Los que fueron acogidos, voluntarios para acoger

Tres mujeres que llegaron a España hace años dedican su tiempo a trabajar como voluntarias en Málaga Acoge

Rosy Yáñez, de México, con un grupo de alumnos de sus clases de español en la sede de la Axarquía.
Rosy Yáñez, de México, con un grupo de alumnos de sus clases de español en la sede de la Axarquía.
Cristina Fernández Málaga

24 de marzo 2013 - 01:00

Vinieron para trabajar, recorrieron miles de kilómetros y, en algunos casos, cruzaron un océano para buscar nuevas oportunidades. Pero la acogida en España no fue fácil. Conocedores del desarraigo, de la soledad y las complicaciones de poner el contador a cero en otro país, años después dedican voluntariamente parte de su tiempo a los recién llegados. Son inmigrantes que trabajan en Málaga Acoge para tender su mano y ofrecer su consejo a los que están transitando por el camino ya recorrido por ellas.

Alejandra González llegó a España hace 20 años desde Santiago de Chile. Allí era licenciada en Derecho, aquí "llegué siendo nadie", dice. Estuvo cinco años de ilegal, trabajando en el servicio doméstico, en bares, "como todos los inmigrantes, trabajando en el mercado negro", confiesa. Pero sufrió un episodio que cambió por completo su estancia en el país. Estuvo detenida 72 horas en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). "No entendía lo que pasaba, me parecía que me estaban secuestrando, que todos eran enemigos, me quería volver a mi país, fue una experiencia traumática", recuerda.

Salió del bache, se acogió a un contingente de regularización en 1997 y comenzó a estudiar Derecho por la UNED. Nada más terminar la carrera, ingresó en la Escuela de Prácticas Jurídicas del Colegio de Abogados de Málaga. "Ahí conocí como profesor a José Luis Rodríguez Candela, portavoz de Andalucía Acoge, mi mentor", dice Alejandra González. Le ofreció hacer prácticas en la sede de la Axarquía y allí lleva casi cinco trabajando como voluntaria todos los jueves durante dos horas en las que atienden a una decena de personas. Alejandra tiene claro que su función es aportar calma y confianza a aquellos que siente la vulnerabilidad y la desconfianza en territorio extraño. "He vivido eso e intento ayudarles, mientras siga siendo abogada voy a seguir en Málaga Acoge, me parece muy importante", señala.

Rosy Yáñez, compañera de Alejandra en la sede de la Axarquía de Málaga Acoge, llegó desde México en 2004. Aquí se casó con su novio holandés y consiguió, no sin esfuerzo y un buen montón de papeleo, la residencia. "Estoy como voluntaria prácticamente desde que llegue aquí", cuenta Rosy. "Necesitaba hacer algo y conocí Málaga Acoge", relata. Allí le ofrecieron trabajar como voluntaria dando clases de español y aunque no tenía experiencia aceptó el reto. Allí lleva ocho años. "Estoy como coordinadora de las clases de español, organizo junto con las otras profesoras los grupos, la temática de las clases, la asistencia de los alumnos, los certificados al final del curso y cuando alguna de las profesoras no puede dar la clase la sustituyo", dice.

Rosy Yáñez cree que ser extranjera le ayuda "a ayudar mejor" a sus alumnos, "a ponerme un poco en sus zapatos y entender como se siente en una sociedad nueva", asegura, sobre todo porque puede imaginar "lo que mis alumnos pueden sentir al no hablar ni entender nada el español ni la cultura española y, muy particularmente, la andaluza", afirma y agrega que "trato de prepararme cada día para poder ofrecer lo mejor, para no ser sólo la profesora de español sino alguien en quien puedan confiar".

La uruguaya Sandra Moglia es psicóloga y trabaja en la sede de Fuengirola como voluntaria en el departamento de acogida. Su marido tenía la doble nacionalidad y no le resultó complicado conseguir la tarjeta comunitaria cuando llegó a España en el año 2000. El escollo fue poder desarrollar aquí su profesión. Tardó más de cinco años en poder homologar su título y después de pasar una examen de cinco asignaturas. Mientras tanto, trabajó en una pastelería y tuvo que hacer encaje de bolillos para poder hacer compatible su vida familiar con su empleo.

Después de nueve años y aunque suene paradójico, la crisis le dio la oportunidad de acercarse a lo que verdaderamente le llenaba. Empezó a trabajar en Málaga Acoge. "Mi experiencia como inmigrante me ayuda a ser mucho más empática con ellos", considera y añade que "si bien yo estaba en la "cola de al lado", en la de los comunitarios, me indignaba ver que al hacer los trámites nos separaban, como si fuéramos personas de diferente categoría, me dolía en el alma y hasta me avergonzaba". Por sus solícitas manos pasan inmigrantes que "llegan cada vez más desesperados por la falta de trabajo". Y aunque a veces se sienta impotente, no desfallece en su empeño de acoger al que llega.

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