¿Os apetece una copa?

La necesidad de potenciar el consumo en los bares hace que proliferen los relaciones públicas, que basan su estrategia en una guerra de precios

¿Os apetece una copa?
¿Os apetece una copa?

Tienen don de gentes, son perseverantes, trabajadores, atractivos y, como ellos mismos se definen, también un poco "sinvergüenzas". O así al menos deben mostrarse cuando cada noche salen al acecho de clientes que estén dispuestos a consumir una o varias copas en uno de los bares para los que trabajan. Se conocen como relaciones públicas, aunque la mayoría de ellos estudia una carrera que poco o nada tiene que ver con la tarea de captar consumidores, cada vez más demandada por los estudiantes.

"Es un empleo muy duro porque exige abordar al cliente en la calle para que entre en un local y eso supone, a veces, aguantar malas caras. Busco a relaciones públicas amables, simpáticos y, sobre todo, muy educados. Ellos son la primera imagen del establecimiento", sostiene Joaquín Hurtado, encargado de Barsovia, un clásico entre los bares de copas de Málaga. También cuidar el aspecto físico forma parte del decálogo a cumplir para convertirse en un buen comercial. "A algunos dueños de negocios les basta con que la chica sea guapa. En mi caso, prefiero que vayan elegantes, aunque moderadas para así evitar problemas", señala el responsable del local.

La misma opinión comparte Ana Ruiz, de 22 años y relaciones públicas en Atlantic Club. "La sociedad es muy superficial. El físico ayuda, pero no es necesario. Trabajando tapadita también he conseguido meter a mucha gente en la discoteca. El éxito tiene más que ver con el trato que se le da al cliente, puesto que se pueden llevar taconazos y carecer de labia", apostilla la joven, que, a pesar de sentirse a gusto, es consciente de los perjuicios que le supone trabajar en la noche. "Acabo con la voz destrozada y estoy estudiando 1º de profesional de Canto en el Conservatorio de Música. Hasta que no encuentre algo de lo mío no puedo dejarlo. Vivo sola y todo está muy caro", se lamenta.

A Cristina Gutiérrez el negocio de la hostelería le ha mantenido en activo durante los últimos tres años. Su agenda, sin embargo, se asemejaba más a la de una ejecutiva desbordada que a la de una comercial. "Por la noche echaba seis horas en el bar Tocata y otras seis en Fraggle Rock. Además, si alguien se ponía malo en Barsovia le cubría el turno. También he estado en la sala Vip y en London Club", cuenta la mujer, que ahora se centra en la discoteca Opium. A sus 42 años, conoce al milímetro el mundo de la noche, aunque nunca antes había imaginado dedicarse a ella: "Soy visitadora médica, pero hay que comer y pagar facturas. El horario nocturno es muy cansado porque se tiene el sueño cambiado y hasta el hambre. Trabajo cinco días a la semana doblando turno pero es divertido; hay buen rollo entre los compañeros". Su estrategia para atraer al público no esconde, dice, ningún misterio. "Solo hay que tener ciertas tablas y ser espabilado. En nuestro caso, ofrecemos copas a 4 euros en vaso de tubo y a 5 si es ancho. También se invita a un chupito al cliente y, si se trata de un grupo muy grande, se les sirve una botella de cava gratis y se le sienta en un reservado", recalca.

La hostelería, que en verano vive su época dorada, generará estos meses, según las previsiones del sindicato CCOO, más de 52.000 empleos en Málaga, aunque los empresarios harán encaje de bolillos para también salir beneficiados. "Mis inicios fueron de camarero y he acabado haciendo de todo. Al final uno llega a ser como el chico de los recados. Ahora trabajo en Opium y en De Copas, pero pronto también empezaré en la sala Wenger", cuenta Javier Arronte, que cursa 5º de Derecho.

Apenas han dado las 22:00 cuando la Plaza Mitjana, calle Beatas, Granada y la Plaza del Siglo son auténticos hervideros de comerciales cargados de flyers (folletos con descuentos en bebidas) para promocionar sus locales. A cambio, reciben un sueldo preestablecido, aunque en otros casos van a comisión. La competencia es dura, pero Javier basa su estrategia en no engañar al posible consumidor. "A veces hasta tengo que poner voces raras. Si es un día flojo, se baja el nivel de exigencia y se amplía el espectro", destaca. Para el acceso a Opium fija su atención en clientes de entre 30 y 50 años "que vayan bien vestidos", mientras que en el caso de De Copas se centra "en gente más joven que busca la oferta". Los ingresos que obtiene en conjunto no le resultan suficientes para independizarse. Le permiten, sin embargo, pagar "más de la mitad" de la matrícula de su carrera y asumir ciertos "caprichos".

