Tiburones: ¿Los asesinos del mar?
Rubén Olóriz, profesor de Biología y aficionado al buceo y la fotografía, intenta desmontar los mitos acerca de este escualo en una charla en el Centro Principia
En todas las películas en las que aparecen cumplen el papel de malos, de crueles y violentos animales. Seguro que todos saben identificar la peculiar melodía que anuncia su llegada en el algún momento de la trama, causando sensación de angustia y estrés. Su aparición se hace evidente cuando su aleta sobresale por la superficie del mar. Si piensan en un tiburón lo primero, casi seguro, que a la mayoría le invade es una sensación de miedo e inquietud. Sin embargo, solo los que han nadado junto a ellos son partícipes de la paz con la que estos selacimorfos nadan ante la presencia de un humano. "Ellos te tienen más miedo a ti que tú a ellos", alega Rubén Olóriz.
El malagueño, profesor de Biología en el IES Los Montecillos, en Coín, dio ayer una conferencia en el Centro Principia de Málaga. Ha nadado en más de una ocasión con grandes bancos de tiburones de más de cinco especies. Según su experiencia más que ser fieros y crueles son pacíficos, curiosos e incluso asustadizos. "Lo que nos han vendido en el cine no es la realidad. Yo he estado rodeado de 30 ó 40 tiburones puntas negras, a casi 20 centímetros de distancia y, teniendo unas determinadas precauciones porque son animales salvajes, en ningún momento tienen intención de atacar porque tú no eres una presa para ellos, no eres su alimento". De hecho la dieta de un tiburón suele incluir peces, crustáceos y moluscos. Los que son de mayor tamaño también consumen mamíferos marinos como delfines, focas, leones marinos, atunes o caballa, incluso otras especies más pequeñas de tiburones.
"Buceo todo lo que puedo pero menos de lo que me gustaría", reconoce Olóriz. El malagueño cuenta que le gusta bucear prácticamente desde que tiene memoria. Se aficionó a la pesca submarina pero más tarde cambió el fusil de pesca por una cámara fotográfica. Ha trabajado en el Centro de Ciencia Principia durante tres años, participando en diversas actividades de divulgación científica. Su primera experiencia bajo el mar con tiburones fue con uno blanco. Él estaba dentro de una jaula, según cuenta es la única especie de la familia que se ve detrás de las rejas porque es el único "que entraña algún tipo de peligro". Sin embargo, su sensación no fue ésa: "La primera vez que vi un tiburón blanco me quedé fascinado. Era impresionante ver a un animal tan fiero y gigantesco nadando tan tranquilo. Era espectacular". Espectacular es el adjetivo que Olóriz no deja de repetir al referirse a los escualos.
Para poder verlos se ha sumergido en el océano Índico en Sudáfrica y las Maldivas y ha nadado por el Pacífico en Panamá y Filipinas. En estos lugares se ha encontrado con tiburones zorro, martillo, ballena, punta blanca, punta negra; algunos tan curiosos como los que solo se ven en el arrecife de Aliwal Shoal (en Sudáfrica) -uno de los 10 mejores lugares buceo del mundo- de Sudráfrica, los raggie tooth shark, según la traducción al español "tiburón de dientes torcidos". Elegir una experiencia favorita entre tantas de las que ha vivido se le hace difícil pero recuerda la impresión tan especial que vivió en las Maldivas durante una inmersión nocturna. "Estábamos viendo cómo se alimentaba un tiburón nodriza y de repente vimos a una pareja copulando", recuerda, "hasta los instructores se quedaron impresionados, ver algo así es muy difícil. Lo ves en los documentales pero en directo es un espectáculo. Ni si quiera muchos profesionales llegan a verlo en su vida y yo tuve la suerte de estar allí", declara.
En su conferencia de ayer en Centro de Ciencia Principia de Málaga, el malagueño quiso concienciar a la población del exagerado mito que se tiene del tiburón. "Quiero desmitificar la idea de que los tiburones son asesinos de humanos, sobre todo con vistas a cambiar nuestra consciencia sobre la conservación. Difícilmente vamos a promover leyes y medidas en pro de la conservación de un animal si la gente lo asocia con un peligro de muerte cuando estás en la playa", reclama Olóriz. "Nos quejamos de que los tiburones son asesinos cuando son los humanos los que están haciendo barbaridades con la naturaleza y con ellos en concreto". Olóriz cuenta que además de la pesca intensiva -cerca de 100.000.000 tiburones al año-, hay pescadores que llevan una de las prácticas más crueles, el finning. Esta praxis consiste en cortar las aletas del tiburón y devolverlo al mar, vivo, por poco tiempo porque es una condena a una muerte terrible con un agonizante sufrimiento. Lo más pretencioso es el fin de esta práctica, que no es más que hacer una sopa para alimentar los paladares más exquisitos, pues según cuenta el malagueño el kilo de aleta de tiburón tiene un coste de 300 o 400 euros
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