino de cumplir su segundo año en activo en la capital, los agentes de esta unidad velan por la utilización correcta de este medio de transporte, indiscutiblemente en alza, pero sin dejar de lado el resto de funciones propias de un cuerpo de seguridad. En total son 12 los agentes destinados a esta unidad, con un uniforme oficial de policía adaptado para conseguir una mayor comodidad sobre las dos ruedas. Su presencia es cada vez más habitual en las zonas peatonales del centro histórico y los paseos marítimos del este y el oeste de la ciudad, por lo que lo ciudadanos ya se han habituado a este tipo de patrullas que en un principio llamaba la atención por su novedad. 

El recorrido comienza en la Plaza de la Constitución desde donde los dos agentes en bicicleta se dirigen hacia la calle Larios. Observan el comportamiento de los usuarios de este medio de transporte para asegurarse de que no molestan a los peatones, sin dejar de lado la seguridad. Comentan que es importante que los ciclistas sean conscientes de que en las zonas peatonales son estos los que tienen preferencia, por lo que si alguna bicicleta lleva una velocidad excesiva se lo hacen saber y podrían incluso llegar al multarla. En este caso no hace falta, a pesar de la afluencia en la vía. De hecho la ordenanza de movilidad contempla que los agentes de policía podrán impedir la circulación de bicicletas en calles peatonales en horario comercial, por la especial concentración de peatones, pero la patrulla asegura que a ese extremo nunca han llegado porque no ha sido necesario.

Antes de atravesar la calle al completo, los agentes giran a la derecha y se introducen en la calle Martínez. Van directos a los aparcamientos de bicicletas y se percatan de que además de estar ocupados por ellas, las motos han empezado a adueñarse del espacio. Vienen las primeras multas del día, 200 euros para cada una de la motos aparcadas allí, la mitad si se apresuran en el pago. La agente en bicicleta explica lo importante que es que en esta zona no haya motos: “Si queremos potenciar el uso de la bicicleta, hay que facilitarle a los usuarios que al llegar a un aparcamiento no esté ocupado por otro tipo de vehículos”.

De vuelta a calle Larios y camino ahora del Paseo del Parque, se dirigen hacia el carril bici y antes de siquiera tomarlo, se ven obligados a parar a algún que otro ciclista. El motivo, siempre el mismo, el uso de auriculares, que está prohibido durante el manejo de la bicicleta. El agente se acerca a un hombre mayor y le hace señales para que pare. Le habla de una prohibición que parece desconocer y el hombre continúa ya sin escuchar la radio sobre su bicicleta. Durante el resto del recorrido, esta fue la imagen que más se repitió; algunos incluso cuando avistaban a los dos agentes, disimuladamente se quitaban alguno de los dos auriculares, síntoma de que ya habían sido advertidos alguna vez al respecto. “No estamos multando a los ciclistas que escuchan música, a pesar de estar prohibido, por el desconocimiento que tienen sobre la norma; por el momento sólo les advertimos de que es una práctica prohibida”, indica el agente.

Ya en el Paseo del Parque, la patrulla da el alto a varios usuarios que circulan fuera del carril bici. Les indican que siempre que exista una vía exclusiva para ellos, es obligatorio su uso. Tras el aviso los dejan marchar mientras comentan que son conscientes de las deficiencias en las infraestructuras para la bicicleta en la ciudad. Hablamos de cómo a pocos metros de ese punto el carril bici acaba con un gran escalón sobre el que no se ha actuado en años, de cómo algunas vías ciclistas conducen a ninguna parte, por lo que dejan de ser útiles; y de la necesidad de un carril bici que atraviese de este a oeste toda la ciudad.

Acabado el carril bici, toca incorporase de nuevo a compartir espacio con el peatón, camino ahora del paseo marítimo Antonio Machado. En el Parque de Málaga aseguran que aunque de forma muy puntual, se han encontrado a mujeres vendiendo claveles como señuelo para robar a los turistas. En bicicleta recorrer el interior del parque es fácil y cómodo, por lo que es más fácil para estos agentes velar por la seguridad en el lugar. “Por eso decimos siempre que no somos una unidad para vigilar a los ciclistas, este medio nos permite un acceso fácil a ciertos puntos en los que de otra manera sería complicado desarrollar nuestro cometido”, comenta el policía.

Sin llegar aún al paseo, justo enfrente del antiguo restaurante Antonio Martín, de nuevo un caso que poco tiene que ver con las bicicletas. Los dos agentes paran a una joven que pasea a un perro peligroso. No lleva bozal y se excusa en que se marchaba a casa porque se había percatado de que había olvidado todos los completos del perro. Tras identificarla, le requieren que al día siguiente lleve toda la documentación a la comisaría más cercana a su domicilio, para poder librarse de la multa, aunque la del bozal difícilmente podrá salvarla. Al día siguiente fue denunciada ya no sólo por pasear a un pit bull terrier sin bozal sino también por carecer del seguro de responsabilidad civil del animal, autorización para pasear perros peligrosos ni el chip obligatorio.

Una vez en el paseo marítimo, la afluencia de bicicletas está dentro de la normalidad, por lo que su connivencia con los peatones es llevadera. Si el recorrido hubiera sido por la tarde, explican los dos policías de la unidad, quizás sí que se hubieran visto en la obligación de parar a algún usuario por exceso de velocidad o conducta temeraria. Entonces se percatan de un perro en la orilla y señalan el cartel de normas en el acceso a la playa que indica la prohibición de perros. Cuando los agentes se acercan, se trata de un perro sin dueño, por lo que llaman a otra unidad para que se encargue de llevarlo a la perrera, pero antes de que llegue, aparece una mujer mayor, asfixiada por la carrera, en busca de su animal, por lo que anulan la orden y le advierten de que el perro tiene que ir atado y por fuera de la playa.

El balance al final del trayecto son pocas multas y muchos avisos para hacer cumplir las normas y procurar un uso correcto de la bicicleta.

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