Sabrina es licenciada en Administración y Dirección de Empresas y cuenta con un Máster en Cooperación Internacional. Tiene 29 años y unos cinco de experiencia como camarera. Solo en la noche ha encontrado la posibilidad de ingresar una nómina. "La hostelería es uno de los pocos sectores que ahora crea empleo. Pagan bien, teniendo en cuenta la crisis que hay. No tengo otra cosa y tampoco quiero estar sin hacer nada. El piso de alquiler en el que vivo cuesta 400 euros", explica la joven, que trabaja desde hace meses en el popular Barsovia, aunque sus inicios se remontan a 2010. Desde entonces, su consigna es clara: " Hay que ser muy constante. Mi jefe siempre me aconseja que mire al cliente a los ojos y le regale una sonrisa".

El negocio de la hostelería también está siendo un balón de oxígeno para Claudia Blanco, que trabaja en el bar de copas WhatsApp. El público al que normalmente se dirige es de unos 25 años, perfil que varía si la noche no arroja los resultados esperados. "Hay días en que tenemos que tirar con lo que haya. La gente ya solo busca lo más barato, sin importarle la calidad del producto", afirma. El movimiento de tacones, asegura, es determinante para deducir la edad de las más jóvenes: "Hay que fijarse en cómo andan con este tipo de calzado. Si no se desenvuelven demasiado bien, es que son pequeñas". Para que sus promociones sean oídas, la herramienta más eficaz que utiliza estriba en "perder toda la vergüenza". "Los clientes están cansados porque cuando hablan con uno de nosotros ya lo han hecho con otros 20. Lo más importante es conseguir que se paren y nos escuchen", subraya esta relaciones públicas, de 24 años, que apostilla que algunos empresarios exigen "chicas muy delgadas y que enseñen escote".

Con solo 20 años, Pablo Guirado es otro de los promotores de la fiesta nocturna, en su caso en el bar De Copas. Estudia primer curso de Ingeniería de Organización Industrial y se define como una persona "sin pudor, con carisma y una pizca de picaresca". Sus flyers ofrecen la posibilidad de tomar una copa por 2,50 euros. "No es el trabajo de mi vida, pero para la edad que tengo y en un momento como el actual resulta muy cómodo. Por las mañanas voy a clase y después trabajo de 23:00 a 2:00. La noche cansa muchísimo; hago el esfuerzo y me levanto temprano para estudiar", reconoce Pablo, que explica que el sector "funciona por referencias y no a través de currículos".

Pero la estrategia de cazar clientes en la calle para invitarlos a entrar en sus locales no parece agradar a muchos de los hosteleros de Málaga, o eso defiende el presidente del colectivo, Rafael Prado, que asegura estar "radicalmente en contra de los que dicen llamarse relaciones públicas y se quedan lejos". "Desde hace más de un año recibimos numerosas quejas de particulares, empresarios, agencias de viajes y guías turísticas por el agobio al que los turistas y malagueños se ven sometidos en determinadas zonas. Estamos cansando al cliente y eso puede implicar cargarnos la gallina de los huevos de oro", apostilla. Su indignación se refiere también a los "asaltos" protagonizados por "voluntarios de las ONG y pedigüeños" y para justificar su malestar recurre a la ordenanza de convivencia ciudadana, que recoge el derecho a que el ciudadano pasee por la calle sin ser molestado. "Hemos investigado, hay una normativa al respecto y vamos a emitir escritos a las áreas del Ayuntamiento competentes para que se erradique tal situación", advierte el hostelero.

Una situación que, sin embargo, sorprende a la concejal de Comercio, Ana Navarro, a la que, según indicó a este periódico, no le constan reclamaciones al respecto ni tampoco que sea ilegal el hecho de que "un empresario contrate a una persona para publicitar su producto". En cualquier caso, matiza, el Consistorio "no puede interferir en una actividad privada que no está prohibida", aunque está dispuesta a comprobar "hasta qué punto debe considerarse el trabajo de los relaciones públicas competencia desleal". "No lo encajo en una figura delictiva ni sancionable. Trabajamos por todos los ciudadanos. Cuando llegan quejas, actuamos por el bien común y no por un sector concreto", manifiesta la edil.

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