El arte de domar la flor
El campeón de arte floral Roberto Silvosa regresa a Puerto Banús, donde muestra sus creaciones
Que la belleza no necesita explicación es lo primero que puede leerse a la entrada de la tienda. No es una floristería convencional, tampoco una floristería al uso. Pero aunque Roberto Silvosa, campeón de arte floral, decida definirse solo como florista y no como artista, lo cierto es que sus creaciones son auténticas esculturas. Centros de mesa elaborados con tela, trapo o alambres, flores sumergidas en chocolate o cauterizadas con cera, rosas congeladas, estructuras de canela, lavanda, o algunos platos como shushi vegetal o incluso tartas (eso sí, solo para decorar), son solo algunos de los trabajos de su nueva línea con la que busca diferenciarse del resto. "Lo que he querido es romper de alguna manera con lo que hay ahora. Sé que estoy arriesgando mucho pero no creo en lo que se está haciendo en la actualidad, creo que el vintage ya tuvo su época y es hora de buscar cosas nuevas", comenta.
Para la realización de las bases destaca la utilización de materiales como cemento, PVC, hierro o cubas de pino, entre otros tantos. "Ofrecemos mucho trabajo y estructura. Es un concepto que no sabría explicar porque no existe en España", agrega. Y es que lo más importante, asegura, no es la flor, sino la escenografía, la presentación de ese diseño. "Elaboramos trabajamos de hasta un metro de altura pero con una sola flor. Para mí es muy importante que la flor no sea un problema a la que haya que estar cambiándole el agua constantemente", explica Silvosa, quien ya desde muy pequeño comenzó a trabajar en la floristería de sus padres en Madrid. A partir de ahí estudió Técnica de Base en la Escuela Catalana de Arte Floral, y más adelante en Madrid, donde a los 17 años ganó su primer premio de esta materia, llegando a representar a la comunidad autónoma en el campeonato de España, donde resultó segundo pero obtuvo el mejor premio del ramo de novia. "Ese mismo año fui a la copa junior y quedé campeón de España. Entonces decidí seguir formándome en Suiza, en Francia y en Alemania", comenta. De hecho, si el arte floral se divide en dos etapas: la italiana, la más decorativa; y la alemana, la más disciplinaria y que muestra un mayor respeto por el material y la forma de sentir y trabajar la flor, Silvosa dice sentirse identificado con esta última.
En su trayectoria, ha trabajado en numerosos países hasta que hace 16 años llegó a Marbella, donde montó su negocio, que hoy regenta su entonces socio y mano derecha el florista Pepe Berrocal. Pero motivos personales le hicieron abandonar la ciudad hace un lustro, en los que ha estado trabajando por el mundo y haciendo demostraciones por Europa, España y República Dominicana. Hace un año decidió volver y hace solo tres meses que estrena su nueva empresa, esta vez en la avenida Playas del Duque, en Puerto Banús.
Este joven florista madrileño quiere romper con el viejo cliché de lo caro y asegura que hay precios para todos los públicos, con cifras que oscilan desde los siete hasta los 200 euros. Silvosa se dedica además a formar a nuevas generaciones de floristas en la Escuela Catalana de Arte floral. También es responsable de formación de Interflora, y en unos días marchará a Cuba para una demostración. Entre los proyectos a corto plazo en la ciudad, en octubre realizará un curso para que los aficionados en la materia puedan realizar sus propias composiciones bajo su dirección, y en diciembre tendrá lugar un taller completamente gratuito para que todo aquel que quiera pueda estrenar un centro de mesa artesanal el día de Nochebuena.
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